viernes, 5 de febrero de 2016

ESCUCHE Y DESAPRENDA


A algunos nos despiertan las duras realidades de la vida. Sufrimos tanto que despertamos. Pero los seres humanos tropiezan con la vida una y otra vez. Todavía caminan como sonámbulos. Nunca despiertan. Trágicamente nunca se les ocurre que puede haber otra manera. Nunca se les ocurre que puede haber una manera mejor. Sin embargo, si la vida no lo ha golpeado a usted lo suficiente, y si no ha sufrido lo suficiente, entonces hay otra manera: escuchar. 

No quiero decir que usted tiene que estar de acuerdo con lo que estoy diciendo. Porque el acuerdo o el desacuerdo tienen que ver con las palabras y los conceptos y las teorías; no tienen nada que ver con la verdad. La verdad nunca se expresa con palabras. La verdad se percibe de repente, como resultado de cierta actitud. De manera que usted puede no estar de acuerdo conmigo y, sin embargo, percibir la verdad. Pero tiene que haber una actitud de apertura, estar dispuesto a descubrir algo nuevo. Eso es lo importante, no que usted esté o no esté de acuerdo conmigo. Al fin y al cabo, la mayor parte de lo que estoy dando son realmente teorías. Ninguna teoría abarca adecuadamente la realidad. De manera que yo puedo hablarle a usted, no de la verdad, sino de los obstáculos de la verdad. Esos obstáculos los puedo describir. No puedo describir la verdad. Nadie puede hacerlo. Lo único que puedo hacer es describirle sus falsedades, para que pueda dejarlas. Lo único que puedo hacer por usted es desafiar sus creencias y el sistema de creencias que lo hace desdichado. Lo único que puedo hacer es ayudarle a desaprender. De eso se trata el aprendizaje en lo concerniente a la espiritualidad: desaprender, desaprender casi todo lo que nos han enseñado. Una disposición para desaprender, para escuchar.

CORTANDO, RASPANDO, FROTANDO, FUNDIENDO


jueves, 4 de febrero de 2016

EL MAESTRO


Sonó el teléfono. Escuché la orden:

—Te llamo para decirte que vas a ser jurado.

—¿Jurado?

-Sí, sí. Jurado en un concurso.

—Gracias por avisarme —alcancé a balbucear.

Ella tenía doce años y era alumna de la escuela de la calle Monte Caseros:

—Es un concurso de novelas. Las escribimos nosotros, los del sexto grado.

—Gulp —dije.

—Te esperamos mañana —mandó.

Y fui.

Los novelistas eran un enjambre de chiquilines que hablaban todos a la vez. El maestro Oscar, puños raídos, sueldo de fakir, los dejaba hacer. Ellos habían organizado aquel concurso de novelas, ilustradas por sus autores, y habían conseguido que un joyero del barrio donara medallitas con el nombre grabado de cada uno de los participantes.

CORAZÓN NOBLE O DESPIERTO


miércoles, 3 de febrero de 2016

SOY TU



Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras quebraban el silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un yogui y llamó a la puerta.

--¿Quién es? -preguntó el yogui.

--Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones instrucción espiritual.

--No estás lo suficientemente maduro -replicó el yogui sin abrir la puerta-. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.
Luego, regresa y te daré instrucción. 

Al principio, el discípulo se desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció al yogui.

EL AMOR QUE NO MORIRÁ


Se dice que en los momentos difíciles, lo único que sana es Bodhichitta. Cuando la inspiración ha desaparecido, cuando estamos dispuestos a rendirnos, este es el momento en que puede hallarse la sanación en la ternura que hay en el dolor. Este es el momento en que puede tocarse el genuino corazón de bodhichitta. 

EL, PADRE DE UN NIÑO de dos años contó que un día puso la televisión y de repente se encontró con la noticia de la bomba que estalló en un edificio federal de Oklahoma City. Observó a los bomberos llevarse los cuerpos heridos y ensangrentados de los niños de la guardería que estaba en el primer piso. Dijo que en el pasado había podido distanciarse del sufrimiento de los demás, pero desde que fue padre las cosas cambiaron. Se sintió como si cada uno de aquellos niños fuera suyo. Sintió el dolor de todos los padres como algo propio. 

Esta conexión con el sufrimiento ajeno, esta incapacidad de mirarlo a distancia, es el descubrimiento de nuestro punto delicado, el descubrimiento de la bodhichitta. Bodhichitta es una palabra sánscrita que significa «corazón noble o despierto». Se dice que está presente en todas las cosas. Así como la mantequilla es inherente a la leche o el aceite es inherente a la aceituna, este lugar delicado es inherente a ti y a mí.

martes, 2 de febrero de 2016

OBSERVA.


Sutra 52: Observa

Aquieta tu mente. Reflexiona. Observa. 
(Budha).

Lee estos Sutras y reflexiona. Mil flores se abrirán a tu paso: libertad, dicha, verdad, sabiduría, inocencia, pureza. Verás que la primavera serás tú. Mira tu vida desde afuera, como observador, no como protagonista.

ESCLAVITUD


Tendrás que asumir el cien por cien de la responsabilidad, porque es así.

Y siempre que puedas aceptar el cien por cien de la responsabilidad, te vuelves libre, y en ese momento deja de haber esclavitud en tu mundo.

De hecho, la ira es una esclavitud. Yo no puedo estar enfadado porque no soy esclavo. Llevo años sin estar enfadado con alguien, porque no hago a nadie más responsable. Soy libre, entonces, ¿por qué he de estar enfadado? Si quiero estar triste, es mi libertad.

lunes, 1 de febrero de 2016

EL NOBLE SAMURAI


Un hermoso día de verano, un noble samurai, reconocible por su moño de guerrero, sus manguitos metálicos, su coraza de cuatro faldones y los dos sables tradicionales, penetra con paso firme y tranquilo en una modesta venta. Estamos en el siglo XIV, en un pueblo de la gran isla de Honshu*. Una nube de insectos zumba en el aire caliente. 

El noble samurai se sienta, pide un plato de arroz. Deshace la parte alta de su coraza y se descarga con precaución y respeto de sus dos sables. Es el único viajero. Come con gesto armonioso y preciso, llevándose los palillos a la boca. En ese momento se oye un ruidoso griterío. Tres ronins, guerreros vagabundos, sin señor (Daymio)**, más parecidos, a decir verdad, a salteadores de caminos que a auténticos samuráis, irrumpen en la sala.
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