miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL MISTERIO


 

JUAN SINPIERNAS


Juan Sinpiernas
(... o el arte de igualar para abajo.)

Juan Sinpiernas era un hombre que trabajaba como leñador.

Un día Juan compró una sierra eléctrica pensando que esto aligeraría mucho su trabajo.

La idea hubiera sido muy feliz si él hubiera tenido la precaución de aprender a manejar primero la sierra, pero no lo hizo.

Una mañana mientras trabajaba en el bosque, el aullido de un lobo hizo que el leñador se descuidara... La sierra eléctrica se deslizó entre sus manos y Juan se accidentó hiriéndose de gravedad en las dos piernas.

Nada pudieron hacer los médicos para salvarlas, así que Juan Sinpiernas, como si fuera víctima de la profética determinación de su nombre, quedó definitivamente postrado en un sillón de ruedas por el resto de su vida.

Juan estuvo deprimido durante meses por el accidente y después de un año, pareció que poco a poco empezaba a mejorar.

No obstante, algo conspiró contra su recuperación psíquica e imprevistamente, Juan volvió a caer en una profunda e increíble depresión.

Los médicos lo derivaron a psiquiatría.

Juan Sinpiernas, después de una pequeña resistencia, hizo la consulta.

El pisquiatra era amable y contenedor. Juan se sintió en confianza rápidamente y le contó sucintamente los hechos que derivaron en su estado de ánimo.

El psiquiatra le dijo que comprendía su depresión. La pérdida de las piernas -dijo - era realmente un motivo muy genuino para su angustia.

- Es que no es eso, doctor - dijo Juan - mi depresión no tiene que ver con la pérdida de las piernas. No es la discapacidad lo que más me molesta. Lo que más me duele es el cambio que ha tenido la relación con mis amigos.

El psiquiatra abrió los ojos y se quedó mirándolo, esperando que Juan Sinpiernas completara su idea.

- Antes del accidente mi amigos me venían a buscar todos los viernes para ir a bailar. Una o dos veces a la semana nos reuníamos a chapotear en el río y hacer carreras a nado. Hasta días antes de mi operación algunos de los amigos salíamos los domingos de mañana a correr por la avenida costanera. Sin embargo, parece que por el sólo hecho de haber sufrido el accidente, no sólo he perdido las piernas, sino que he perdido además las ganas de mis amigos de compartir cosas conmigo. Ninguno de ellos me ha vuelto a invitar desde entonces.

El psiquiatra lo miró y se sonrió...

Le costaba creer que Juan Sinpiernas no estuviera entendiendo lo absurdo de su planteo...

No obstante, el psiquiatra decidió explicarle claramente lo que pasaba. Él sabía mejor que nadie que la mente tiene resortes tan especiales que pueden hacer que uno se vuelva incapaz de entender lo que es evidente y obvio.

El psiquiatra le explicó a Juan Sinpiernas que sus amigos no lo estaban evitando por desamor o rechazo.

Aunque fuera doloroso, el accidente había modificado la realidad. Le gustara o no, él ya no era el compañero de elección para hacer esas mismas cosas que antes compartían...

- Pero Dr. - interrumpió Juan Sinpiernas - yo sé que puedo nadar, correr y hasta bailar. Por suerte, pude aprender a manejar mi silla de ruedas y sé que nada de eso me está vedado...

El doctor lo serenó y siguió su razonamiento: Por supuesto que no había nada en contra de que él siguiera haciendo las mismas cosas, es más, era importantísimo que siguiera haciéndolas. Simplemente, era difícil seguir pretendiendo compartirlas con sus relaciones de entonces.

El psiquiatra le explicó a Juan que en realidad él podía nadar, pero tenía que competir con quienes tenían su misma dificultad... que podía ir a bailar, pero en clubes y con otros a quienes también les faltaran las piernas... podía salir a entrenarse por la costanera, pero debía aprender a hacerlo con otros discapacitados.

Juan debía entender que sus amigos no estarían con él ahora como antes, porque ahora las condiciones entre él y ellos eran diferentes... Ya no eran sus pares.

Para poder hacer estas cosas que él deseaba hacer y otras más, era mejor acostumbrarse a hacerlo con sus iguales.

Tenía, entonces, que dedicar su energía a fabricar nuevas relaciones con pares.

Juan sintió que un velo se descorría dentro de su mente y esa sensación lo serenó.

- Es difícil explicarle cuanto le agradezco su ayuda, doctor - dijo Juan - Vine casi forzado por sus colegas pero ahora comprendo que tenían razón... He entendido su mensaje y le aseguro que seguiré sus consejos, doctor. Muchas gracias ha sido realmente útil venir a la consulta.

- Nuevas relaciones con pares. - Se repitió Juan para no olvidarlo.

Y entonces Juan Sinpiernas salió del consultorio del psiquiatra, y volvió a su casa...
y puso en condiciones su sierra eléctrica...

Planeaba cortales las piernas a algunos de sus amigos, y "fabricar" así...
algunos pares.



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

martes, 7 de septiembre de 2021

VIVE LA VIDA COMO SI FUERA UN EXPERIMENTO


 

PROLOGO DEL LIBRO: LOS LUGARES QUE TE ASUSTAN


Prólogo al libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza

Cuando imparto enseñanzas, las inicio generando una aspiración compasiva. Expreso el deseo de que podamos aplicar dichas enseñanzas en la vida cotidiana y liberarnos así a nosotros mismos y a los demás del sufrimiento.

Durante mi charla, animo a los oyentes a mantener una mente abierta, la cual se suele comparar al asombro que experimenta un niño al ver el mundo que le rodea sin albergar ninguna idea preconcebida. Tal como el maestro de zen Suzuki Roshi lo expresó: «En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto, muy pocas».

Al final de la charla dedico el mérito generado por las enseñanzas a todos los seres sensibles. Este gesto de amistad universal se ha comparado con una gota de agua de un fresco manantial. Si la dejamos sobre una roca iluminada por el sol, se evaporará al cabo de poco. En cambio, si la dejamos en el océano, nunca desaparecerá. De ahí que se exprese el deseo de no guardar las enseñanzas para uno mismo sino de usarlas en beneficio de los demás.

Este enfoque refleja los llamados tres nobles principios: bueno al principio, bueno en la mitad y bueno al final, que pueden aplicarse a todas las actividades de nuestra vida. Podemos empezar cualquier cosa que hagamos —el día, una comida o una reunión— con la intención de ser abiertos, flexibles y bondadosos. Y adoptar a lo largo de la jornada una actitud de curiosidad. Como mi maestro Chögyam Trungpa Rimpoché solía decir: «Vive la vida como si fuera un experimento».

Al finalizar cualquier actividad, al margen de que sintamos haber triunfado o fracasado en nuestra intención, la sellamos pensando en los demás, en aquellos que están triunfando o fracasando por todo el mundo. Deseamos que cualquier cosa que hayamos aprendido con nuestro experimento beneficie también a los demás.

Animada con este espíritu, ofrezco esta guía sobre el entrenamiento de un guerrero compasivo. Que beneficie a todos los seres desde el principio, en la mitad y al final. Que nos ayude a entrar en los lugares que nos dan miedo. Que aporte conocimiento a nuestra vida y nos ayude a morir sin lamentar nada.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

lunes, 6 de septiembre de 2021

TIEMPO LIMITADO


 

TIENEN QUE CULPAR A ALGUIEN


 

LA DESLUMBRANTE LUZ DE TU SER


 

LA MÁS PROFUNDA ACEPTACIÓN (Jeff Foster)


NOTA DEL AUTOR AL LIBRO:
La más profunda aceptación.

A mi entender, todos nuestros problemas, todo nuestro sufrimiento y nuestros conflictos, tanto personales como globales, se derivan de un problema básico: la ignorancia de quiénes somos realmente. Hemos olvidado que somos inseparables de la vida y, como consecuencia, hemos empezado a temerla, y ese miedo nos ha hecho entrar en guerra con ella de maneras diversas. Hemos empleado nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros cuerpos para combatir lo único real, que es el momento presente. Y al intentar protegernos del dolor, el miedo, la tristeza, el malestar, el fracaso..., de todas aquellas partes de la vida que se nos ha condicionado a creer que son malas, negativas, tétricas o peligrosas, hemos dejado de estar verdaderamente vivos.

La armadura que nos hemos puesto para protegernos de una plena experiencia de la vida se llama «yo individual»; pero en realidad no nos protege de nada, solo nos mantiene cómodamente anestesiados.

El despertar espiritual —el darnos cuenta de que no somos quienes creemos ser— es la respuesta a este problema básico de la humanidad. Hoy en día existen innumerables libros sobre el tema, y al parecer se descubren constantemente enseñanzas antiguas a las que hasta hace muy poco solo había tenido acceso una minoría selecta. Pero cuidado, porque también aquí hay trampa: la espiritualidad puede convertirse fácilmente en una capa más de nuestra armadura y, en vez de favorecer nuestra apertura a la vida, desconectarnos todavía más. Muchos conceptos y tópicos espirituales como «el yo no existe», «este no es mi cuerpo» o «la dualidad es pura ilusión» pueden no ser más que nuevas creencias a las que aferramos, nuevas maneras de eludir la vida y apartarnos del mundo que acaben generando un sufrimiento aún mayor, a nosotros y a nuestros seres queridos.

El despertar espiritual del que trata este libro no tiene nada que ver con que estés más protegido; tiene que ver con que te des cuenta de que el ser que de verdad eres no necesita protección, de que el ser que de verdad eres es tan receptivo, tan libre, rebosa hasta tal punto de amor y profunda aceptación que permite que la vida en su totalidad penetre en él. La vida no puede hacerte daño, puesto que eres la vida. Por lo tanto, el momento presente no es un enemigo al que debas temer, sino un querido amigo al que abrazar. Así es, la verdadera espiritualidad no refuerza la armadura con la que te proteges de la vida; la destruye.

El despertar espiritual es en realidad muy sencillo. Es el reconocimiento atemporal de quien eres realmente: la consciencia previa a la forma. Ahora bien, vivir en la práctica ese reconocimiento en la vida diaria, sin olvidarlo, perderlo de vista totalmente o dejar que se suba a la cabeza..., ahí, ahí es donde empieza la verdadera aventura de la vida, y ahí es donde, al parecer, muchos de los que recorren el camino espiritual se debaten y entran en lucha, da igual que sean buscadores que maestros.

Una cosa es saber quién eres realmente cuando todo va sobre ruedas y tienes la sensación de que la vida te sonríe, y otra es recordarlo en momentos de máxima crispación, cuando todo se derrumba a tu alrededor, cuando las circunstancias te superan y se rompen los sueños. En medio del dolor físico y emocional, de las adicciones, los conflictos de pareja y los fracasos mundanos y espirituales, solemos sentirnos menos despiertos que nunca, y más separados de la vida, de los demás y de quienes somos realmente. Los felices sueños de iluminación pueden evaporarse en un instante, y parecer que la aceptación se halle a millones de kilómetros de distancia.

Depende de nosotros interpretar la existencia humana de cada día, con sus complicaciones y su belleza, como algo que se ha de evitar, trascender o incluso aniquilar, o vería como lo que es realmente: un secreto y una constante invitación a despertar ahora, incluso aunque creamos que ya despertamos ayer. La vida, por su compasión infinita, no nos va a dejar dormirnos en los laureles.

Si mis libros anteriores han sido descripciones del despertar espiritual, este aborda cuestiones más importantes: ¿cómo se puede vivir ese despertar día a día?, ¿Cómo podemos aceptar el momento presente incluso cuando el momento presente nos parezca totalmente inaceptable?, ¿es «cómo podemos aceptar el momento presente?» una pregunta coherente siquiera?, ¿acaso, de entrada, estamos realmente separados del momento presente?

Enseño una cosa y solo una: una profunda y confiada aceptación de cualquier cosa que la vida ponga en nuestro camino. No se trata de practicar una rendición pasiva ni un frío desapego, sino de emerger con creatividad adentrándonos en el misterio del momento. He escrito este libro después de muchos años de escuchar a miles de personas embarcadas en el viaje espiritual..., de conversar con ellas, de prestar atención a sus preocupaciones, de contestar a sus peliagudas preguntas, de ver su sufrimiento y su dolor, sus luchas y miedos cotidianos, y de dirigir su atención, no hacia una iluminación futura, sino hacia una aceptación profunda e incondicional de la experiencia del momento presente, hacia la más profunda aceptación de lo que son en esencia.

Bienvenido a la vida ordinaria, querido explorador..., la última frontera del despertar espiritual. ¡Que tengas la intrepidez de ir allí adonde nadie ha ido antes!

Con amor de ti mismo,
Jeff Foster



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 4 de septiembre de 2021

LA TRANQUILIDAD DEL MUNDO


 

¿CÓMO ARREGLAR LAS COSAS?


Pues bien, ahora viene "la gran pregunta norteamericana": ¿cómo lo "arreglamos"?

O sea:

- Está bien...; él no me perturba, yo no me perturbo; la programación me perturba.

¿Cómo lo "arreglamos"?

Sigamos la gran respuesta oriental:

- No lo "arregles", deja que siga su curso; desaparecerá por sí solo. Cuanto mas trates de "arreglarlo", más se fortalecerá.

Esto también resulta "explosivo": no lo "arregles", déjalo seguir su curso. Deja que siga; desaparecerá; realmente lo hará.

Si has comprendido esto...

- Pero, ¿no necesito saber de dónde proviene esta programación?

- Es una ayuda; es una ayuda, pero no es necesaria. Y, si estás totalmente decidido a lograrlo, si te planteas: "tengo que descubrir de dónde proviene y tengo que cambiar", entonces las cosas empeorarán, puedes estar seguro de ello.

Muchas personas nunca cambian porque están muy decididas a cambiar. Están tan decididas que no cambian nunca. Como están tan tensas, tan ansiosas, todo empeora.

Esto es común a todas las personas, no sólo en Occidente, sino también en Oriente.

Somos todos iguales. Los temas y enfoques que presento en los Estados Unidos los ofrezco también en Japón y en la India, en España y en América latina, en todas partes,... ¡y en todas partes las personas son iguales! Los norteamericanos tienen rasgos culturales diferentes, pero, en el fondo, somos todos iguales. Por doquier existen los mismos problemas: el odio, el conflicto, la culpa son los mismos; la dependencia frente a la opinión de la gente y la dependencia emocional frente a la aprobación son las mismas. ¡Todo es exactamente lo mismo! Basta con raspar la "cultura exterior"; debajo somos todos iguales.

Aquí y allá, en todas, partes, hay gente que trata de "arreglar" el enredo, de lograr que la perturbación desaparezca.

-¿Cómo lo "arreglo"?

- No lo "arregles". Entiéndelo, míralo, obsérvalo; se ocupará de sí mismo.

Lo que sucede es que tú no te "arreglas", no cambias; la vida cambia, como también lo hace la naturaleza. Así como uno no se cura a sí mismo, la naturaleza sí se cura a sí misma. Uno debe limitarse a hacer algo para ayudarla. Ahora redondearé esta idea. La plantearé de una manera un poco más provocativa. Cuando sucede alguna de esas cosas que comúnmente decimos que te perturban, no son ellas las que te perturban. La vida no es cruel contigo, la vida es fácil; es tu programación la que es cruel contigo. La vida es fácil; la vida es placentera. Recuerda a mi amigo Ramchandra, el hombre del ricksha.

Pensar en la vida que llevó te permitirá comprender que no es lo exterior lo que causa la perturbación; no eres tú el que la causa. Es tu programación.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet
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