El amor democrático: Tres valores guía
Un amor sin valores que lo guíen es un amor a la deriva, desorientado no me refiero a las virtudes convencionales sino a una política del amor, en la cual podamos construir una relación pluralista, flexible y horizontal. Amor de igual a igual, duela a quien le duela. A veces, es conveniente poner el romanticismo en remojo, modular el arrebato que ocurre de la cintura para abajo y analizar con cabeza fría si la relación afectiva en la que estamos vale la pena. No estas pagando una penitencia, por tanto, el primer deber es para con tu persona.
Valentía y afrontamiento, así no seamos héroes y sólo estemos sentando precedentes.
Los siguientes valores guía (solidaridad, reciprocidad y autonomía) te servirán para ubicar el amor en un sitio mejor y más gratificante. La ausencia de cualquiera de ellos hace insostenible cualquier relación, por más buena voluntad, que tengan los implicados. Estos principios representan valores centrales, exigencias fundamentales, dentro de las cuales debe moverse el amor de pareja para construir una relación estable y satisfactoria. Por eso, ninguno de ellos es negociable, o al menos no debería serlo para alguien que se ama a sí mismo
Primer valor: De la fusión/comunión, al amor solidario
"Mi clon","mi media naranja","mi complemento","mi alma gemela": pura adicción, pura simbiosis. Querer ser uno, donde hay dos, ¿habrá mayor obstinación? Amor de comunión: cuerpo y alma fundidos. Y no me refiero necesariamente a lo sacramental, lo cual es respetable según las creencias religiosas de cada cual, sino a la connotación mística del término. La fusión radical implica tener la misma fe, la misma disciplina y la misma unidad de espíritus. Es apenas obvio que en semejante amalgama de personalidades no haya nada que dividir, ni partición de bienes ni de cuerpos. No habrá "yoes", no habrá individualidades.
Estar fusionado con la pareja es cambiar la autonomía por una conciencia que se pierde en el ser amado y ambos en el universo: amor cósmico. Cuando le pregunto a los asistentes a mis conferencias, cuántos de ellos se sienten totalmente identificados (fusionados, diluidos,"en comunión") con su pareja, sólo levantan la mano dos o tres personas. ¿No sería mejor, más fácil y pragmático, al menos para los que no vivimos en un "plano astral", aterrizar la cuestión y buscar una forma de unión más compatible con lo que en verdad somos?
Josefina era un ama de casa de 37 años de edad, con dos hijos pequeños, casada desde hacía seis años. Me la había remitido un dermatólogo debido a una alergia de corte psicosomática, probablemente relacionada con una personalidad encapsulada. Era una mujer tímida con dificultades para expresar emociones, especialmente las negativas. Pedro, su esposo, era un comerciante de temperamento fuerte, decidido y emprendedor. No sólo era el "rey de la casa", sino que actuaba de manera extremadamente paternalista con ella. Sin embargo, el amor que sentía por su mujer había disminuido considerablemente en el último año: "La veo tan débil e insegura. La gente la manipula, es demasiado ilusa y sumisa". Cada vez que Pedro expresaba sus quejas, la repuesta de Josefina era la misma:"No importa lo que digas, siempre estaremos juntos. Ninguno puede vivir sin el otro y tú lo sabes". Ella actuaba como si los años (estaban juntos desde la adolescencia) les hubieran otorgado una exención a los problemas naturales de la vida en pareja y Censaba que la situación con Pedro se subsanaría de forma milagrosa. Sin embargo, él se mostraba cada vez más indiferente y lejano. No había agresión física por parte de él, pero sí manifestaciones de desprecio y malestar. A pesar de todo, Josefina se mantenía firme en sus ideas: "Lo que el amor unió, nadie podrá separarlo". En una ocasión en que la confronté más directamente, me miró extrañada y me dijo:"¿Pero cómo se va terminar la relación, si él es mi esposo?" Cuando decidió ir a terapia, ya era tarde. Pedro ya no la amaba.
Lo que quiero destacar en este caso es de qué manera la idea de la comunión/fusión puede llevar, subrepticia o abiertamente, a que las personas asuman una curiosa forma de resignación patológica frente a una relación en decadencia.
Tres aclaraciones:
1. Ser una unidad afectiva significa estar inmerso en un conjunto indiferenciado de pasiones donde lo particular se anula en el todo. Es como si tuviéramos agua en la que no pudiéramos distinguir el hidrógeno del oxígeno. Va no eres tú, eres otra cosa producto de la mezcla. Por el contrario, estar unidos afectivamente implica tener un lazo, un vínculo, que por más estrecho que sea, mantiene la diferencia. Si eres "una unidad" con tu pareja, te perdiste. Debes buscarte a ti mismo en el revoltijo afectivo y pasar del "ser de" al "estar con". Es cuestión de dignidad y de respiro.
2. Hay, al menos, dos maneras de involucrarse en una relación: pertenecer o participar. Pertenecer es identificarse de lleno con la pareja y/o mimetizarse en ella, tal como lo hace el camaleón, cuando se confunde con el ambiente donde habita para sobrevivir a los depredadores. "Pertenecer" a la pareja es volverse totalmente semejante a ella y renunciar a la propia singularidad. Por eso, el sentido de pertenencia hay que tomarlo con pinzas. "Ser" de un equipo, un grupo o una institución puede convertirse fácilmente en fanatismo y extraviarse en la obediencia debida. Por el contrario, participar en una relación afectiva significa estar vinculado de manera activa y no pasiva. Se está allí porque se quiere, en pleno uso de la individualidad, ejerciendo el derecho a disentir. En esta lógica participativa, tal como la llama Savater, el autoritarismo y las distintas formas de dominación no tienen cabida. Si estás enamorado o enamorada, no perteneces a tu pareja, participas en una relación. No eres parte de la persona que amas. Aquí no hay costillas extirpadas ni nada por el estilo. Eres participante activo del enlace que ha producido la conjunción del amor, las metas, los valores, los deseos y muchas cosas más. En realidad, no formas parte del "club de los enamorados" ni de "la legión de súper casados", porque no existe tal cosa.
3. La palabra comunión no debe confundirse con "comunidad". En la comunión no hay división, sino un conjunto donde cada una de las partes desaparecen en el todo. Es la fusión psicológica, afectiva y espiritual del enamoramiento que genera un fenómeno emergente: una sola alma, al menos en teoría. En este tipo de exaltación, la percepción se distorsiona hasta crear la sensación y la convicción de que todo se incorpora a un nuevo compuesto que contiene a ambas personas. No es estar con, sino estar en. Por su parte, el sustantivo comunidad, según la Enciclopedia Oxford de filosofía, se define como: "Grupo de personas que llevan una vida en común asentada sobre relaciones recíprocas". Las relaciones de pareja pueden ser consideradas una comunidad amorosa de dos, una díada, donde los miembros se afectan mutuamente y establecen vínculos de correspondencia. La relación comunitaria se basa en lo que tenemos en común y no en una concordancia absoluta. El amor de dos es un intercambio de información, emociones, ternura y fluidos.
Ser "el uno para el otro" hace que la relación sea completamente predecible. En el canibalismo afectivo, ya no tendrás nada que compartir porque todo está dicho. Por eso, el amor/fusión, tarde que temprano, termina deslizándose peligrosamente hacia el más pesado aburrimiento.
Por todo lo anterior, te propongo adoptar el valor guía de la solidaridad en lugar de la tradicional fantasía de fusión y absorción emocional. Amor solidario: estar unidos, en comunidad y de manera participativa. Amarte en la diferencia es amarte dos veces.
La solidaridad implica actuar a favor de alguien cuyos intereses se comparten, es decir, al defender los suyos, defiendes también los tuyos (parafraseando a Comte-Sponville). Es una forma de administrar dos narcisismos: "Dado que nadie está exento de egoísmo, intentemos serlo juntos, inteligente y amorosamente", como dice la filósofa Adela Cortina. La solidaridad también tiene una dimensión universal. Cortina, en el libro El mundo de los valores, dice que esta solidaridad universal se da "cuando las personas actúan pensando no sólo en el interés particular de los miembros de un grupo, sino también de todos los afectados por las acciones que realiza el grupo. Si la benevolencia y la ternura se suman a la" solidaridad; no hay egoísmo que resista. No necesitas un viaje a la estrellas o .perderte en la fascinación de. los poetas (aunque no sobra) para encontrarle sentido a tu relación.
Tu relación es solidaria cuando:
En los momentos difíciles de la pareja, los dos están presentes.
Cada uno se preocupa por el bienestar del otro.
Cada quien defiende al otro y la relación, si se ven amenazados de cualquier forma.
Ninguno de los miembros cuenta intimidades a extraños que puedan afectarlos.
Ambos se hacen cargo de las responsabilidades asumidas y están al tanto de lo que le ocurre a la otra persona.
Ninguno desprestigia al otro, ni a la relación.
Luchan hombro a hombro por las metas comunes, sin recostarse en el otro.
Cada cual siente que puede contar con el otro.
Los dos se toman en serio.
Ninguno subestima los problemas que pueda tener la relación.
No es solidario contigo quien hace caso omiso de tus intereses, los subestima o no hace un esfuerzo para comprenderías, pese a tus pedidos y redamos racionales.
Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet