lunes, 18 de enero de 2016

UNA VISIÓN COLECTIVA


Hay un joven que es vegetariano, no porque sea fanático o dogmático, sino por una cuestión de conciencia. No come carne de animales, porque no tiene corazón para hacerlo. Su padre estaba muy disgustado por ello y en su casa no había armonía ni alegría. El joven sabía que no podía dejar de ser vegetariano, porque si tenía que comer carne de animales sería muy desgraciado. No podía cambiar sólo por complacer a su padre, pero al mismo tiempo tampoco deseaba que siguiera aquel ambiente tan tenso. Pero para solucionar el problema no adoptó una actitud pasiva, sino que usó su inteligencia.

Un día llegó a casa con un vídeo y dijo: «Papá, he traído un documental maravilloso». Después puso el vídeo para que su padre y el resto de la familia lo vieran; era un documental sobre el sacrificio de animales. Su padre experimentó tanto sufrimiento al presenciar la muerte de aquellos animales que después de ver el documental no quiso comer más carne. La visión que le había transmitido su hijo fue directa, y no sólo una idea.

domingo, 17 de enero de 2016

LA HERMOSA SIRVIENTA


Érase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclavo. Compró a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.

¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.

El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:

«Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros».

Los médicos le respondieron:

«Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del corazón».

Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues olvidar decir «¡Insh Allah!» hace al hombre impotente. Los médicos ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.

Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto previsto. El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladó a la mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:

«Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!».

Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño. En su sueño, vio a un anciano que le decía: «¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es también un buen médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios».

Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.

Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:

«Mi verdadera amada eras tú y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!».

Se abrazaron y el sultán añadió:

«¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!».

Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:

«Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazón».

No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula. Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.

Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el amor la razón se encuentra como un asno tendido cuán largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.

El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes del palacio, extraños o amigos.

«Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas preguntas que hacer a la enferma».

La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultán. El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:

«¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?».

Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el pulso.

Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.

Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarkanda. Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que vivía en su barrio cuando ella había estado en aquella ciudad.

El médico le dijo entonces:

«No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán».

Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:

«Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente. No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías como regalo unos vestidos adornados con oro y plata».

El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarkanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:

«¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido».

A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído: «¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que sueñas?».

A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Éste lo honró mucho y le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.

Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el placer y en el gozo. La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.

Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer completamente.

Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.

El joyero decía: «Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré».

Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efímero no es amor.


Tomado del libro:


 150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī

SEPARACIÓN Y TRAUMA NO SON SINÓNIMOS


Una ruptura afectiva, puedes sacar provecho psicológico de ella. La siguiente guía de seis pasos, te ayudará a pensar ordenadamente la cuestión. 

5. SEPARACIÓN Y TRAUMA NO SON SINÓNIMOS 

Inconscientemente podrías estar desempeñando el papel de víctima, cuando no tiene por qué ser así. La lógica indica que salir de una mala relación sería más un motivo de festejo que de amargura, como los que salen de la cárcel o se salvan de una cirugía de alto riesgo. Si el matrimonio en el que estabas era excelente, ¿por qué tuvo lugar entonces la separación? Quizá no era tan «excelente». Un hombre estaba profundamente compungido porque su mujer lo había dejado por otro. Sesión tras sesión me hablaba de las virtudes de su ex esposa y de lo afortunado que era su nueva pareja por tenerla a su lado. Un día interrumpí sus apasionadas cavilaciones y le dije: «Su ex mujer le ha sido infiel durante casi tres años, lo echó a la calle sin la menor consideración, lo está demandando por la mitad de su salario y además se niega a dirigirle la palabra... ¿De qué extraordinaria persona me habla usted?». El hombre no pudo ocultar su asombro ante mis palabras (los enamorados creen que todos los demás también deben estarlo) y me preguntó: «¿Ella no le cae bien?». Mi respuesta fue honesta: «Si tuviera un hijo hombre, no la querría como nuera». Con el tiempo, mi paciente elaboró su pérdida de manera más realista y sin traumas «inventados». Magnificar las cualidades de la ex pareja en las primeras etapas de una separación es una respuesta paradójica que aparece en muchos casos. A los seis meses, con la cabeza más fría, el mismo hombre me decía: «¡No sé cómo pude estar con ella!». 

sábado, 16 de enero de 2016

¿YA TE CANSASTE DE TU CANSANCIO?


SOBRE EL DESEO DE FELICIDAD


Estaba diciendo que no queremos ser felices. Queremos otras cosas. O más exactamente: No queremos ser incondicionalmente felices. Estoy dispuesto a ser feliz siempre y cuando tenga esto y lo otro. Pero esto realmente es decirle a nuestro amigo o a nuestro Dios o a cualquiera: 

"Tu eres mi felicidad. Si no te tengo, me niego a ser feliz". 

Es muy importante comprender eso. No podemos imaginarnos la felicidad sin esas condiciones. Es muy cierto. No podemos imaginarnos la felicidad sin ellas. Nos han enseñado a cifrar en ellas nuestra felicidad.

De manera que eso es lo primero que debemos hacéis si queremos despertar, que es lo mismo que decir: 

Si queremos amar, si queremos ser libres, si queremos la alegría y la paz y la espiritualidad. 

En ese sentido, la espiritualidad es lo más práctico que hay en el mundo. 

Desafío a cualquiera a pensar en algo más práctico que la espiritualidad como la he definido. No como piedad, no como devoción, no como religión, no como adoración sino como espiritualidad - 

¡Despertar! ¡despertar! veamos la angustia que hay en todas partes, veamos la soledad, veamos el temor, la confusión, el conflicto en el corazón de la gente, el conflicto interno, el conflicto externo.

Imagínense ustedes que alguien les muestra la manera de librarse de todo eso. imagínense ustedes que alguien les muestra la manera de detener ese tremendo gasto de energía, de salud, de emoción que es el resultado de esos conflictos y de esa confusión. 

¿Les gustaría?
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