Hornstein fabricaba abrigos, pero el negocio andaba tan mal, que el pobre hombre no lograba dormir. "Cuenta ovejas", le aconsejó Slodnik, su amigo. "Es el remedio más conocido". ¿Qué pierdo con ensayar?‘, respondió Hornstein. "Lo intentaré esta noche".
Al día siguiente tenía los ojos más nublados que nunca. "Qué pasó?‘, le preguntó Slodnik".
-Pues que logré contar ovejas -se quejó Honrstein-. Conté hasta cincuenta mil. Después las esquilé y fabriqué cincuenta mil abrigos. Pero entonces se presentó el problema que me mantuvo despierto toda la noche: ¿de dónde saco los cincuenta mil forros?