viernes, 7 de mayo de 2021

EN LOS MOMENTOS PUROS Y PERFECTOS NUNCA ESTARÁ LA MENTE


 

NO ES LO MISMO LA FANTASÍA QUE LA REALIDAD


Cuentan que había un rey a quien le gustaban mucho los dragones. Se hizo un gran experto en esta materia y su palacio estaba decorado con obras de arte que recreaban todo tipo de dragones, gran parte de sus joyas representaban dragones y su ropa estaba decorada con motivos de dragones. En sus jardines manaban fuentes con dragones de piedra e instauró una gran fiesta llamada el Festival del Dragón. Incluso afirmaba que sería capaz de dar cualquier cosa con tal de tener la oportunidad de ver a un dragón si es que éstos hubiesen existido.

Una noche, un fuerte ruido lo despertó. Un enorme animal estaba introduciendo su cabeza por la ventana y, al abrir sus fauces, lanzó una llamarada que casi alcanzó al rey. Era un dragón. El aterrorizado monarca llamó a gritos a su guardia, que acudió en tropel armada hasta los dientes.

-¡Matad a esa bestia! -ordenaba el rey fuera de control. Al cabo de una cruenta pelea, el extraordinario animal yacía muerto a las puertas de palacio.

Desde ese momento, al rey dejaron de gustarle los dragones.



Del libro:
Los 120 mejores cuentos
de las tradiciones espirituales de oriente
Recopilación de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez
Fotografía tomada de internet

jueves, 6 de mayo de 2021

RELIGIOSO Y ESPIRITUAL


 

26. RELIGIONES. FUNDAMENTOS I.


Las religiones no soportan el desarrollo de los pueblos porque suele 
acompañarse de los medios de la ilustración y la racionalidad. El resultado es un desplazamiento de las supersticiones, creencias mágicas y subjetivas que en muchos casos sirven de fachada al poder político-económico.

La religión se ha definido como una necesidad humana de comunicación con seres superiores, milagrosos y misteriosos a los que adorar y pedir. Esta necesidad de lo “superior” quizás explique un reconocimiento de la propia inferioridad. Por otro lado parece que si las religiones se modernizasen de acuerdo con los tiempos, atenderían tanto a las personalidades más primitivas como a otras más evolucionadas. Pero también se dice que se quedarían en simples O.N.G., organizaciones de Ayuda fundamentadas en los valores ideales del Ego como la bondad, la honestidad, sinceridad, justicia, austeridad. Los que así opinan dicen que si estos valores se atienden, para qué las religiones si hablan de lo mismo.

Podemos entender la adoración como un deseo frustrado de posesión.

Los humanos adoramos objetos de arte, el oro y los diamantes, edificios, el amor, el poder… Es decir que somos capaces de grandes sacrificios por obtener lo que ansiamos. Se adoran tópicos y costumbres, la propia identidad, las drogas, el sexo, las aventuras… personas, animales, paisajes,… Se adoran palabras, pensamientos, símbolos y creencias.

En el Zen decimos que forma parte del autoengaño creer en estas posesiones porque hemos descubierto que son ellas las que nos poseen ya que introducidas en la mente, se convierten en deseos irrenunciables que limitan todo intento de libertad desnuda.



Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

miércoles, 5 de mayo de 2021

AMANSAR LA MENTE


 

LA DIFICULTAD DE LA PERCEPCIÓN GLOBAL


Una vez llegó un elefante a una ciudad poblada por ciegos. En esa ciudad se ignoraba 
qué y cómo era ese extraño y enorme animal, así que decidieron llamar a los más eruditos entre ellos para que elevaran un dictamen. El primero se acercó al animal y palpó concienzudamente sus patas. Al rato sentenció:

-Amigos, no hay duda. Un elefante es como una columna.

El segundo de ellos también se acercó al paquidermo y tocó a fondo sus orejas.

-Temo comunicaros que mi colega se ha equivocado. Un elefante es un gran abanico doble -dijo el segundo. El tercero, en cambio, centró su inspección en la trompa.

-Debo decir -proclamó- que mis dos colegas han errado en su apreciación. Es evidente que un elefante es como una gruesa soga. De este modo cada erudito captó su propio grupo de defensores y detractores, iniciándose una polémica que hizo que llegaran a las manos. En esto llegó al pueblo un hombre que veía perfectamente, y ante aquella confusión preguntó el motivo de la disputa. Desordenadamente, cada grupo volvió a defender su opinión sobre lo que en verdad era un elefante. Oídos a todos, el hombre que veía trató de sacarles de su error explicando que cada erudito sólo había percibido una parte del elefante, por lo que les describió cómo era en realidad el animal. Pero los ciegos creyeron que aquel hombre estaba loco. Lo expulsaron de su poblado, y continuaron por los siglos debatiendo entre ellos sobre lo que creían debía ser un elefante.



Del libro:
Los 120 mejores cuentos
de las tradiciones espirituales de oriente
Recopilación de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez
Fotografía tomada de internet

martes, 4 de mayo de 2021

PARA PRODUCIR UN CAMBIO


 

ASÍ ACTÚA UN AVARO


El Mulla Nasruddin estaba pescando en el embarcadero cuando perdió el equilibrio y se cayó al agua. ‘Socorro! Socorro!’, la esposa de Nasruddin comenzó a gritar. ‘Mi esposo se está ahogando. Socorro! Socorro!’

Por fortuna sus gritos fueron escuchados por dos jóvenes fornidos del vecindario que se echaron al agua y sacaron al pobre Nasruddin.

Mientras yacía en el muelle secándose, la esposa de Nasruddin se inclinó sobre él y le susurró: ‘Te salvaron de ahogarte, hombre. No deberíamos darles una rupia?’

El Mulla abrió un ojo y le contestó: ‘Yo solo estaba medio ahogado. Basta con media rupia’



FUENTE: OSHO: ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 310

lunes, 3 de mayo de 2021

EL PESO DE LAS CREENCIAS


Dos jóvenes monjes fueron enviados a visitar un monasterio cercano. Ambos vivían en su propio monasterio desde niños y nunca habían salido de él. Su mentor espiritual no cesaba de hacerles advertencias sobre los peligros del mundo exterior y lo cautos que debían ser durante el camino.

Especialmente incidía en lo peligrosas que eran las mujeres para unos monjes sin experiencia:

-Si veis una mujer, apartáos rápidamente de ella. Todas son una tentación muy grande. No debéis acercaros a ellas, ni mucho menos hablar, por descontado, por nada del mundo se os ocurra tocarlas. Ambos jóvenes aseguraron obedecer las advertencias recibidas, y con la excitación que supone una experiencia nueva se pusieron en marcha. Pero a las pocas horas, ya punto de vadear un río, escucharon una voz de mujer que se quejaba lastimosamente detrás de unos arbustos. Uno de ellos hizo ademán de acercarse.

-Ni se te ocurra -le atajó el otro-. ¿No te acuerdas de lo que nos dijo nuestro mentor?

-Sí, me acuerdo; pero voy a ver si esa persona necesita ayuda -contestó su compañero, Dicho esto, se dirigió hacia donde provenían los quejidos y vio a una mujer herida y desnuda.

-Por favor, socorredme, unos bandidos me han asaltado, robándome incluso las ropas. Yo sola no tengo fuerzas para cruzar el río y llegar hasta donde vive mi familia.

El muchacho, ante el estupor de su compañero, cogió a la mujer herida en brazos y, cruzando la corriente, la llevó hasta su casa situada cerca de la orilla. Allí, los familiares atendieron a la asaltada y mostraron el mayor agradecimiento al monje, que poco después reemprendió el camino regresando junto a su compañero.

-¡Dios mío! No sólo has visto a esa mujer desnuda, sino que además la has tomado en brazos.

-Así era recriminado una y otra vez por su acompañante. Pasaron las horas, y el otro no dejaba de recordarle lo sucedido.

-Has cogido a una mujer desnuda en brazos! ¡Has cogido a una mujer desnuda en brazos! ¡Vas a cargar con un gran pecado!

El joven monje se paró delante de su compañero y le dijo:

-Yo solté a la mujer al cruzar el río, pero tú todavía la llevas encima.



Del libro:
Los 120 mejores cuentos
de las tradiciones espirituales de oriente
Recopilación de Ramiro Calle y Sebastián Vázquez
Fotografía tomada de internet

HISTORIA-DESTINO


 

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