jueves, 31 de diciembre de 2015

SOBRE EL DESPERTAR


Espiritualidad significa despertar. La mayoría de las personas están dormidas, pero no lo saben. Nacen dormidas, viven dormidas, se casan dormidas, tienen hijos dormidas, mueren dormidas sin despertarse nunca. Nunca comprenden el encanto y la belleza de esto que llamamos la existencia humana. Todos los místicos - católicos, cristianos, no cristianos, cualquiera que sea su teología, independientemente de su religión - afirman una cosa unánime: todo está bien. Aunque todo está hecho un desastre, todo está bien. Esto es sin duda, una extraña paradoja, pero lo trágico es que la mayoría de las personas nunca llegan a darse cuenta que todo está bien, porque están dormidas. Tienen una pesadilla.

El año pasado oí en la televisión española una historia sobre un caballero que llama a la puerta de la alcoba de su hijo y dice:

- Jaime, ¡Despierta!

Jaime responde:

- No quiero levantarme, papá.

El padre grita:

Levántate, tienes que ir a la escuela.
- No quiero ir a la escuela. -

¿Por qué no?
- Por tres motivos: el primero, porque es aburridor; el segundo, porque los niños se burlan de mí; y el tercero, porque odio la escuela.

¡RECUERDALO!


miércoles, 30 de diciembre de 2015

SOLEDAD FUNDAMENTAL


Nadie puede huir de sí mismo. Uno solo puede engañarse, pero no huir: 

No hay escapatoria... tú eres tú. Y la soledad es tan fundamental que no hay modo de eludirla. 

Cuanto más trates de escapar de esa soledad, más solo te sentirás. Si empiezas a aceptarla, si empiezas a amarla, a disfrutarla, la soledad desaparecerá. Y entonces posee belleza, una belleza tremenda. 

Hemos sido concebidos solos. Esa soledad es la libertad del hombre. Y no está en contra del amor... de hecho, solo una persona que está sola y sabe cómo estar sola será capaz de amar.

LAS DIFERENCIAS*


Los deseos primarios de toda persona son progresar y ser feliz; muchos piensan que una forma efectiva de lograr esos anhelos es la riqueza.

Así como hay personas pobres y ricas, hay países con iguales características. La diferencia entre unos y otros no está en el tiempo durante el cual han sido habitados; así lo demuestran casos como los de India y Egipto, que albergaron grandes civilizaciones hace miles de años y hoy en día son pobres. En cambio Australia y Nueva Zelanda, que hace poco más de ciento cincuenta años eran territorios casi deshabitados y desconocidos, son ahora países desarrollados y ricos.

La diferencia entre los países pobres y ricos tampoco está en los recursos naturales con que cuentan. Japón, por ejemplo, tiene un territorio muy pequeño, del cual el ochenta por ciento es montañoso, no apto para la agricultura ni la ganadería; sin embargo, es una potencia económica mundial que, a manera de inmensa fábrica flotante, recibe materias primas y las exporta, transformadas, a buena parte del planeta, obteniendo de ello riqueza. Suiza no tiene océano, pero cuenta con una de las flotas navieras más grandes del mundo; no tiene cacao, pero fabrica el mejor chocolate; en sus pocos kilómetros cuadrados se pastorea y cultiva sólo cuatro meses al año, ya que en los demás las condiciones climáticas no son favorables, pero produce los mejores lácteos de toda Europa. Al igual que Japón, un país sin recursos naturales que exporta bienes y servicios de excelente calidad, Suiza es un país pequeño cuya imagen de seguridad, orden y trabajo lo ha convertido en la caja fuerte del mundo.

SIENTE TU LIBERTAD


lunes, 28 de diciembre de 2015

BOMBARDEÁNDONOS A NOSOTROS MISMOS


«Señor, perdónales, porque no saben lo que hacen», dijo Jesucristo. Cuando alguien comete un crimen y hace sufrir a los demás, es porque no sabe lo que está haciendo. Muchos jóvenes cometen crímenes sin saber, sin entender cuánto sufrimiento causa su violencia. Cada vez que cometen un acto de violencia, lo están cometiendo contra ellos mismos y los demás. Quizá crean que al hacerlo y expresar la cólera que sienten disminuirá su ira, pero sólo la acrecientan.

Cuando bombardeas a tu enemigo, estás bombardeándote a ti mismo, a tu propio país. Durante la guerra de Vietnam los estadounidenses sufrieron tanto como los vietnamitas. Las heridas que infligió la guerra fueron tan profundas en los estadounidenses como en los vietnamitas.

¿CÓMO SER LIBRE?


domingo, 27 de diciembre de 2015

CUANDO NO ESTÁN DE ACUERDO CON NOSOTROS


DEJAR DE CULPARSE


En cada uno de nosotros hay mucha delicadeza, mucho corazón. El punto de partida tiene que ser conectar con ese lugar delicado, de eso trata la compasión. Cuando dejamos de culparnos el tiempo suficiente como para concedernos un espacio abierto en el que sentir nuestra delicadeza, es como si nos inclinásemos a tocar la gran herida que está justo debajo de la armadura que desarrollamos debido a la culpa. Algunas palabras budistas, como compasión y vacuidad, no significan gran cosa hasta que empezamos a cultivar nuestra capacidad innata de estar ahí en compañía del dolor, con el corazón abierto y la voluntad de no tratar de ponernos inmediatamente un suelo bajo los pies. Por ejemplo, si sentimos rabia, habitualmente asumimos que sólo tenemos dos formas de relacionarnos con ella: una es culpar a terceros, cargárselo a otros, dirigir la culpa hacia todos los demás; la otra alternativa es culparnos a nosotros mismos por la rabia que sentimos. 

Culpar es una manera de solidificarnos, de agarrarnos a algo. Señalamos con el dedo porque algo es «incorrecto», pero también porque deseamos que las cosas se hagan de modo «correcto». En cualquier relación permanente (sea el matrimonio, la paternidad, la relación laboral, la pertenencia a una comunidad espiritual o cualquier otra) es muy posible que nos descubramos queriendo «mejorarla», porque nos sentimos un poco nerviosos. 

Quizá esa relación no está respondiendo a nuestras expectativas, por eso la justificamos, la seguimos justificando y tratamos de que sea excelente. Decimos a todo el mundo que nuestro esposo o esposa, hijo, profesor o grupo de apoyo está haciendo algún tipo de acción antisocial por muy buenas razones espirituales. O salimos con alguna creencia dogmática a la que nos aferramos denodadamente(valientemente) para poder contar con un suelo bajo nuestros pies. Sentimos que tenemos que hacer las cosas bien según nuestros criterios. Si no podemos continuar con una situación dada, la tiramos por la borda y la demonizamos porque pensamos que ésa es nuestra única alternativa. Las cosas han de estar bien o mal. 
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