La verdadera pregunta no es más que una cápsula en la que está oculta la respuesta, un duro caparazón que protege la contestación delicada que lleva dentro. Es una corteza que rodea a una semilla.
Noventa y nueve de cada cien preguntas son tonterías, y debido a esas noventa y nueve preguntas no eres capaz de formular la pregunta realmente valiosa. Estas rodeado por noventa y nueve clamores y gritos que no permiten que en ti surja la verdadera pregunta. Esta posee una voz muy silenciosa, serena y pequeña, y las irreales son grandes farsantes. Por ellas no puedes formular la pregunta adecuada ni encontrar la respuesta apropiada.