lunes, 8 de febrero de 2016

EL LADRÓN Y EL MONJE


Érase una vez un ladrón singularmente malo y cruel. Los textos antiguos no nos revelan su nombre. Se sabe que vivió en el período Heian (794-1185 ), durante el reinado del sabio emperador Go-Sanjo Tenno, poco después del año mil. Su historia recuerda la de Jean Valjean, el héroe de la novela de Víctor Hugo Los Miserables. 

El lector recordará el episodio en el que Jean Valjean, evadido de presidio, es acogido bondadosamente por Monseñor Myriel, obispo de Digne. Por la mañana, Jean Valjean huye llevándose una fuente de plata y dos candelabros. 

Detenido por los gendarmes, es llevado a rastras ante el obispo, y el ladrón con estupefacción le oye declarar: 

«Este hombre no ha robado, yo le he ofrecido esta fuente de plata y estos dos candelabros, dejadle ir en paz». Entonces ... una lucecita se enciende en el alma endurecida del presidiario, una lucecita que transformará su vida. 

En el cuento zen, el ladrón es un salteador de caminos que no teme rey ni roque y que, a diferencia de Jean Val- jean, ha robado algo más que un pan. Pero ambas historias son gemelas. 

En aquella época vivía en los alrededores de Heian- Kyo*, en un templo perdido en el bosque, un monje conocido por su gran sabiduría, llamado Shichiri Kojun. Aquella noche, el santo varón estaba solo. Recitaba sutras a los pies de una estatua de Buddha. De pronto, la puerta del templo se abre de golpe. Un hombre de aspecto terrorífico, toscamente vestido, irrumpe en la sala de oraciones. Pone en el cuello de Shichiri su larga y afilada espada: 

«¡Monje! -vocifera- ¡dame el dinero de las ofrendas o te corto la cabeza y la hago rodar al pie de los altares!» Shichiri estaba instalado en Siddhasana (la postura perfecta), con la espalda recta y las rodillas dobladas. Mantuvo su postura y no se estremeció ni un músculo de su rostro: 

«Toma el dinero que hay en el vaso de las ofrendas -dijo-, y no me molestes en mis oraciones». 

SABOTAJE


Tomate veinticuatro horas, escribe todo lo que puedas recordar sobre cómo te has estado saboteando... con profusión de detalles. Analízalo desde todos los ángulos, y luego no lo repitas. Se convertirá en una meditación.

Si decides de antemano que no eres capaz de hacer algo, no podrás hacerlo. Esa decisión afectará tu vida. Se convertirá en una autosugestión. En una semilla. Saboteará toda tu vida. Ni siquiera tú puedes decidir lo que puedes hacer y lo que no... tienes que hacerlo, tienes que verlo. Solo la vida decide. De modo que es sencillamente estúpido e infantil decidir de antemano... pero muchas cosas infantiles continúan. La cinta sigue repitiéndose, y si la pasas demasiado, se convierte en algo habitual.

domingo, 7 de febrero de 2016

UNA RELIGIÓN DEL CORAZÓN


Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones (Compilado y Editado por 
 Dhamma Garde)
Fotografía de Internet

LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO


Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística posible.

Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un reputado maestro de la filosofía vedanta. Después de un año, los hijos regresaron al hogar paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de ilustradas referencias a las escrituras, textos filosóficos y enseñanzas metafísicas. Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al otro hijo, y éste se limitó a guardar silencio.

sábado, 6 de febrero de 2016

PENSAR BIEN, SENTIRSE BIEN


La mente humana tiene una doble potencialidad. En ella habita el bien y el mal, la locura y la cordura, la compasión y la impiedad. La mente puede crear la más deslumbrante belleza o la más devastadora destrucción, puede ser la causante de los actos más nobles y altruistas o la responsable del egoísmo más infame. La mente puede dignificar o degradar, amar u odiar, alegrarse o deprimirse, salvar o matar, soñar hasta el cansancio o desanimarse hasta el suicidio.

Como veremos a lo largo de este libro, la mente humana no es un dechado de virtudes a la hora de procesar la información.

Tal como sostenía Buda, ella es la responsable principal de nuestro sufrimiento. El conflicto es claro: no podemos destruirla ni prescindir de ella radicalmente, pero tampoco podemos aceptar la locura y la irracionalidad sin más. La complejidad de la mente no justifica resignarnos a una vida de insatisfacciones, miedos e inseguridades.

¿Qué hacer entonces? Conseguir que la mente se mire a sí misma, sin tapujos ni autoengaños, para que descubra lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de funcionar. 

Que se sorprenda de su propia estupidez. Para cambiarla mente debe hacer tres cosas: (a) dejar de mentirse a sí misma (realismo), (b) aprender a perder (humildad) y (c) aprender a discriminar cuándo se justifica actuar y cuándo no (sabiduría). Realismo, humildad y sabiduría, los tres pilares de la revolución psicológica.
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