domingo, 10 de octubre de 2021

HACER CONSCIENTE LA OSCURIDAD


 

MUJER/GEISHA


 

SÍNDROME DE LA GEISHA: LA COMPLACENCIA ILIMITADA


¿Quién no sueña con un amor tranquilizador y pacífico? ¿Quién no ha deseado alguna vez una relación profundamente sosegada? Amor Prozac, Nirvana hecho a la medida y en casa. En realidad muchos hombres no quieren un matrimonio, sino un spa, y cuanto más sofisticado, mejor. No desean una esposa o una novia, sino una geisha profesional, una cortesana de buena cepa, finamente perfumada y a punto. Aquí la metáfora no es la del hombre/niño, sino la del hombre/rey o el hombre/amo y la mujer/geisha, lo más curioso: algunos varones logran su cometido.

Estas mujeres asumen el papel de la amada/amante. Expertas en las artes del deleite y la relajación, su meta es hacer que el guerrero deponga las armas y entre al sereno mundo del resabio. Le sirven la mejor comida, le hacen masajes, lo bañan, lo calzan, lo escuchan, lo halagan, lo hacen reír, en fin, crean el ambiente propicio para consentirlo hasta el cansancio, siempre profundamente agradecidas con la vida por tener a su lado al hombre de sus sueños. El comportamiento de complacencia ilimitada forma parte de una estrategia compensatoria que intenta darle un plus a la relación afectiva para evitar que algún día se llegue al desamor.

Cuando les pregunto a estas mujeres qué esperan a cambio de semejante entrega, la respuesta es unánime: sentirse deseadas y queridas y volver al soberano, dependiente de ellas.

Terapeuta: ¿En verdad no espera nada cambio?

Mujer/amante/geisha: "No. Me conformo con verlo bien y disfrutando de las atenciones que le brindo".

Terapeuta: ¿No le gustaría que a veces él también la mimara y la consintiera como usted lo hace con él?

Mujer/amante/geisha: No sé, no pienso en eso. Respeto su manera de ser, él es más receptor que dador, ¿me entiende? No lo educaron para dar. La entrega requiere de paciencia, buen humor y vocación de servicio.

Terapeuta: Bueno, pero no estamos hablando de los niños de Biafra o de los leprosos de Calcuta, sino de un ser humano en particular que puede cambiar y que no sufre de limitaciones básicas. En el amor de pareja siempre se espera retroalimentación, ¿o a usted no le gusta recibir?

Mujer/amante/geisha: ¿Por qué insiste con eso? Ya le dije que no espero nada a cambio, que yo no necesito lo que él necesita... Por ejemplo: para él la sexualidad es determinante y para mí el sexo es secundario. Lo único que quiero es que mi relación sea estable.

Terapeuta: ¿Pero no le gustaría tener orgasmos?

Mujer/amante/geisha: Puedo vivir sin ellos, no soy adicta al sexo.

En realidad, podemos sobrevivir con una ración diaria de comida, vivir debajo de un puente y reprimir toda manifestación de sexualidad, sin embargo, no es lo más aconsejable para la salud mental. La mujer que vive para consentir ilimitadamente a su hombre, esperando obtener estabilidad afectiva, se equivoca:

  • Primer error de cálculo: a diferencia del hombre/niño, el hombre/rey/amo no se siente esencialmente atado a su pareja. Su egocentrismo le impide considerar el punto de vista de su compañera y su encumbramiento le imposibilita hacer conexión con ella. Otorga refuerzos, da golpecitos de espalda, pero le cuesta amar. Es más fácil reemplazar a la mujer/amante que a la mujer/madre: la .madre cansa, pero no sacia.
  • Segundo error de cálculo: las geishas también se cansan, también tienen un límite a partir del cual el "yo" se rebela.

¿Cambiar de rey? No, más bien dejar la esclavitud. ¿Cómo te das cuenta de que estás llegando al límite? Cuando un día cualquiera te miras al espejo y sientes la piel reseca por dentro o cuando te despierta un sueño erótico a medianoche o cuando un varón democrático te empieza a endulzar el oído y te dejas llevar por el murmullo.

Una de las estrategias preferidas para mantener cautivo al hombre/rey es el cuidado del aspecto físico: esclavitud estética, obsesión por la belleza, carne firme y dispuesta.

La mujer/geisha es una apasionada de los gimnasios, de la lógica decorativa (vestirse a la moda, joyas), el camuflaje (maquillarse, teñirse el pelo, depilarse con láser) y la reconstrucción (cirugías, bótox y mesoterapia). Todo en aras de ganarle ventaja a la vejez y hacer que su pareja se sienta orgullosa de su cuerpo sexy, esbelto y bien proporcionado.

Admiración lastimera: "Admiro tu peroné, tu rótula, tu tibia, tus muslos, tus caderas, tus senos, tu piel sin arrugas, tus pantorrillas, tus dientes, tu pelo, tu delgadez, en fin, admiro tu composición molecular, tu estructura ósea y tu organismo en general"; el piropo de un cirujano plástico o el encargado del departamento de trasplantes de algún centro médico.¿Cómo admirar solamente un pedazo de cuerpo y no desvirtuar al otro como ser humano, cómo hacerlo sin volverlo "cosa"?

¿Y el sexo? Quizás sea el principal objetivo y la mayor fortaleza de la mujer/ geisha. Entrega por los cuatro costados, Kamasutra opcional y personalizado. La meta es atrapar al varón de la cintura para abajo, así haya cierta indignidad en el intento. Maquiavelo enamorado: en el amor, el fin justifica los medios; por eso, el apego corrompe. Para el hombre/rey no hay sujeto del deseo, sólo objeto del placer.

Pensamiento liberador:

"No sólo quiero ser D-E-S-E-A-D-A, sino A-M-A-D-A".

La ficha técnica de la entrega irracional que caracteriza la complacencia ilimitada de las mujeres que sufren del síndrome de la geisha, es la siguiente:

  • Metáfora: mujer/amante/geisha y hombre/rey/amo.
  • Apetencia típica: varones narcisistas, poderosos, atractivos, ególatras, prestigiosos.
  • Misión básica (meta): complacer, consentir, relajar, producir placer, rendir pleitesía, contentar, recrear.
  • Método para alcanzar la meta: embellecerse y ser atractiva, decir sí a todo, mostrarse siempre alegre, oportuna y de buen*humor,
  • Motivación: sentirse indispensable y deseada.
  • Respuesta masculina: encumbramiento, distanciamiento, reconocimiento superficial.
  • Pronóstico: el varón encuentra una cortesana más hábil o la mujer revive la necesidad natural de sentirse admirada y amada y se separa.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 9 de octubre de 2021

NUESTRO CONOCIMIENTO ES IGNORANCIA


 

LA FELICIDAD DE NO DEPENDER


Hasta aquí me he ocupado de la religión. Seguidamente quiero dejar aclarado algo 
que tiene que ver con la felicidad, para ello, voy a contarte una de mis historias favoritas. (A veces una historia dice más que una conferencia de un día entero, porque le habla a las profundidades de nuestra interioridad; esta historia ciertamente, le habla a las mías). 

La historia se refiere a un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llamamos un sennyasi. Éste es un mendicante errante, una persona que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él. Entonces, se traslada de un lugar a otro, tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar.

Pues bien, al encontrarse con el sennyasi, el aldeano le dijo:

- ¡No lo puedo creer!

-¿Qué es lo que no puede usted creer?

Y el aldeano respondió:

- Anoche soñé con usted. Soñé que el Señor Vishnú me decía: "Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante." Y aquí me encontré con usted.

- ¿Qué más le dijo el Señor Vishnú? le preguntó el sennyasi.

- Me dijo: "Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo."... -¿Me daría usted la piedra?

Entonces el sennyasi dijo:

- Espere un minuto.

Revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:

-¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba?

Y el aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo. Lo tomó en sus manos y dijo:

-¿Podría quedármelo?

-¡Por supuesto!, puede conservarlo - respondió el sennyasi-; lo encontré en un bosque. 

Es para usted.

Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea. El aldeano tomó el diamante y ¡qué inmensa fue su dicha! Como lo es la nuestra el día en que obtenemos realmente algo que deseamos realmente.

¿Alguna vez te has detenido a preguntarte cuánto dura la felicidad? Has conseguido la novia que querías; has conseguido el novio que querías; has obtenido ese automóvil; has obtenido el título; has sido el primero en la universidad. ¿Cuánto duró tu dicha? ¡Mídela! ¡Lo digo en serio! ¿Cuántos, segundos?. ¡Cuántos minutos? Te cansas de ella, ¿no es cierto? Es que estás buscando algo más, ¿no es así? ¿Por qué no estudiamos esto? Es tan valioso, más valioso que estudiar las Escrituras. Porque, ¿de qué sirve estudiar las Escrituras si crucifican al Mesías basándose en ellas, como sucedió con Jesús? Si no has comprendido esto, si no has comprendido lo que significa vivir y ser libre y ser espiritual...

Bien, proseguiré entonces con la historia del sennyasi. El aldeano obtuvo el diamante y, luego, en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación. Y, al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y le dijo:

-¿Podría hacerme un favor?

-¿Cuál? - le preguntó el sennyasi.

-¿Podría darme la riqueza que le permite deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?

¡Chico, yo amo esa historia, la amo!

"¿Podría darme la riqueza que le permite deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?" ¡A eso es a lo que me vengo refiriendo! El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el apego; la supresión del sufrimiento es el abandono del apego, la comprensión de que el apego es la creencia falsa en que alguna cosa o persona puede hacernos felices. La verdadera felicidad no es causada por nada.

La verdadera felicidad es "incausada". Si le preguntan a un místico por qué él o ella son felices, la respuesta será:

-¿Por qué no? No hay ningún impedimento, ninguna obstrucción. ¿Por qué no?

-¿Has pensado alguna vez que si algo es la causa de tu felicidad, cuando pierdas "ese algo" tu felicidad será destruida? ¿No se te ha ocurrido alguna vez que si algo es la causa de tu felicidad, te volverás posesivo con respecto a esa cosa, te volverás ansioso por miedo a perderla?... cualquiera que esa cosa sea: educación, reputación, buena salud, la vida misma. ¡Qué interesante! Esto es redescubrir la vida.

Nunca vivirás hasta que dejes de aferrarte a la vida. Cuando te aferras, la felicidad muere. Si tu felicidad depende de alguien o de algo, no es felicidad, es inquietud es tensión, es presión, es temor. Los japoneses tienen una historia muy convincente al respecto. Un individuo que escapa de un tigre llega a un precipicio, y, casi sin darse cuenta, comienza a deslizarse hacia abajo, por el precipicio. AI hacerlo, se agarra de la rama de un arbusto que allí crece, y luego mira hacia abajo. No hay manera de trepar, y, además, arriba está esperándolo el tigre; si se precipita hacia el abismo. lo espera la muerte, 5.000 metros más abajo. ¿Qué hace, entonces? Le quedan pocos minutos de vida; entonces mira ese arbusto del cual está agarrado y descubre que tiene bayas. Con una mano se aferra a él y con la otra arranca una baya del arbusto, la pone en su boca y la saborea. Y la historia concluye: "... ¡y sabía tan dulce!" ¿No es esto maravilloso?

Tuve dos amigos en el pasado, en diferentes momentos, que estaban muriendo, y ambos coincidieron en decirme: 

- Comencé a saborear verdaderamente la vida y a comprender cuán dulce es cuando "me dejé ir"; me di cuenta de que la vida tiene un final. Entonces comenzó a tener un sabor dulce.

De modo que, paradójicamente, en nuestro deseo de ser felices hacemos todas las cosas equivocadas. Hemos sido programados para ser desdichados. Cualquier cosa que hagamos nos hará más desdichados.

En particular, cualquier cosa que hagas para ser feliz te hará más desdichado.

¿Qué harás para evitarlo? ¿Cambiarás tú?, ¿cambiarás a los demás?, ¿conseguirás algo?, ¿irás a...? No tienes que hacer nada... ¡Tienes que comprender! Deja de lado la obstrucción, abandona las creencias falsas y el apego desaparecerá. Entonces sabrás qué es la felicidad.

Esto se dice muy fácilmente. Si meditaras sobre esto, durante días, y experimentaras algo de su verdad, entonces no necesitarías escucharme a mí o a cualquier otro. ¡Tú posees esa verdad, la has aprendido, la has comprendido! Estás apegado sólo porque creíste, falsamente, que sin esa cosa, esa persona, esa situación o ese acontecimiento no serías feliz. Creíste eso falsamente. Comprende que se trata de una falsedad y serás libre. ¡Qué sencillo! Y aquí estamos, rastreando la faz de la tierra, corriendo de un lado al otro en la búsqueda de esa verdad. La tuvimos aquí mismo, en casa, y no la comprendimos. Escuchamos toda clase de sermones, estudiamos toda clase de libros y fuimos a toda clase de iglesias, pero nunca escuchamos esa verdad, nunca reconocimos al Mesías. Él estaba allí mismo. Él estaba allí mismo mirándonos fijamente, justamente delante de nuestras narices. No lo vimos. Pues bien, confío en que tú lo verás; quizás otros no 1o harán, pero quizás tú sí. Eso es suficiente para la felicidad.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

viernes, 8 de octubre de 2021

QUERIENDO SER NORMAL


 

POR LA OBSESIÓN DE ENCONTRARLA


 

EL SAPO Y EL URUBÚ


Cuento chileno.

¿Saben, niños, por qué el sapo tiene manchas y protuberancias en el lomo? Pues porque se golpeó.

Antes de tal accidente mostraba, sin duda, una espalda pulida y lustrosa, de la cual se enorgullecería ante los otros animales acuáticos, pues ya sabemos que el sapo anda siempre hinchado de vanidad.

Sucedió que el sapo y el urubú, o sea, el buitre, fueron invitados a una fiesta que se iba a realizar en el cielo de los animales.

El urubú, después de hacer sus preparativos, fue donde el sapo con el fin de burlarse de él. Lo encontró entre los juncos de un charco, croando de la manera más melodiosa que le era posible. Es que estaba adiestrando la voz.

—Compadre —le dijo el urubú—, me han contado que irás a la fiesta del cielo.
—Desde luego —contestó el sapo, muy satisfecho—, saldré mañana temprano hacia allá. Me invitan debido a mi gran habilidad de cantante…
—Yo también iré —afirmó el urubú, para que el sapo se dejara de jactancias ante un testigo que lo iba a sorprender mintiendo.
—¡Magnífico! —exclamó el sapo—, y espero que estarás ensayando tu instrumento.

Se refería a la guitarra, a la que era muy aficionado el urubú.

Como éste lo mirara un tanto asombrado, pues no esperaba tales alardes, el sapo agregó, dándose importancia:

—Sí, compadre, iré. Una ascensión me será bastante útil para el vigor del cuerpo y el esparcimiento del espíritu, pues la vida rutinaria me disgusta…

Enseguida volvió las espaldas al urubú y siguió croando a voz en cuello. Al oírlo se estremecían hasta los juncos.

El urubú se quedó convencido de que el sapo era un gran farsante.

Al otro día, muy de mañana, el urubú estaba posado en la rama de un arbusto y se alisaba las negras plumas, preparándose para el viaje, cuando se le presentó el sapo. La guitarra se encontraba en el suelo, ya lista, pues el urubú la estuvo templando durante la noche.

—Buenos días —saludó el sapo.
—Buenos días —le contestó el urubú, con cierto tono de burla.
—Como yo avanzo con mucha lentitud —exclamó el sapo—, he resuelto irme primero. Así es que ya nos veremos. Hasta luego…
—Hasta luego —respondió el urubú, sin mirar al sapo, y pensando que salía con esa propuesta para escabullirse por allí y no quedar en vergüenza.

Pero lo que hizo el sapo fue meterse, a escondidas, en la guitarra.

El urubú se pasó el pico por las plumas hasta que quedaron relucientes y, enseguida, cogió su instrumento y levantó el vuelo.

Entusiasmado como iba con la perspectiva de la fiesta, no advirtió que su guitarra tenía más peso que el de costumbre. Volaba impetuosamente, y pronto dejó tras de sí las nubes y luego la luna y las estrellas.

Al llegar al cielo, que, como ya hemos dicho, era el cielo de los animales, le preguntaron por el sapo.

—¿Creen que va a venir? —contestó el urubú—. Veo que ustedes se han olvidado del sapo. Si en la tierra apenas marcha a saltos, ¿piensan que puede remontarse hasta esta altura? Es seguro que no vendrá…
—¿Por qué no lo trajiste? —demandó el pato, que tenía cierta simpatía por el sapo debido a su común afición al agua.
—Porque no acostumbro cargar piedras —respondió el urubú. Dicho esto, dejó a un lado su guitarra y, esperando que llegara el momento de la música, se puso a conversar con el loro.

Entonces el sapo salió de su escondite y apareció de improviso ante la concurrencia, más hinchado y orgulloso que de costumbre. Como es natural, lo recibieron con gran asombro, en medio de aplausos y felicitaciones. Al mismo tiempo, se reían del urubú.

Alguien contó, por lo bajo, la forma en que viajó el sapo, y el urubú, al notar que rezongaban de él, se sentía muy incómodo.

Después comenzó la fiesta.

Repetimos que ése era el cielo de los animales. Todos estaban allí felices y contentos.

El burro ya no sufría los palos del amo ni el caballo los espolazos, pudiendo ambos estar quietos o galopando según su gusto.

El león conversaba tranquilamente con la oveja, que disfrutaba de un verde prado.

Del mismo modo, el puma se entendía bien con el venado, y el ñandú corría solamente cuando se le antojaba, pues no había allí gauchos que lo persiguieran con boleadoras.

Los monos tenían árboles cuajados de frutos, que compartían con pájaros felices, pues nadie les robaba sus nidos.

En fin, no había animal que se encontrara triste, por falta de alimentos o por la persecución de otro animal o del hombre.

Las palomas revoloteaban sobre ese cuadro de felicidad, llevando en el pico la rama del olivo de la paz con más éxito que en la tierra.

Para mejor, todos se dedicaban a cultivar el canto, el baile o el instrumento de su preferencia. Y era precisamente para lucir sus habilidades que se realizaba la fiesta.

Llegado el momento, el elefante soplaba el clarinete, los pájaros hacían sonar las flautas, la serpiente de cascabel agitaba uno muy grande, la jirafa se entendía con el saxófono, el grillo tocaba su violincito de una sola cuerda y la tortuga golpeaba el bombo con mucha compostura.

En cuanto a canto, el león rugía una melodía severa y profunda, el caballo relinchaba un aria, el gato maullaba una patética serenata, y el gallo, de todos modos, lo hacía mejor que cuando quiso actuar en Bremen.

No nos hemos olvidado del burro, que tiene también potente voz, pero haciendo honor a su nombre, no había logrado perfeccionarse, por lo cual los demás animales le pidieron que no desafinara. Estaba por allí tocando, discretamente, el triángulo.

La música celestial contaba también con el silbo, a cargo de la vizcacha, que lo hacía tan bien como el mirlo.

Quien bailaba era el oso, bamboleándose muy gustosamente, sin tener que obedecer ya el látigo del gitano.

También hacían piruetas los monos, a quienes fue imposible sujetar, y ni qué decir que las ardillas se movían más que nunca.

Desde luego que el buitre, invitado para refuerzo de la orquesta, rasgueaba su guitarra con gran entusiasmo, y el sapo, que era partidario de formar un orfeón, daba unos «do de pecho» con una voz de tenor bastante apreciable.

A todo esto, el loro hablaba y lanzaba vivas en todos los idiomas. 

El sapo no las tenía todas consigo pensando en la vuelta y por eso, aprovechando un momento en que eran mayores la alegría y el alboroto, se metió de nuevo en la caja de la guitarra.

Terminada la fiesta, nadie notó su ausencia a la hora de despedirse. Nadie, salvo el urubú, que le guardaba rencor por haberlo puesto en ridículo.

Éste echó a volar al fin hacia la tierra y, como ya estaba receloso, advirtió el mayor peso de su instrumento.

Como no residía de firme en el cielo, tenía aún malos sentimientos, y se propuso vengarse del sapo que, por la misma razón de no vivir allí, se encontraba aún a merced de las trapacerías de sus enemigos.

El urubú voló sin hacer ninguna investigación hasta que le fue posible distinguir el suelo. En ese momento estaba también bajo la luna y, dando inclinación a la guitarra para que la luz entrara en la caja, distinguió al pobre sapo acurrucado en el fondo de ella.

—Sal de ahí —gritó el urubú.
—Por favor, no me eches —rogó el sapo, angustiosamente.
—¿No eres capaz de volar hasta el cielo? Sal, sal pronto —insistió el urubú.
—No, no puedo salir, porque tú me arrojarás… —se lamentaba el sapo.

El urubú continuó exigiéndole que saliera, cosa que no pudo conseguir, pues el sapo, de ningún modo quería exponerse a caer. Por último, el urubú volteó y agitó la guitarra hasta que consiguió disparar por los aires al clandestino ocupante.

El sapo movía las patas, cayendo vertiginosamente.

Por mucha que fuera la velocidad, la distancia era también muy grande, y el choque demoraba. El pobre sapo tuvo entonces tiempo para pensar y lamentarse:

—Ojalá no caiga en rocas ni piedras —decía—. Ojalá caiga en una laguna…, o en arena…, o en blanda yerba…

El urubú, entretanto, le gritaba:

—¡Qué rápido vuelas!… ¡Sin duda fue un águila tu madre!…

El pobre sapo ni le oía.

En cierto momento le pareció que caería en una laguna, pero un ventarrón lo alejó, haciéndole perder esa esperanza.

Luego creyó que se precipitaba sobre un prado, y, por último, sobre un frondoso ombú; mas siguió apartándose de la dirección de estos lugares.

Ahí estaban unos largos y duros caminos. Ahí, unos roquedales. Ahí, el patio de una casa.

Descendía dando volteretas, pues el viento arreció. Por último, cerró los ojos, prefiriendo no ver el sitio en el cual iba a estrellarse.

Al fin llegó. Se dio contra el suelo, de espaldas, en un lugar lleno de piedras.

Quedose sin sentido y, cuando despertó, andaba rengueando más que nunca, y 
pasaron muchos días antes que se repusiera completamente.

Pero el golpe había sido tan fuerte que la espalda le quedó para siempre manchada y llena de protuberancias.

He ahí, pues, la razón por la cual el pobre sapo tiene tan fea presencia. También dicen que debido al golpe se le malogró la voz, pero esto no se puede asegurar.

Ciro Alegría

jueves, 7 de octubre de 2021

LA UNIDAD QUE NO ES POSIBLE EXPRESAR CON EL PENSAMIENTO NI EL LENGUAJE


 

¿QUÉ ES LA VIDA?


Sucedió que un hombre, un buscador, se encontró con un hombre por el camino, el cual le dijo, ‘Hay un pozo escondido en una cueva. Ve allí y plantéale una pregunta. Si preguntas con sinceridad, el pozo te responderá. Y esto es un milagro que sólo unos pocos grandes adeptos conocen’.

El hombre se puso a buscar. Le fue difícil llegar al pozo, pero, de alguna manera, se las ingenió. Apoyado en el brocal, le preguntó, ‘¿Qué es la vida?’ No surgió respuesta alguna. Sólo se escuchó el eco. Repitió su pregunta y el pozo le respondió, ‘¿Qué es la vida?’ Pero el hombre era realmente sincero de modo que continuó. Se cuenta que durante tres días, día y noche, estuvo preguntando una y otra vez, ‘¿Qué es la vida?’ Y el pozo solamente resonaba con su propia voz. Pero él no se dio por vencido; continuó.

Después de tres días se cuenta que el pozo se percató de que el hombre era sincero y de que no iba a desistir. De modo que el pozo le dijo, ‘De acuerdo, te diré lo que es la vida. Ve al pueblo más cercano. Visita las tres primeras tiendas y regresa y cuéntame’.

El hombre se quedó asombrado porque, ¿qué clase de respuesta era ésta? Pero, ‘De acuerdo, si el pozo lo dice, lo he de hacer...’ Se fue a la ciudad y visitó las tres primeras tiendas, pero se quedó aún más atónito y asombrado. No había nada.

En la primera tienda había unas cuantas personas trabajando con piezas de metal. Fue a la siguiente tienda. Allí había algunas personas más que estaban preparando unas cuerdas. Entró en la tercera tienda. Era la tienda de un carpintero y allí había gente que trabajaba la madera. Se dijo a sí mismo, ‘¿Es esto la vida?’

Regresó al pozo y le dijo, ‘¿Qué quieres decir? Fui allí y las visité. Y esto es lo que te cuento, pero no veo la relación’.

El pozo le dijo, ‘Ahora te he enseñado el camino. Recórrelo. Algún día descubrirás la clave. Te he mostrado el camino; ahora recórrelo’.

El buscador se enfadó y dijo, ‘!He sido engañado! ¿Qué he obtenido estando durante tres días seguidos preguntando a este pozo? ¿Que he ganado volcando tan sinceramente mi corazón ante este pozo? He sido engañado. No he ganado nada’. Y frustrado, se alejó.

Al cabo de muchos años de deambular, un día llegó cerca de un jardín. Era una noche de luna, una noche de luna llena y alguien estaba tocando un sitar. Se quedó embelesado. La magia funcionó. Como si fuera atraído por un imán, entró en el jardín. No pidió permiso. Se acercó hasta el que tocaba; aquel hombre se encontraba en profunda meditación, tocando el sitar. Se sentó allí y se puso a escuchar. A la luz de la luna observó al hombre, al instrumento. Nunca antes había visto un instrumento así.

De repente, recordó a aquellos carpinteros que estaban trabajando en objetos similares. Estaban preparando sitares. Y la gente que laboraba el metal... esas piezas también pertenecían al sitar. Y las cuerdas...

De repente, como si las nubes hubieran desaparecido y hubiera descubierto algo, se puso a bailar. El músico se dio cuenta; dejó de tocar. Pero nadie podía detener la danza del buscador.

El músico le preguntó, ‘¿Qué sucede? ¿Qué te ha pasado?’ El hombre le dijo: ‘He comprendido. La vida lo tiene todo. Sólo se requiere una nueva combinación. Miré en las tres tiendas. Todo estaba allí, pero no había sitar. Todo existía por separado. Se necesitaba ordenarlo; todo estaba en un caos. Todo estaba allí; todo lo que se necesitaba estaba allí. Solamente se requería una conexión... y entonces esa música tan hermosa empezaría a brotar. La vida lo tiene todo. Ahora he comprendido...

Tienes todo lo que necesitas. Dios nunca envía a nadie al mundo como mendigo. Todo el mundo nace emperador, pero vive como un mendigo sin saber cómo disponer las cosas.




FUENTE: OSHO: ‘El Verdadero Sabio’, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com
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