miércoles, 2 de febrero de 2022

LA TRISTEZA Y LA FURIA


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde 
los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...

En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...

Un estanque maravilloso.

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque.

La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida - sin saber por qué - se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

martes, 1 de febrero de 2022

31.IMAGINACIÓN COMPULSIVA I. HACIENDO MUNDOS BASURA.


La imaginación humana (imagen-en-acción) 
dispone de funciones contradictorias.

Intenta llevar a la práctica cuanto es capaz de imaginar: “los buenos cosas buenas; los malos, cosas malas” unilateralmente, olvidándose los unos de los otros, intentando exterminarlos, compitiendo con la fuerza de la fuerza, la fuerza de la razón, la razón de la fuerza y vuelta a empezar. 

Parece tratarse de una pulsión de progreso, un instinto específicamente humano desarrollado culturalmente pero presente en la mayoría de los animales que encuentran maneras nuevas de adaptación a los cambios que no siempre resultan exitosas, incluso se puede intuir que la mayoría no lo consiguen.

La fuerza del impulso es esa pero la forma, la aportan las comunicaciones desgraciadamente cotidianas y comparables para todos con la misma “inocua candidez” con la que se han visto durante siglos, las venenosas costumbres del uso de las drogas sociales como el alcohol y el tabaco.

Pongo el caso de películas y programas de televisión diarias y subvencionadas en las que comentarios, noticias y ficción repiten articulada, confusa, metódica y pedagógicamente el plato alimenticio dirigido a los condicionados consumidores de esa religión. 

La ilimitada necesidad de impresionar, de emocionar paralizando al papanatas del cliente que “con fe sostiene el mando a distancia”, no sólo creyéndose inmunes (es inconcebible que los maestros, profesores, catedráticos y padres de familia estén tan callados a menos que se deba a que se alimentan también así) sino disfrutado de la realidad única cuando están siendo entretenidos para que se les graben los anuncios como hace el encantador de serpientes que las distrae con movimientos de la mano, la cabeza o la flauta (pero en la mayoría de los casos habiéndoles quemado las glándulas venenosas y arrancado los colmillos, claro). 

En resumen, asunto de dinero con todas las autojustificaciones pertinentes. La basura física va siendo lentamente reciclada de las ciudades. La basura mental, la contaminación mental permite que el listón se suba constantemente, más y más, llegando a la evidente contradicción resultante, visible para algunos, de carácter canibalesco, como presenciar muertes, sangre, catástrofes, bombas, desmembramientos… justamente a la hora de comer. ¿Será un adiestramiento? ¿Una degeneración mental? ¡Si al menos nos desapegase de la vida y de la muerte!



Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

RECHAZANDO LA VIDA


 

lunes, 31 de enero de 2022

LA TRANSFORMACIÓN DE LAS SEMILLAS EN PLANTAS


 

LA INSEPARABILIDAD DE SÍ MISMO Y EL MUNDO


 

HUI-HAI, EL PINTOR


A Hui-Hai, un pintor zen, el Emperador de la China le encargó que pintara algunas flores para su palacio. Hui-Hai dijo, «Entonces tendré que vivir con las flores».

Pero el Emperador le dijo, «No hay porqué. En mi jardín están toda clase de flores. Ve y pinta!»

Hui-Hai dijo, «A menos que sienta las flores, ¿cómo voy a poder pintarlas? He de conocer su espíritu. Y ¿cómo voy a conocer el espíritu a través de los ojos? Y ¿cómo puede tocarse el espíritu con las manos? Por eso tendré que vivir íntimamente con ellas. A veces, con los ojos cerrados, sentado a su lado, percibiendo el aroma que comunica, percibiendo el perfume que llega, puedo permanecer en una silenciosa comunión con ellas. A veces la flor es sólo un capullo, a veces la flor florece. A veces la flor es joven y su humor es distinto, y a veces la flor se vuelve vieja y le ronda la muerte. Y a veces la flor es feliz y gozosa, y a veces la flor está triste. ¿Cómo voy simplemente a ir y pintar? Tengo que vivir con las flores. Y esa flor que nació, un día morirá. Debo conocer toda su biografía. Debo vivir con ella desde su nacimiento hasta su muerte, y debo percibirla en su multiplicidad de estados.

He de percibir cómo se siente por la noche con la oscuridad rondándola, y cómo se siente por la mañana cuando el sol ha salido, y cómo cuando un pájaro vuela y otro canta; cómo se siente la flor entonces. Cómo se siente cuando llegan los vientos tormentosos, y cómo se siente cuando todo está silencioso... Debo conocerla en su multiplicidad de ser, íntimamente, como un amigo, como un participante, como un espectador, como un amante. ¡He de relacionarme con ella! Únicamente entonces puedo pintarla y así y todo no puedo prometer nada porque una flor es una cosa tan vasta que puede que no sea capaz de pintarla. Por eso no puedo prometer nada, sólo puedo intentarlo».

Pasaron seis meses y el Emperador se puso impaciente. Entonces preguntó, «¿Dónde está ese Hui-Hai? ¿Está todavía tratando de estar en comunión?»

El jardinero contestó, «No podemos molestarle. Ha intimado tanto con los árboles que, a veces, al pasar junto a su lado no sentimos que haya allí un hombre. Se ha convertido en un árbol. Sigue en contemplación».

Habían pasado seis meses. El Emperador llegó y dijo, «¿Qué estás haciendo? ¿Cuándo vas a pintar?»

Hui-Hai dijo, «No me molestes. Si tengo que pintar debo olvidarme del pintar completamente. ¡No me lo recuerdes de nuevo! ¡No me molestes! ¿Cómo voy ha vivir en intimidad si albergo algún propósito? ¿Cómo va a ser posible la intimidad si permanezco aquí como pintor y tratando de intimar únicamente porque he venido a pintar? ¡Qué tontería! No hay lugar para negocios aquí; no vuelvas otra vez. Cuando llegue el momento vendré por mí mismo, pero no puedo prometerlo. Puede que el momento adecuado llegue o puede que no llegue».

Y durante tres años el Emperador esperó. Entonces Hui-Hai se presentó en la corte real y le dijo al Emperador: «He venido para decirte que no puedo pintar porque el hombre que deseaba pintar ha desaparecido».



FUENTE: OSHO: ‘La Alquimia Suprema’, Volumen 1, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com
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