sábado, 15 de septiembre de 2012

LA NUBE Y LA DUNA


Una joven nube nació en mitad de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero ni siquiera tuvo tiempo de crecer allí: un fuerte viento empujó todas las nubes hacia África. Sólo que, al llegar al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y debajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara.

Como a las nubes jóvenes les ocurre lo mismo que a los jóvenes humanos, nuestra nube decidió separarse de sus padres y de sus amigos de infancia para correr mundo.

- ¿Qué estás haciendo? -se quejó el viento-. ¡El desierto es siempre igual! ¡Vuelve a la formación y vamos al centro de África, donde hay montañas y árboles deslumbrantes!

Pero la joven nube, rebelde por naturaleza, no obedeció; después de mucho pasear, se dio cuenta de que una de las dunas le sonreía. Vio que también ella era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. En ese mismo instante se enamoró de su cabellera dorada.

- Buenos días -le dijo-. ¿Cómo es la vida allí abajo?

- Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive por ahí arriba?

- También están el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.

- Para mí, la vida es corta -dijo la duna-. Cuando el viento regrese de los bosques, desapareceré.

- ¿Y eso te entristece?

- Me da la impresión de que no sirvo para nada.

- A mí me pasa lo mismo. En cuanto sople un viento nuevo, me marcharé hacia el sur y me transformaré en lluvia. En cualquier caso, ése es mi destino.

La duna caviló un poco y, al cabo, dijo:

- ¿Sabías que, aquí en el desierto, nosotros llamamos a la lluvia "el Paraíso"? He escuchado varias leyendas de las que cuentan las viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, nosotras nos quedamos cubiertas de hierba y de flores. Pero nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy raro que llueva. 

- Si quieres, yo puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, ya estoy enamorada de ti, y me gustaría quedarme aquí para siempre.

- Nada más verte por primera vez en el cielo, yo también me enamoré -dijo la duna-, pero si transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, acabarás muriendo.

- El amor nunca muere -dijo la nube-. Apenas se transforma; y yo quiero mostrarte el Paraíso.

Y se puso a acariciar a la duna con pequeñas gotas, durante mucho tiempo, hasta que apareció el arco iris. Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección al centro de África pensaban que eso era parte del bosque que estaban buscando y dejaban caer más lluvia. Veinte años más tarde, aquella duna se había transformado en un oasis, donde los viajeros se refrescaban a la sombra de los árboles.

Todo porque, un día, una nube enamorada no había tenido miedo de dar su vida por amor.

Paulo Coelho
“Como el río que fluye”

viernes, 14 de septiembre de 2012

MORIR ANTES DE MORIR


PARÁBOLA DEL CARACOL

Aquel pequeño caracol emprendió la ascensión a un cerezo en un desapacible día de finales de primavera. Al verlo, unos gorriones de un árbol cercano estallaron en carcajadas: «¿no sabes que no hay cerezas en esta época del año?» El caracol, sin detenerse, replicó: «no importa. Ya las habrá cuando llegue arriba». Llegara o no llegara, el caracol ya las anticipaba en su imaginación comenzando a subir con suma modestia.

La paciencia es la semisuma de un trabajo modesto y de una imaginación potente que anticipa el resultado, es decir, de una mirada positiva y pro-positiva.

FILÓSOFOS


LA MUERTE

“La muerte despoja a la vida de toda seriedad.”
P.Valery
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