miércoles, 12 de agosto de 2020

EL HOMBRE ÍDOLO


Una antigua historia hindú: 

Érase una vez un mercader que naufragó y fue arrastrado hasta las costas de Ceylán, donde Vibhishana era el rey de los monstruos. El mercader fue llevado a presencia del rey. Al verle, Vibhishana quedó extasiado de gozo y dijo: «¡Ah, cómo se parece a mi Rama. Es idéntico a él!». Entonces cubrió al mercader de ricos vestidos y joyas y le adoró. 

Dice el místico hindú Ramakrishna: «La primera vez que escuché esta historia sentí una alegría indescriptible. Si a Dios se le puede adorar a través de una imagen de barro, ¿por qué no se le va a Poder adorar a través del hombre?



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

martes, 11 de agosto de 2020

NI TAN LENTO, NI TAN RÁPIDO

 

14. LO CONVENCIONAL.


Son las normas y costumbres de las mayorías. Con estos ingredientes se construye el Ego, la sociedad, el acuerdo o conveniencia. La gente tan parecida se aviene a las costumbres útiles sin hablar de ello porque los pensamientos, normas, conversaciones, libros, estudios, proyectos y objetivos, coinciden.

Lo convencional es lo establecido, lo vulgar y corriente, lo previsible, pero sobre todo, lo que se repite y se repite como por ejemplo las tradiciones alrededor de los acontecimientos sociales familiares: con el nacimiento, el bautismo, con las fechas, los santos y cumpleaños, con las bodas los viajes, con las fiestas populares las comidas y los cantos, con la muerte los entierros, comprando todavía nichos al sol, luego los aniversarios y repetir los nombres de los padres y los abuelos… entremezclando supersticiones, refranes y comprando a sus hijos cuentos de hadas.

Los de costumbres conservadoras son reacios a los cambios, a la modernización y sus valores suelen ser los de la seguridad reforzada y burguesa como el prestigio, el dinero, el poder, el éxito, la propiedad, la herencia, el orden, las dobles vidas, la ocultación de vicios y defectos. Los valores, cargados de prejuicios del pasado, son reaccionarios, se escandalizan fácilmente en público. En la política están representados por las derechas, en la religión por el integrismo dogmático hasta el fanatismo. Estas instituciones suelen reforzarse aliándose, son excluyentes, rígidas y poco aficionadas a razonar cargando sus argumentos con la emocionabilidad.

Es lógico que el coleccionismo sea uno de sus entretenimientos; el arte, las joyas, coches, pieles, objetos de anticuario, marcas… y todo cuanto sea exitoso o fiel imitación para los convencionales sin dinero. Hacen exhibición de lo que tienen, les da seguridad y se distinguen además por compartir los vinos, restaurantes, veraneos, viajes, amistades… y el gusto por lo extravagante superfluo.

La convencionalidad triunfa en todos los niveles sociales.



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

lunes, 10 de agosto de 2020

TODO LO QUE SURGE SE DESVANECE

 

LA ESCUCHA COMPASIVA


Como buena parte de nuestro sufrimiento se deriva de las percepciones erróneas, si queremos curar nuestra herida, tenemos antes que eliminar nuestras percepciones erróneas. «Veo que tal persona está haciendo esto o aquello, pero quizás la realidad sea muy distinta. Hay aspectos ocultos que se me escapan. Necesito escucharla más para comprender mejor lo que está ocurriendo». Y las personas que consideramos responsables de nuestro sufrimiento también pueden tener, como nosotros, percepciones erróneas. Cuando hacemos el esfuerzo de atender y escuchar la otra versión de la historia, nuestra comprensión aumenta, al tiempo que disminuye nuestra sensación de daño. 

Lo primero que debemos hacer en este tipo de situaciones consiste en tratar de reconocer internamente que nuestra visión de lo que ha ocurrido puede estar equivocada. La práctica consiste, en tal caso, en respirar y caminar conscientemente hasta que nos sintamos más tranquilos y relajados. 

Luego podemos decir, a quienes hayamos considerado causantes de nuestro daño, que estamos sufriendo y sabemos que nuestro sufrimiento puede estar causado por nuestra propia visión errónea. En lugar de acusar directamente a esa persona, debemos acercarnos a ella para pedirle ayuda y una explicación que nos permita entender por qué ha dicho o hecho tal o cual cosa. 

Existe una tercera alternativa –muy difícil, quizás la más difícil de todas– que también debemos, en la medida de lo posible, llevar a cabo. Tenemos que escuchar muy profundamente la respuesta de la otra persona, con la intención de verla y entenderla mejor. Quizás, de ese modo, descubramos que hemos sido víctimas de nuestras percepciones erróneas y que es muy probable que el otro sea también presa de sus propias percepciones erróneas. 

La escucha profunda y la palabra amable son prácticas muy poderosas que nos permiten entablar una buena comunicación y averiguar lo que realmente está ocurriendo. Si nuestro deseo de conocer la verdad es sincero y sabemos cómo utilizar la escucha profunda y la palabra amable, es mucho más probable que advirtamos los sentimientos y percepciones sinceras de los demás. Y, en ese proceso, podemos descubrir que también nosotros albergamos percepciones erróneas. Después de escucharles completamente, tenemos la oportunidad de ayudarles a corregir sus percepciones. Si abordamos así nuestros agravios, tendremos la oportunidad de convertir el miedo y el enfado en oportunidades de entablar relaciones más profundas y verdaderas. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 9 de agosto de 2020

100 MARINOS

 

CONVENCIDO


Un musulmán exhortaba a un cristiano a que se convirtiera: 

«¡Oh! ¡Ven a abrazar el Islam y su fe! 

—Si Dios lo quiere, dijo el cristiano, Él me hará abrazar la fe. ¡Él es quien procura el conocimiento y sólo Él puede quitarme toda duda!». 

El musulmán insistía: 

«Dios quiere que abraces la fe para escapar del infierno, ¡pero tu maldito egoísmo y la compañía de Satanás te dirigen hacia la blasfemia y hacia la Iglesia! 

—¡La Iglesia me ha convencido! dijo el cristiano, y formo parte de ella porque es más agradable unirse a quien nos ha convencido. Dios me pide que dé pruebas de fidelidad. Así que tengo que ser constante. Si mi ego y Satanás pueden actuar a su gusto, entonces la clemencia divina no tiene sentido. Tú quieres construir una mezquita imponente y muy ornamentada. Pero el que te siga hará de ella un monasterio. ¡Has tejido con mucho amor una pieza de paño para hacerte un manto, pero ha venido alguien, te la ha robado y se ha hecho con ella un pantalón! Si se desperdicia el paño, ¿puede ser tenido él por responsable? Si estoy deshonrado así, es que Dios lo ha querido. ¿De qué sirve pretender que la voluntad divina se realiza siempre si la voluntad del ego reina como dueña? Sin la voluntad de Dios, nadie aquí abajo, tendría voluntad, ni siquiera un instante. ¡Si piensas que soy el más vil de los infieles, sabe que yo mismo estoy convencido de ello! Si el destino cumple su voluntad en contradicción con la voluntad divina, entonces más vale someterse a Satanás, pues él es el que vencerá. Pero si un día Satanás se vuelve mi enemigo, ¿quién me protegerá de él? Créeme, es desde luego la voluntad de Dios la que se realiza. Este mundo le pertenece y el otro también. Sin su orden, nadie podría mover ni un dedo. A él es a quien pertenecen los bienes, las decisiones y el orden universal. Y Satanás no es más que un maldito perro que le pertenece».



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

sábado, 8 de agosto de 2020

PELIGROS

 

LA PALABRA HECHA CARNE


En el Evangelio de San Juan leemos: 

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros... Mediante ella se hizo todo; sin ella no se hizo nada de cuanto ha sido creado. Todo lo que llegó a ser estaba lleno de su vida. Y esa vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas jamás la han apagado. 

Fíjate en las tinieblas. No pasará mucho tiempo antes de que veas la luz. Observa silenciosamente todas las cosas. No pasará mucho tiempo antes de que veas la Palabra. 

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros... 

Resulta penoso comprobar los denodados esfuerzos de quienes tratan de convertir de nuevo la carne en palabra. Palabras, pala­bras, palabras...



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
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