La realidad siempre es concreta, pero los conceptos sólo pueden acercarse a la realidad si son abstractos. Cada uno de nosotros tenemos unas peculiaridades que nos son esenciales — salen de nuestra identidad esencial — que es algo específico lo que hace que cada uno sea uno, y para lo cual no existe adjetivo que lo defina. No sirven las palabras. Entonces, si al intuir eso específico de una persona me formo una imagen y la registro en la memoria, en un recuerdo, la he cristalizado en un solo aspecto de su ser, y además aprisionada en un concepto que le queda chico, porque es incapaz de definir lo que captó la intuición.
La persona es siempre evolutiva, en movimiento, mostrando distintas y continuas facetas que son infinitas y no se pueden fijar. Párate a escuchar a una persona — pero con la mente limpia de recuerdos y conceptos prefijados de ella — y verás cómo te sorprende a cada instante con facetas desconocidas, siempre nuevas e imprevisibles.
Ahora piensa que, si al hombre no se le puede clasificar, a Dios que es la Unidad, menos.