Cuando surge la ausencia de ego, podemos reconocerla como tal: un momento de frescura, la percepción clara de un olor, de una impresión visual o de un sonido, una sensación de apertura a las emociones o pensamientos en lugar de cerrarnos en nuestros egos limitados y estrechos.
Cuando percibimos la amplitud de nuestras vidas, cuando sentimos un silencio en el diálogo continuo que mantenemos con nosotros mismos, cuando notamos de repente lo que tenemos ante nosotros, cuando miramos la realidad de manera fresca, clara y sin retoques, podemos reconocer estas experiencias como ausencia de ego. No tiene por qué ser algo muy importante; la ausencia de ego está constantemente a nuestra disposición en forma de frescura, apertura, deleite en las percepciones de nuestros sentidos.