domingo, 4 de noviembre de 2012

EL MONARCA DE LA MENTE



Observa al vacío monarca de la mente; misterioso, sutil, insondable, carente de forma y de sustancia y, sin embargo, con gran poder espiritual, capaz de extinguir mil problemas y de perfeccionar diez mil virtudes. Aunque vacío en esencia, puede ser un guía. Si lo observas no tiene forma; si lo llamas, tiene una voz. Actúa como un gran líder espiritual; como una disciplina mental que transmite las escrituras.

De manera parecida a la sal en el agua, como la sustancia adhesiva del color, no cabe duda de que está allí, aunque no puedas ver su forma; así es el monarca de la mente; morando en el interior del cuerpo y saliendo y entrando a través de los sentidos responde libremente a los seres según sus diferentes estados, sin nada que se lo impida, triunfando en todo cuanto lleva a cabo.

Cuando comprendes lo fundamental, percibes la mente; cuando percibes la mente, ves a Buda. La mente es Buda y Buda es la mente. Al ser consciente de la mente búdica, la mente búdica es consciente de Buda. Si quieres realizarte pronto, disciplina tu mente, regúlate a ti mismo. Una vez purificados los hábitos y la mente, la mente misma es Buda; no existe otro Buda que el monarca de la mente.

Si quieres alcanzar la Budeidad, no permitas que nada te oscurezca. Aunque la esencia de la mente sea el vacío, la sustancia de la codicia y de la ira tiene solidez. Para entrar por la puerta que conduce a la fuente, siéntate con el cuerpo erguido y sé Buda. Una vez alcanzada la otra orilla, obtendrás las perfecciones.

Si buscas el camino, observa tu propia mente. Al hacerlo descubrirás que Buda está dentro de ti, y dejarás de buscarlo fuera, la mente es Buda, y Buda es la mente. Si tu mente es clara, percibes a Buda y comprendes la mente que percibe. La mente no está separada de Buda y Buda no está separado de la mente. A no ser por Buda, todo sería insondable; nada se podría comprender.

Si te apegas a la vacuidad, y permaneces en la quietud, fluctuarás hasta llegar a hundirte: la mente de los budas y bodisatvas no permanece en este estado. Las personas elevadas que han conseguido aclarar su mente comprenden este místico mensaje; al sublimar el cuerpo y la mente de modo natural, sus acciones se vuelven inmutables. De ahí que el sabio libere su mente para que sea libre e independiente.

No digas que el monarca de la mente carece de naturaleza esencial; de hecho, puede hacer que el cuerpo físico lleve a cabo acciones incorrectas o correctas. No es ni el ser ni el no-ser, se oculta y manifiesta con absoluta libertad. Aunque la mente en esencia sea vacía, puede ser vulgar o santa: por lo tanto te animo a que la cuides con gran esmero, un momento de extravío y puedes volver a fluctuar y hundirte.

El conocimiento de la pura y clara mente es equiparable al valor del amarillo oro para el mundo; todo el tesoro espiritual de sabiduría está en el cuerpo y en la mente. El tesoro espiritual no-creado no es ni superficial ni profundo. Los budas y bodisatvas comprendieron esta mente primordial; para los que tienen la suerte de encontrarla, no pertenece al pasado, ni al futuro, ni al presente.

Fu Shan-hui (487-569)
Enseñanzas del Zen

EL MIEDO ABSURDO


Había una vez un hombre que padecía de un miedo absurdo, temía perderse entre los demás. Todo empezó una noche, en una fiesta de disfraces, cuando él era muy joven. Alguien había sacado una foto en la que aparecían en hilera todos los invitados. Pero al verla, él no se había podido reconocer. El hombre había elegido un disfraz de pirata, con un parche en el ojo y un pañuelo en la cabeza, pero muchos habían ido disfrazados de un modo similar. Su maquillaje consistía en un fuerte rubor en las mejillas y un poco de tizne simulando un bigote, pero disfraces que incluyeran bigotes y mofletes pintados había unos cuantos. Él se había divertido mucho en la fiesta, pero en la foto todos parecían estar muy divertidos. Finalmente recordó que al momento de la foto él estaba del brazo de una rubia, entonces intentó ubicarla por esa referencia; pero fue inútil: más de la mitad de las mujeres eran rubias y no pocas se mostraban en la foto del brazo de piratas.

El hombre quedó muy impactado por esta vivencia y, a causa de ello, durante años no asistió a ninguna reunión por temor a perderse de nuevo.

Pero un día se le ocurrió una solución: cualquiera fuera el evento, a partir de entonces, él se vestiría siempre de marrón. Camisa marrón, pantalón marrón, saco marrón, medias y zapatos marrones. “Si alguien saca una foto, siempre podré saber que el de marrón soy yo”, se dijo.

Con el paso del tiempo, nuestro héroe tuvo cientos de oportunidades para confirmar su astucia: al toparse con los espejos de las grandes tiendas, viéndose reflejado junto a otros que caminaban por allí, se repetía tranquilizador: “Yo soy el hombre de marrón”.

Durante el invierno que siguió, unos amigos le regalaron un pase para disfrutar de una tarde en una sala de baños de vapor. El hombre aceptó gustoso; nunca había estado en un sitio como ése y había escuchado de boca de sus amigos las ventajas de la ducha escocesa, del baño finlandés y del sauna aromático.

Llegó al lugar, le dieron dos toallones y lo invitaron a entrar en un pequeño box para desvestirse. El hombre se quitó el saco, el pantalón, el pullover, la camisa, los zapatos, las medias... y cuando estaba a punto de quitarse los calzoncillos, se miró al espejo y se paralizó. “Si me quito la última prenda, quedaré desnudo como los demás”, pensó. “¿Y si me pierdo? ¿Cómo podré identificarme si no cuento con esta referencia que tanto me ha servido?”

Durante más de un cuarto de hora se quedó en el box con su ropa interior puesta, dudando y pensando si debía irse... Y entonces se dio cuenta que, si bien no podía permanecer vestido, probablemente pudiera mantener alguna señal de identificación. Con mucho cuidado quitó una hebra del pulóver que traía y se la ató al dedo mayor de su pie derecho. “Debo recordar esto por si me pierdo: el que tiene la hebra marrón en el dedo soy yo”, se dijo.

Sereno ahora, con su credencial, se dedicó a disfrutar del vapor, los baños y un poco de natación, sin notar que entre idas y zambullidas la lana resbaló de su dedo y quedó flotando en el agua de la piscina. Otro hombre que nadaba cerca, al ver la hebra en el agua le comentó a su amigo: “Qué casualidad, éste es el color que siempre quiero describirle a mi esposa para que me teja una bufanda; me voy a llevar la hebra para que busque la lana del mismo color”. Y tomando la hebra que flotaba en el agua, viendo que no tenía dónde guardarla, se le ocurrió atársela en el dedo mayor del pie derecho.

Mientras tanto, el protagonista de esta historia había terminado de probar todas las opciones y llegaba a su box para vestirse. Entró confiado, pero al terminar de secarse, cuando se miró en el espejo, con horror advirtió que estaba totalmente desnudo y que no tenía la hebra en el pie. “Me perdí”, se dijo temblando, y salió a recorrer el lugar en busca de la hebra marrón que lo identificaba. Pocos minutos después, observando detenidamente en el piso, se encontró con el pie del otro hombre que llevaba el trozo de lana marrón en su dedo. Tímidamente se acercó a él y le dijo: “Disculpe señor. Yo sé quién es usted, ¿me podría decir quién soy yo?”

JORGE BUCAY
El Camino de la Autodependencia

sábado, 3 de noviembre de 2012

¿ENCAJAS EN EL MUNDO?




ACEPTAR CON AMOR Y RESPETO ABSOLUTOS


Pregunta:
Osho,
Soy un pecador. ¿Yo también puedo convertirme en tu sannyasin?

¡Sí, por supuesto! En realidad, sólo los pecadores pueden convertirse en sannyasins. Las personas que se consideran santas o más beatas que tú están cerradas, están muertas. No son capaces de vivir, no son capaces de celebrar.
El sannyas es la celebración de la vida, y el pecado es natural, es natural en el sentido de que eres un ser inconsciente. ¿Qué puedes hacer? Dentro de la inconsciencia es inevitable cometer pecados. Pecar significa simplemente no saber lo que haces, no darte cuenta, y por eso todo lo que haces está mal. Pero el hecho de reconocer que "soy un pecador" ya es el principio de la auténtica virtud. Darte cuenta de que "soy ignorante" es el primer atisbo de la sabiduría...

Toda acción que resulta de la inconsciencia es pecado...

Mi sannyas es esto: vive tu vida de forma natural añadiéndole solamente una cosa, conciencia, y así el pecador se convertirá en sabio. El pecador se convierte en sabio por medio de la conciencia; el pecador se convierte en un santo desarrollando su carácter.
Yo no predico el carácter, yo predico la conciencia. Por lo tanto, no me importa que hayas sido un pecador ni que hayas cometido toda clase de pecados; para mí, eso es irrelevante. Se entiende que es lo único que puedes hacer dentro de tu inconsciencia.
Yo te acepto con amor y respeto absolutos..."

Osho,
Ven otra vez, ven.
Celebrando la alegría de la vida
Fuente: Osho Maestro Blog

EL AHORA





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