La primera función de ser consciente no es luchar, sino reconocer. «Inspirando, sé que la ira se ha manifestado en mí. Hola, ira mía. Espirando, voy a cuidar de ti».
Una vez hemos reconocido la ira que sentimos, la abrazamos. Lo cual constituye la segunda función de ser consciente, y es una práctica muy agradable. En lugar de luchar contra ella, cuidamos de nuestra emoción. Si sabes abrazar tu ira, algo en ti cambiará.
He dicho en muchas ocasiones que es como cocinar patatas. Tapas la olla y después el agua empieza a hervir. Para que las patatas se cuezan, el fuego tiene que estar encendido al menos durante veinte minutos. Tu ira es una especie de patata y tú no puedes comer patatas crudas.