Aunque extensa, esta historia, publicada en Semillas de Vida, procura algunas interesantes reflexiones.
Ante un tribunal norteamericano, se presenta una pareja con sus respectivos abogados dado que están en trámites de divorcio. El abogado de la mujer reclama para ella el 50% de la venta de la casa, así como una pensión de por vida por la cantidad de 500 dólares que, según enumera, será para cubrir los gastos de electricidad, teléfono, y una pequeña lista de gastos mensuales.
El abogado del esposo protesta, alegando que el hombre no tiene ninguna obligación hacia su mujer ya que los hijos son mayores de edad, están casados y ella bien puede ir a trabajar y mantenerse por sí misma; y además que ella nunca contribuyó a la manutención de esa casa, ni aportó ningún dinero para la compra de la misma.
El juez escucha ambas partes y se queda indeciso por un momento leyendo los documentos. De pronto, escucha a la mujer llorando y le dice: