miércoles, 10 de febrero de 2016

SEGURIDAD


LA FRONTERA DEL ARTE


Fue la batalla más larga de cuantas se pelearon en Tuscatlán o en cualquier región de El Salvador. Empezó a la media noche, cuando las primeras granadas cayeron dese la loma, y duró toda la noche y hasta la tarde del día siguiente. Los militares decían que Cinquera era inexpugnable. Cuatro veces la habían asaltado los guerrilleros, y cuatro veces habían fracasado. La quinta vez, cuando se alzó la bandera blanca en el mástil de la comandancia, los tiros al aire empezaron los festejos.

Julio Ama, que peleaba y fotografiaba la guerra, andaba caminando por las calles. Llevaba su fusil en la mano, y la cámara, también cargada y lista para disparar, colgada del cuello. Andaba Julio por las calles polvorientas, en busca de los hermanos gemelos. Esos gemelos eran los únicos sobrevivientes de una aldea exterminada por el ejército. Tenían dieciséis años. Les gustaba combatir junto a Julio; y en las entreguerras, él les enseñaba a leer y a fotografiar. En el Torbellino de esta batalla, Julio había perdido a los gemelos, y ahora no los veía entre los vivos ni entre los muertos.

Caminó a través del parque. En la esquina de la Iglesia, se metió en un callejón. Y entonces, por fin, los encontró. Uno de los gemelos estaba sentado en el suelo, de espaldas contra un muro. Sobre sus rodillas, yacía el otro, bañado en sangre; y a los pies, en cruz, estaban los dos fusiles.

PROFUNDIDAD


Un único momento puede convertirse en la eternidad, porque no se trata de duración, sino de profundidad. Hay que entender esto: el tiempo es duración, la meditación es profundidad. 

El tiempo es duración: un momento que sigue a otro momento que sigue a otro momento; una hilera, una línea, un proceso lineal... pero uno se mueve horizontalmente en el mismo plano. Tic... tic... pasan los momentos... pero el plano sigue siendo el mismo.

En momentos de profundidad, de repente desciendes o asciendes. Ambas cosas son lo mismo, pero has dejado de estar en un plano horizontal... te vuelves vertical. De repente un giro, y escapas del proceso lineal. Uno siente miedo porque la mente solo existe en el plano horizontal. La mente se asusta. ¿Adónde vas?

martes, 9 de febrero de 2016

SERVIR A NUESTRO PAÍS


El Gobierno francés se está esforzando mucho por ocuparse de los jóvenes violentos y tiene para ello cierta visión. Entiende que la violencia y el sufrimiento de estos jóvenes los ha causado la sociedad. Para saber cómo responder, hemos de escuchar como lo haría un médico. Hemos de escuchar con gran atención al organismo de la sociedad, para ver por qué los jóvenes se vuelven tan violentos y se enfurecen. Si lo hacemos, veremos que sus raíces de la ira y la violencia se encuentran en la familia, en la forma en que los padres se comportan en la vida cotidiana. Y las raíces de la violencia de la familia se encuentran en la forma en que la sociedad está organizada y en el modo de consumir de la gente.

El Gobierno también está compuesto por personas. Está formado de padres, madres, hijos e hijas, y estos padres, madres, hijos e hijas pueden llevar en ellos la violencia que hay en sus familias. Por eso, si el primer ministro francés no hace la práctica de observar profundamente, si no ve la ira, la violencia, la depresión y el sufrimiento que hay en él, no podrá comprender la violencia, la ira y la depresión que hay en la generación más joven.

lunes, 8 de febrero de 2016

EL LADRÓN Y EL MONJE


Érase una vez un ladrón singularmente malo y cruel. Los textos antiguos no nos revelan su nombre. Se sabe que vivió en el período Heian (794-1185 ), durante el reinado del sabio emperador Go-Sanjo Tenno, poco después del año mil. Su historia recuerda la de Jean Valjean, el héroe de la novela de Víctor Hugo Los Miserables. 

El lector recordará el episodio en el que Jean Valjean, evadido de presidio, es acogido bondadosamente por Monseñor Myriel, obispo de Digne. Por la mañana, Jean Valjean huye llevándose una fuente de plata y dos candelabros. 

Detenido por los gendarmes, es llevado a rastras ante el obispo, y el ladrón con estupefacción le oye declarar: 

«Este hombre no ha robado, yo le he ofrecido esta fuente de plata y estos dos candelabros, dejadle ir en paz». Entonces ... una lucecita se enciende en el alma endurecida del presidiario, una lucecita que transformará su vida. 

En el cuento zen, el ladrón es un salteador de caminos que no teme rey ni roque y que, a diferencia de Jean Val- jean, ha robado algo más que un pan. Pero ambas historias son gemelas. 

En aquella época vivía en los alrededores de Heian- Kyo*, en un templo perdido en el bosque, un monje conocido por su gran sabiduría, llamado Shichiri Kojun. Aquella noche, el santo varón estaba solo. Recitaba sutras a los pies de una estatua de Buddha. De pronto, la puerta del templo se abre de golpe. Un hombre de aspecto terrorífico, toscamente vestido, irrumpe en la sala de oraciones. Pone en el cuello de Shichiri su larga y afilada espada: 

«¡Monje! -vocifera- ¡dame el dinero de las ofrendas o te corto la cabeza y la hago rodar al pie de los altares!» Shichiri estaba instalado en Siddhasana (la postura perfecta), con la espalda recta y las rodillas dobladas. Mantuvo su postura y no se estremeció ni un músculo de su rostro: 

«Toma el dinero que hay en el vaso de las ofrendas -dijo-, y no me molestes en mis oraciones». 
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