domingo, 30 de junio de 2013

SOLIDARIDAD DE IDA Y SOLIDARIDAD DE VUELTA


Para mí, hay por lo menos dos tipos de solidaridad. Hay una solidaridad que yo llamo de ida y otra que llamo de vuelta. Porque estoy seguro de que hay dos maneras de querer ayudar al prójimo.

En la solidaridad de ida, lo que sucede es que veo al otro que no tiene, veo al otro que sufre, veo al otro que se lamenta, y entonces me pasa algo. Por ejemplo, me pasa que me doy cuenta que yo podría estar en su lugar y me identifico con él, y siento el miedo de que me pase lo que a él le está pasando. Entonces lo ayudo.

Me vuelvo solidario porque me da miedo que me pase a mí lo que le pasa a él.

Esta ayuda está generada por el miedo que proviene de la identificación y actúa como una protección mágica que me corresponde por haber sido solidario. Es la solidaridad del conjuro. Una ayuda “desinteresada” que, en realidad, hago por mí. No por el otro.

Pariente cercana de esta solidaridad es la solidaridad culposa, aquella que se genera de la nefasta matriz de algunas ideas caritativas... Cuando veo al que sufre y padece, un horrible pensamiento se cruza por mi cabeza sin que pueda evitarlo: “Qué suerte que sos vos y no yo”.

Y decido ayudar porque no soporto la autoacusación que deviene de este pensamiento.

Otra razón de ida es que yo crea en una suerte de ley de compensaciones. Se anda diciendo por ahí que, si te doy, en realidad me vuelve EL DOBLE...

Hay gente que sostiene con desparpajo que da porque así va a recibir. Es la solidaridad de inversión.

Esto no quiere decir que no suceda, pero en todo caso es una razón de ida.

Existe también una solidaridad obediente, que parte de lo que mi mamá me enseñó: que tenía que 
compartir, que no tenía que ser egoísta y tenía que dar... Estoy satisfaciendo a mi mamá, o al cura de mi 
parroquia, o a la persona que me educó. Estoy haciéndole caso, no sé si me lo creo, pero así me enseñaron y
así repito. Nunca me puse a pensar si esto es lo que quiero hacer. Sólo sé que hay que hacerlo, y entonces lo 
hago. Esta es la solidaridad más ideológica, más ética y más moralista, pero de todas maneras es de ida.

Por último, existe una solidaridad que yo llamo la solidaridad de “hoy por ti mañana por mí”; la que piensa 
en la protección del futuro. Desde el imaginario futuro negro aseguro que si me toca, algún otro será solidario 
conmigo, cuando yo esté en el lugar del que padece.

Cualquiera sea el caso, de conjuro, culposa, de inversión, de obediencia o de “hoy por ti, mañana por mí”, 
toda esta solidaridad es de ida y, por supuesto, no tiene nada de altruista.

Y ahora yo sé que puedo elegir dar o no dar.
Entonces, conquisto el espacio donde todo esto no es más... importante.
Conquisto lo que yo llamo la autodependencia.
Y ahí descubro que mi valor no depende de la mirada del afuera.
Y me encuentro con los otros, no para mendigarles su aprobación, sino para recorrer juntos algún trecho 
del camino.

Y descubro el amor y, con él, el placer de compartir.

Acá es donde aparece la segunda posibilidad de ser solidario.
Acá me encuentro con alguien que sufre y descubro el placer de dar.
Y doy por el placer que me da a mí dar.
Esa es la solidaridad del camino de vuelta.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

TODAVÍA ME MIRA, TODAVÍA PREGUNTA POR MÍ


Distorsión cognitiva: Minimizar los defectos de la pareja o la relación, impiden alcanzar la posición realista mencionada, y fortalece irracionalmente la conducta del apego.

NOVENA EXCUSA. "Todavía me mira”,“Todavía pregunta por mí”

La necesidad de mantener el amor a toda costa, puede llevar a interpretar ciertos hechos aislados como indicadores de que todavía hay amor. Una llamada telefónica de la persona que “supuestamente” nos ama, puede estar motivada por muchas cosas distintas al amor: una simple nostalgia pasajera, confirmar un chisme, sentimientos de pesar o de culpa. Uno de mis pacientes, recién separado, interpretaba las llamadas de su ex mujer para pedirle dinero como indicios de reconciliación: “Creo que le estoy haciendo falta”. Sus ilusiones terminaron abruptamente cuando le llegó una demanda por alimentos.

Una mirada puede significar que todavía le gustas a tu “ex”, pero eso nada tiene que ver con el afecto. Puede tratarse de “atracción recordatoria”, reminiscencias hormonales o incluso estéticas. Una mirada puede estar originada en la intriga de ver “cómo se vistió o con quién anda. Si la mirada está impregnada de picardía y seducción, es posible que haya algo más, pero no significa necesariamente proximidad afectiva.

De manera similar, si preguntan por ti el motivo puede ser pura y simple curiosidad. Antes de entusiasmarte, asegúrate de la razón. Una de mis pacientes se alegraba muchísimo de que su ex novio (que la había dejado por otra después de cinco años de noviazgo, sin previo aviso y a “palo seco”) indagara de vez en cuando por ella. La duda se había vuelto preocupante y metódica: “¿Por qué pregunta por mí?”, “Si ya no me quiere, ¡por qué anda averiguando cosas mías?”. La mala interpretación la llevaba a vislumbrar rastros de un afecto que había dejado de existir hace tiempo. Cuando le pedí que eliminara la incertidumbre, se quitara el dilema de encima y hablara con él, accedió. El experimento fue muy productivo, aunque doloroso. Descubrió que el supuesto “interés” del amor de su vida, no era otra cosa que una forma de expiar la culpa por haberla abandonado. El hecho determinante y cruelmente definitivo fue cuando él decidió hacer de Cupido: “Yo sé que no soportas la soledad y quiero ayudarte…Me gustaría presentarte un amigo que llegó de estados Unidos y quiere conocer gente…”. A veces hay que sujetar al toro por las astas y destruir las quimeras que nos impiden enterrar la relación. La estrategia más recomendable en estos casos es cambiarse inmediatamente de carril: eliminar la angustia de la espera: “ojalá fuera posible”, por el sufrimiento realista de la sana resignación: “No hay nada que hacer”.

El amor no es un mapa de indirectas y claves que hay que descifrar las veinticuatro horas para saber cuándo, dónde y cómo nos van a amar. En una buena relación no hay mucho que traducir porque se habla el mismo idioma, y aunque existen dialectos, son variaciones de una misma lengua. La mejor manera de ser un buen decodificador afectivo es conectar la antena a tierra.

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...