Todos somos canciones diferentes del mismo cantor, gestos diferentes del mismo bailarín.
Cada ser es una canción de Dios: único, individual, incomparable, irrepetible, pero que procede de la misma fuente. Cada canción posee su propio sabor, su propia belleza, su propia música, su propia melodía, pero el cantor es el mismo. Todos somos canciones diferentes del mismo cantor, gestos diferentes del mismo bailarín.
Empezar a sentir es meditación. Entonces el conflicto desaparece, los celos se vuelven imposibles, la violencia impensable, porque en todo el mundo solo están nuestros propios reflejos.