miércoles, 27 de octubre de 2021

HASTA MI ÚLTIMO ALIENTO




 

LA VIGILANCIA: LA LLAMADA A UNA RENDICIÓN MÁS PROFUNDA


Muchas personas afortunadas y agraciadas han podido gustar o tener un 
vislumbre de lo inmortal, del Ser eterno. A partir de esa experiencia surge la pregunta: "¿Qué viene ahora?" O,"¿qué debería hacer ahora?" "¿Qué debería hacer con esto?" "¿Qué hago con esto?" Estas preguntas indican que se necesita una rendición más profunda. Siempre hay una invitación a ello. Esta capitulación es vigilancia.

A menudo no se entiende qué es esta. Generalmente, lo que se considera vigilancia es una cuidadosa supervisión o seguimiento por parte del superego. Estoy seguro de que eres consciente de este tipo de revisión: ¡Oh!, no debería haberlo hecho así. No debería haberlo dicho así. No debería haber pensado eso. Debería haberme rendido. Esta supervisión o monitorización no es vigilancia, sino una imitación de la vigilancia.

Vigilancia viene de la palabra "vigilia", que significa "guardar vigilia". 

Guardar vigilia es un tipo de adoración. La vigilancia es una vigilia sagrada, serena y pacífica ante la llama de la Verdad.

Mantén la vigilia mientras quepa la posibilidad de que percibas a alguien separado de la Verdad, mientras sigas desactivando los viejos deseos, mientras quede un aliento en tu cuerpo.

Asumiendo que es probable -o, al menos, posible- que te percibas separado de la Verdad, tienes la oportunidad de mantenerte vigilante ante Su llama.

Si te mantienes muy alerta descubrirás que no estás separado de Ella. ¿Y qué viene después de eso? Una vigilancia aún más profunda, descubrimientos más internos. El verdadero descubrimiento no tiene fin. Lo que sí podría acabar es tu preocupación por quien creías ser: tu cuerpo, tus pensamientos y tus emociones. De hecho, la preocupación sólo continúa mientras sigues alimentándola.

Nutre tu cuerpo. Hacerlo no es gran cosa. Pero sustentar tus pensamientos sí que es muy importante y tus emociones, muy relevante.

Deja de alimentar tus pensamientos y emociones, contempla lo que no necesita ser nutrido para existir. Mantente vigilante a eso. Ríndete a ello.

Si te ha atravesado la flecha de la verdad y lo sabes, si has tenido esta experiencia, entonces también conoces los pensamientos arrogantes que pueden surgir: "Bueno, sé que soy uno con la Verdad, entonces, ¿quién queda ahí para mantener la vigilancia?" Probablemente te has dicho esto, ¿correcto? Y entonces, de repente, vuelven el sufrimiento y el lamento: "¡Lo he perdido! ¿Cómo ha podido ocurrir?". La vigilancia corrige la percepción y la experiencia de perder lo que no puede ser perdido.

No estoy hablando de esfuerzo. No estoy hablando de que la vigilancia sea un hacer. Estoy hablando de ser vigilancia y de reconocer que es natural serlo. Eres pura conciencia. La conciencia se mantiene vigilante de manera natural, lo hace hacia sí misma, y en realidad siempre es consciente de sí misma.

Cuando el cuerpo está profundamente dormido y no hay puntos de referencia ni impresiones sensoriales, cuando no hay percepción de él ni de ningún otro elemento mental, emocional o físico, sigue habiendo conciencia consciente de sí misma, y eso es la dicha. Es la dicha del sueño profundo. Cuando el organismo despierta y vuelves a percibir las cosas, sabes que ha habido una experiencia profunda y sin objetos. No tienes ninguna impresión sensorial de ella, pero lo sabes porque la conciencia de ella sigue estando presente. A medida que aparecen los objetos, nuestro condicionamiento tiende a fijarse en ellos y a pasar por alto ese profundo alimento que siempre está presente. Vigilancia es la conciencia de lo que no desaparece cuando aparecen los objetos. Tanto si estos son exquisitos como si son horribles o mundanos, siempre está presente una conciencia que es consciente de sí misma, una conciencia que es consciente de sí misma, sean esos objetos emocionales, mentales o físicos.

La vigilancia pura debe ser reconocimiento fácil, porque de otro modo hay un practicar la vigilancia, y eso ya es no estar vigilante. Cuando oigas el pensamiento: "Ahora voy a practicar la vigilancia", pregúntate quién está haciéndolo. Esto es autoindagación directa. Verás que allí no hay nadie, que sólo hay vigilancia. Entonces constata que es muy natural ser consciente de los objetos que pasan, y que también es ser consciente del que es consciente, es decir, ser consciente tanto de los objetos que pasan como de uno mismo.

Descansa en la vigilancia y ve. Simplemente espera y ve. Ve cuál es el destino del cuerpo. Ve cuál es el impulso de esta vida. Habrá objetos que pasarán ante el altar de la vigilancia: deja que pasen como nubes. Las nubes no son un problema, ciertamente no lo son desde el punto de vista del cielo.

Tú eres el cielo. No eres una entidad que está mirando al cielo. Eres el cielo mirando a la entidad aparente.

Suponer que la vigilancia es una carga es una equivocación. La verdadera carga es negar que eres la conciencia misma. La idea de que la vigilancia es una carga viene de la práctica espiritual. Se te conmina a que practiques. 

Tienes que mantener tu práctica. No sé de dónde viene la palabra "práctica", pero está mal empleada, porque practicar significa hacer algún tipo de preparativo para un suceso real. Practicas para el partido de fútbol.

Practicas para tu recital. No puedes practicar para la vida. La vida es ahora mismo. De modo que no uso la palabra practicar cuando hablo de vigilancia. Estoy hablando de ser vigilancia. Sé ello ahora. Tú ya eres eso.

Reconócete como tal, y mantente vigilante a tu verdadera naturaleza.

Después ve. Sin buscar nada, ve.



Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

martes, 26 de octubre de 2021

LEYENDA ANTIGUA Y ETERNA


 

CEREMONIA DEL TE


Te encuentro...

Te escucho...

Te hablo...

Te abrazo...

Te beso...

Te tengo...

Te aprieto...

Te atrapo...

Te absorbo...

Te asfixio...

¿Te quiero?



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

lunes, 25 de octubre de 2021

AFRONTAR LAS SITUACIONES DIFÍCILES, NO LA INCERTIDUMBRE


 

20. EL CONSEJO DE UNA MADRE


Jiun, un maestro del Shogun, era un reconocido estudiante de sánscrito 
en la era Tokugawa. Cuando era joven, solía dar conferencias a sus compañeros de estudios.

Su madre tuvo noticia de ello y le escribió una carta:

«Hijo, no creo que puedas convertirte en un devoto de Buda si lo que deseas es convertirte en un diccionario ambulante para los demás.

No hay final para la información y los comentarios, la gloria y el honor. Me gustaría que dejaras esta actividad. Retírate a un pequeño templo en algún lugar remoto de la montaña. Dedica tu tiempo a la meditación y alcanza de este modo el verdadero conocimiento».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

sábado, 23 de octubre de 2021

NUNCA PODREMOS EVITAR LA INCERTIDUMBRE


 

SOLO POR AMOR


Camino por mi camino.

Mi camino es una ruta con un solo carril, el mío.

A mi izquierda un muro eterno, separa mi camino del camino de alguien que transita a mi lado, del otro lado del muro.

De vez en cuando en este muro hay un agujero, una ventana, una hendidura...
y puedo mirar hacia el camino de mi vecino o vecina.

Un día mientras camino, creo ver, del otro lado del muro, una figura que pasa a mi ritmo, en mi misma dirección.

Miro esa figura: es una mujer, es hermosa.

Ella también me ve. Me mira.

La vuelvo a mirar.

Le sonrío... y me sonríe.

Un momento después ella sigue andando su camino y yo apuro la marcha porque espero ansiosamente la próxima oportunidad de cruzarme con esa mujer.

En la próxima ventana me detengo un minuto.

Cuando ella llega, nos miramos a través de la ventana.

Parece tan encantada conmigo como yo con ella.

Le digo por señas lo mucho que ella me agrada.

Me contesta por señas. No sé si significan lo mismo que las mías, pero intuyo que ella entiende lo que quiero decirle.

Siento que me quedaría un largo rato mirándola y dejándome mirar, pero sé que mi camino continúa...

Me digo que más adelante en el camino, habrá seguramente una puerta y quizás pueda yo cruzar a encontrarme con ella.

Nada da más certeza que el deseo, así que me apuro por encontrar la puerta que imagino.

Empiezo a correr con la vista clavada en el muro.

Un poco más adelante la puerta aparece.

Allí está del otro lado, mi ahora deseada y amada compañera, esperando, esperándome.

Le hago un gesto, ella me devuelve un beso en el aire.

Me hace una seña como llamándome. Es todo lo que necesito.

Emprendo contra la puerta para reunirme con ella, de su lado del muro.

La puerta es muy estrecha, paso una mano, paso el hombro, hundo un poco la panza, me retuerzo un poquito sobre mí mismo, casi consigo pasar mi cabeza pero mi oreja derecha se queda trabada.

Empujo.

No hay caso, no pasa.

Y no puedo usar mi mano para torcerla, porque no podría poner ni un dedo allí...

No hay espacio para pasar con mi oreja, así que, tomo una decisión...

(Porque mi amada está allí, y me espera...).

(Porque es la mujer que siempre soñé y me llama...)

... Saco una navaja de mi bolsillo y de un sólo tajo rápido, me animo a darme un corte en la oreja para que mi cabeza pase por la puerta.

Y tengo éxito, mi cabeza consigue pasar...

Pero después de mi cabeza, veo que es mi hombro el que queda trabado.

La puerta, no tiene la forma de mi cuerpo.

Hago fuerza, pero no hay remedio, mi mano y mi cuerpo han pasado, pero mi otro hombro y mi otro brazo no pasan...

Ya nada me importa, así que...

Retrocedo, y sin pensar en las consecuencias, tomo envión y fuerzo mi paso por la puerta.

Al hacerlo, el golpe desarticula mi hombro y el brazo queda colgando como sin vida, pero ahora, afortunadamente, en una posición tal que no puedo atravezar la puerta...

Ya casi... casi, estoy del otro lado.

Justo cuando estoy a punto de terminar de pasar por la hendidura, me doy cuenta de que mi pie derecho se ha quedado enganchado del otro lado.

Por mucho que fuerzo y me esfuerzo, no puedo pasarlo.

No hay caso, la puerta es demasiado angosta para que mi cuerpo entero pase por ella.

Demasiado angosta, no pasan mis dos pies...

No lo dudo. Estoy ya casi al alcance de mi amada.

No puedo echarme atrás... Así que, agarro el hacha, y apretando los dientes, doy el golpe y desprendo la pierna.

Ensangrentado, a los saltos, apoyado en el hacha y con el brazo desarticulado, con una oreja y una pierna menos, me encuentro con mi amada.

Le digo:

- Aquí estoy. Por fin he pasado. Me miraste, te miré, me enamoré. He pagado todos los costos por ti... Todo vale en la guerra y el amor. No importan los sacrificios... valían la pena si eran para encontrarse contigo... para poder seguir juntos... juntos para siempre...

Ella me mira, se le escapa una mueca y me dice:

- Así no, así no quiero... A mí me gustabas cuando estabas entero.



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet
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