miércoles, 25 de mayo de 2022

NO PUEDES ALCANZAR LA FELICIDAD NEGÁNDOTE A TI MISMO


Reprimir no es cambiar, es ocultar, para que te acepten tal y como no eres. Es hacerte 
daño por miedo a que no te quieran. Piensas que tienes una carencia, pero tu única falta es la falta de amor propio. De ti depende, lo que sientes te puede abrasar o tú lo puedes abrazar, es cuestión de una letra. «No puedes alcanzar la felicidad negándote a ti mismo.»

Sagar Prakash Khatnani




Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet

martes, 24 de mayo de 2022

WALTER RISO. DERECHO HUMANOS Y LA PAREJA. ART. 16


 

SE LLAMA CALMA Y ME COSTÓ MUCHAS TORMENTAS OBTENERLA


Se llama calma y me costó muchas tormentas.

Se llama calma y cuando desaparece…. salgo otra vez a su búsqueda.
Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar.

Se llama calma y cuando la locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar.

Se llama calma y llega con los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencios y más sabiduría.

Se llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir y dar.

Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.

Se llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar.

Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañía o el ruido del mar.

Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.

Se llama calma y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar.

Se llama calma, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar…


Dalái Lama

lunes, 23 de mayo de 2022

ENTENDIENDO EL SUFRIMIENTO DEL MUNDO






 

LA SANGHA DEL BUDA


Después de iluminarse al pie del árbol Bodhi, lo primero que hizo el Buda fue buscar los elementos que le permitiesen construir una sangha. El Buda sabía, como el doctor Martin Luther King más de veinticinco siglos después, que, en ausencia de sangha, no podría realizar su sueño y completar su trayectoria como buda. A falta de comunidad, de sangha, no son muchas las cosas que un buda puede hacer. Es como el músico que carece de instrumento. El Buda fue un excelente constructor de la sangha. En muy poco tiempo, estableció una sangha monástica compuesta por 1.250 personas. No siempre resultó fácil, pero fue aprendiendo sobre la marcha. También nosotros debemos aprender a crear una sangha.

Todos somos conscientes del sufrimiento que nos embarga y que embarga también al mundo que nos rodea. Queremos hacer algo que contribuya a reducir un sufrimiento cuya magnitud nos hace sentir impotentes. No parece que de forma aislada podamos hacer mucho para aliviar un sufrimiento que nos desborda y sume, en consecuencia, en la depresión y la enfermedad. Ese fue el sentimiento que el Buda experimentó siendo muy joven. Vio todo el sufrimiento que le rodeaba y se dio cuenta de que esa era una situación que ni siquiera un rey podía cambiar. Por ello decidió no convertirse en rey y emprender otro camino. Lo que le motivó a convertirse en monje y entregarse a la práctica fue en suma, su profundo deseo de ayudar a reducir el sufrimiento de la gente.

Monjas, monjes y practicantes laicos se sienten motivados por el mismo deseo que albergó el Buda de hacer algo que pueda aliviar el sufrimiento en el mundo y en nosotros mismos. El sufrimiento que hay en nuestro interior es un reflejo del sufrimiento del mundo. Por ello, cuando entendamos nuestro propio sufrimiento, entenderemos también el sufrimiento del mundo. Y cuando podamos transformar nuestro sufrimiento, podremos transformar también el sufrimiento del mundo. Eso fue precisamente lo que hizo el Buda.

Cuando yo era un joven monje en Vietnam, durante los años de la guerra, el sufrimiento era extraordinario. Murieron millones de personas, no solo soldados sino también civiles y no solo adultos sino también niños. El sufrimiento nos desbordaba y queríamos hacer algo que pusiera fin a la guerra. Entonces vimos con toda claridad que actuando aisladamente no podríamos hacer gran cosa y que si nos reuníamos como una sangha conseguiríamos mucho más.

Todo el mundo siente lo mismo. Nuestro planeta se ve desbordado por el odio. El mundo está saturado de violencia y sufrimiento. Si te dejas desbordar por la plaga de la impotencia, acabarás alienándote. Queremos hacer algo: primero sobrevivir y luego contribuir a reducir el sufrimiento. Y, como el Buda, vemos que, en ausencia de sangha, poco podremos hacer. Así es como nos unimos a la sangha y nos aferramos a ella, conscientes de que sin ella no hay forma de salir de la situación.

Comparado con el sufrimiento del mundo, es evidente que nuestro sufrimiento interior es insignificante. Esa comprensión relativiza y reduce de inmediato nuestro sufrimiento. Permanecer en contacto con el sufrimiento no solo nos hace sentir menos aislados, sino que atenúa también nuestro propio dolor. Al reunirnos como sangha, tenemos una aspiración común y también una energía, un deseo y una voluntad conjunta. Ese es el tipo de energía que nos ayuda a entender lo mucho que podemos hacer colectivamente. En mi opinión, el próximo buda no será un individuo, sino una sangha, porque ya no basta con un buda aislado. Tenemos que convertirnos en sangha.

Podemos reunirnos de un modo que alimente nuestra alegría, así como nuestra sensación de humanidad común. Sentimos alegría cuando hacemos cosas como sangha, sonriendo, cantando y trabajando juntos. Durante los periodos que pasamos juntos, desarrollamos nuestra felicidad, nuestra purificación y nuestra aspiración. En la medida en que nuestra aspiración crece, podemos afrontar mayores dificultades y emprender juntos algún tipo de acción que contribuya a reducir el sufrimiento del mundo.

Cuando trabajamos unidos como sangha, podemos generar mucha alegría, un tipo de alegría que no solo resulta individualmente curativa, sino que también contribuye a curar el mundo. En ausencia de la alegría proporcionada por la fraternidad, no llegaremos muy lejos. El amor-bondad no es amor romántico, sino solidaridad, comprensión, cuidado y protección. El llamado amor romántico es insuficiente porque tiene una vida muy breve, pero el amor derivado de la fraternidad es más permanente y capaz de sostenernos y ayudarnos a realizar nuestro propósito.

No podemos olvidar que, en ausencia de sangha y de auténtica unión, no podremos contribuir a transformar el sufrimiento y el miedo del mundo. Para liberar nuestra tensión y abrazar nuestros sentimientos dolorosos, tenemos que aprender a inspirar y espirar.

Cuando experimentamos sentimientos de miedo, enfado o desesperación, tenemos que saber cómo afrontarlos. Y cuando aparezca un conflicto, debemos saber cómo aplicar la escucha profunda y compasiva y el habla amable para restablecer la comunicación. Eso es algo que solo podremos hacer si sabemos cómo practicar. Nuestra práctica nos ayuda a transformar el sufrimiento del mundo, de nuestra comunidad, de nuestra familia y de nosotros mismos. En ausencia de sangha, sin embargo, la práctica no será sencilla.




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 22 de mayo de 2022

ESTAFAS EMOCIONALES


 

EL ÁGUILA REAL


Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba «¿Qué es eso?», preguntó a una gallina que estaba junto a ella.

«Es el águila, el rey de las aves», respondió la gallina. «Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de él».

De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.



Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

sábado, 21 de mayo de 2022

FISCALIZACIÓN DE LA PAREJA


 

ACEPTAR LA IMPERFECCIÓN


De nosotros mismos solo conocemos las mismas cosas, halagüeñas o dolorosas, a las que 
volvemos incansablemente. Creemos reflexionar, pero a menudo no hacemos sino escuchar el confuso murmullo de nuestra alma, y a veces nos extraviamos en los caminos de la violencia o la complacencia hacia nosotros mismos. 

Esta relación con nuestro yo es extraña: adoración y más tarde odio, calma aparente ante los demás y febril inquietud ante nosotros... ¿Cómo nos juzgamos para ayudarnos y no para violentarnos o castigarnos? ¿Cómo vivir siendo simplemente amigos de nosotros mismos? ¿Cómo encontrar el justo equilibrio entre exigencia y benevolencia que caracteriza una relación amistosa? Aceptándonos, aunque seamos imperfectos. Aceptarse para cambiar y evolucionar. Para nacer en nosotros mismos.

Christophe André



Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
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