miércoles, 22 de julio de 2020

EL CAMINO MÁS SIMPLE


Dios siempre elige el camino más simple.
(Albert Einstein)

La naturaleza ha inspirado a genios de todas las disciplinas y épocas, y Einstein no fue una excepción. La silenciosa aventura de las plantas y la armonía de los animales en estado salvaje lo maravillaban en contraposición con los esfuerzos humanos por complicarlo todo.

Décadas antes, Henry David Thoreau y el arquitecto Antoni Gaudí hicieron del mensaje natural y del regreso a la simplicidad de la vida su caballo de batalla.

Thoreau incluso llegó a sentir en su propio ser la vida de la naturaleza, pasando dos años inmerso en un bosque cerca de Walden Pond, y Gaudí lo hizo creando toda su obra bajo las enseñanzas de los árboles, las flores y el entorno natural.

Como decía Thoreau: «Cuando un hombre ha conseguido lo que es necesario para vivir, hay para él otra alternativa que la de ir en pos de lo superfluo, o sea, correr la aventura de la vida, toda vez que ha comenzado su emancipación del esfuerzo más humilde».

Fue un hombre que al integrarse en la naturaleza nos dejó enseñanzas tan puras como la expuesta en la siguiente frase: «Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorber todo su jugo a la vida. Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido». O: «La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no solo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación espiritual de la humanidad».

Pero la naturaleza no nos educa únicamente en el arte de la sencillez, como apunta Einstein. También nos enseña la magia de lo provisional, el cambio constante al que están sometidos los ciclos de la vida, el valor de cada instante. La naturaleza es un libro abierto en el que, si aparcamos las prisas, encontraremos las inspiraciones necesarias para hallar las respuestas que buscamos.




Tomado del libro:
Einstein para despistados
Allan Percy
Fotografía de Internet

lunes, 20 de julio de 2020

SOBRE MIS CONTRADICCIONES EN LA VIDA


¡PUEDO CORTAR MADERA!


Cuando el Maestro de Zen alcanzó la iluminación, escribió lo siguiente para celebrarlo: 

«¡Oh, prodigio maravilloso: Puedo cortar madera y sacar agua del pozo!». 

Para la mayoría de la gente no tienen nada de prodigioso actividades tan prosaicas como sacar agua de un pozo o cortar madera. Un vez alcanzada la iluminación, en realidad no cambia nada. Todo sigue siendo igual. Lo que ocurre es que entonces el corazón se llena de asombro. El árbol sigue siendo un árbol; la gente no es distinta de como era antes; y lo mismo sucede con uno mismo. La vida no prosigue de manera diferente. Puede uno ser tan variable o tan ecuánime, tan prudente o tan alocado como antes. Pero sí existe una diferencia importante: ahora puede uno ver todas las cosas de diferente modo. Está uno como más distanciado de todo ello. Y el corazón se llena de asombro. 

Esta es la esencia de la contemplación: la capacidad de asombro. La contemplación se diferencia del éxtasis en que éste lleva a uno a «retirarse». Pero el contemplativo iluminado sigue cortando madera y sacando agua del pozo. La contemplación se diferencia de la percepción de la belleza en que ésta (un cuadro o una puesta de sol) produce un placer estético, mientras que la contemplación produce asombro, prescindiendo de que lo que se contemple sea una puesta de sol o una simple piedra. 

Y ésta es prerrogativa del niño, que con tanta frecuencia se asombra. Por eso se encuentra tan a sus anchas en el Reino de los Cielos.



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

domingo, 19 de julio de 2020

DIOS DANZA SU CREACIÓN


VIAJE


Un discípulo había acompañado a su maestro con ocasión de un viaje. Pues bien, se encontraban en un país en el que el pan era cosa rara. Y el temor por la falta de alimentos estaba omnipresente en el espíritu del discípulo ignorante. Su maestro, lleno de lucidez, pronto descubrió esta obsesión. Le dijo: 

«¿Por qué apenarte? ¡Te inquietas por tu pan y pierdes tanto tu confianza como la paciencia! ¡Ah! No formas aún parte de los santos. ¡Porque ellos pueden subsistir sin nueces ni pasas! El hambre es la parte de todos los servidores de Dios. Es un favor que no recae en cualquier tonto o en cualquier mendigo. Abandona tus temores. Como no formas parte de los elegidos, no es fácil que permanezcas en esta cocina sin encontrar en ella algún alimento. Cuando se trata de llenar el vientre del común de los mortales, siempre hay abundancia. Y cuando esta gente muere, ve el pan alejarse diciendo: “¡Teníais miedo del hambre, pero mirad: os vais y yo me quedo aquí!”». 

¡Oh, vosotros que os inquietáis por vuestra subsistencia, levantaos y venid a serviros! Pero más vale tener confianza y no inquietarse, pues tu parte está tan enamorada de ti como tú lo estás de ella. Sólo tiene caprichos porque conoce tu impaciencia. Si fueras paciente, vendría ella a ofrecerse a ti. No hay verdadera opulencia sin confianza.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

sábado, 18 de julio de 2020

¡HAY MUCHO MÁS!


IMPERMANENCIA Y LOS CICLOS DE LA VIDA


Mientras una condición se considere "buena" por la mente, sea una relación, una posesión, un papel social, un lugar o su cuerpo físico, la mente se apega a ella y se identifica con ella. Lo hace feliz, lo hace sentirse bien consigo mismo y puede formar parte de lo que usted es o de lo que cree que es. Pero nada dura en esta dimensión donde la polilla y la herrumbre consumen. O termina o cambia o sufre un cambio de polaridad: la misma condición que era buena ayer o el año pasado se ha vuelto mala de repente o gradualmente. La misma condición que lo hizo feliz, lo hace entonces infeliz. La prosperidad de hoy se vuelve el consumismo vacío de mañana. El matrimonio y la luna de miel felices se convierten en el divorcio o la coexistencia desdichada. O la condición desaparece, así que su ausencia lo hace infeliz. Cuando una condición o situación a la que la mente se ha apegado y con la que se ha identificado cambia o desaparece, la mente no puede aceptarlo. Se aferrará a la condición que desaparece y se resistirá al cambio. Es casi como si le arrancaran un miembro del cuerpo. 

A veces oímos decir que personas que han perdido todo su dinero o cuya reputación se ha arruinado, se suicidan. Estos son los casos extremos. Otros, cuando tienen una gran pérdida de un tipo u otro, simplemente se vuelven profundamente infelices o se hacen daño a sí mismos. No pueden distinguir entre su vida y su situación vital. Hace poco leí sobre una actriz famosa que murió a los ochenta y tantos años. Cuando su belleza empezó a desvanecerse y a ser devastada por la vejez, ella se volvió desesperadamente infeliz y se recluyó. También ella se había identificado con una condición: su apariencia externa. Primero, la condición le dio un sentido feliz de sí misma, luego uno infeliz. Si hubiera sido capaz de conectarse con la vida sin forma y sin tiempo de su interioridad, podría haber observado y permitido el marchitamiento de su forma externa desde un lugar de serenidad y paz. Más aún, su forma externa se habría vuelto cada vez más transparente a la luz de su naturaleza verdadera y sin edad que brillaba a través de ella, así que su belleza no se habría marchitado sino simplemente se habría transformado en belleza espiritual. Sin embargo, nadie le dijo que esto era posible. El tipo de conocimiento más esencial no es todavía ampliamente accesible. 

El Buda enseñó que incluso la felicidad es dukkha, una palabra pali que significa "sufrimiento" o "insatisfacción". Es inseparable de su contrario. Esto significa que su felicidad e infelicidad son de hecho una sola cosa. Sólo la ilusión del tiempo las separa. 

Esto no es ser negativo. Es simplemente reconocer la naturaleza de las cosas, de modo que no persiga una ilusión por el resto de su vida. Tampoco es decir que no debería apreciar ya las cosas o condiciones placenteras o bellas. Pero buscar en ellas algo que no pueden dar -una identidad, un sentido de permanencia y de realización- es una receta para la frustración y el sufrimiento. Toda la industria de la publicidad y la sociedad de consumo se derrumbarían si la gente se iluminara y dejara de buscar su identidad a través de las cosas. Cuanto más busque la felicidad por este medio, más lo eludirá. Nada exterior lo satisfará excepto temporal y superficialmente, pero puede que necesite experimentar muchas desilusiones antes de darse cuenta de esta verdad. Las cosas y las condiciones externas pueden darle placer, pero no pueden darle alegría. Nada puede darle alegría. La alegría no tiene causa y surge de adentro como alegría de Ser. Es parte esencial del estado interior de paz, el estado que ha sido llamado la paz de Dios. Es su estado natural, no algo para lo que usted tiene que trabajar duro o que tiene que esforzarse por alcanzar. 

Muchas personas nunca se dan cuenta de que no puede haber "salvación" en nada que hagan, posean o alcancen. Los que se dan cuenta de ello a menudo se cansan del mundo y se deprimen: si nada puede darle verdadera realización, ¿qué queda para luchar por ello? ¿Qué sentido tiene todo? 

El profeta del Antiguo Testamento debió llegar a tal comprensión cuando escribió: "He visto todo lo que se ha hecho bajo el sol y todo es vanidad y esforzarse contra el viento". Cuando usted llega a este punto, está a un paso de la desesperación y a un paso de la iluminación. 

Un monje budista me dijo una vez: "Todo lo que he aprendido en los veinte años que llevo de monje puedo resumirlo en una frase: todo lo que surge se desvanece. Eso es lo que sé". Lo que quería decir, por supuesto, era esto: he aprendido a no ofrecer resistencia a lo que es; he aprendido a dejar ser al momento presente y a aceptar la naturaleza impermanente de todas las cosas y condiciones. Así he encontrado la paz. 

No ofrecer resistencia a la vida es estar en un estado de gracia, sosiego y levedad. Ese estado ya no depende de que las cosas sean de cierto modo, buenas o malas. Parece casi paradójico, sin embargo que cuando su dependencia interior de la formas ha desaparecido, las condiciones generales de su vida, las formas externas, tienden a mejorar en gran medida. Las cosas, las personas o las condiciones que usted pensaba que necesitaba para su felicidad llegan ahora a usted sin esfuerzo de su parte y usted está libre para gozarlas y apreciarlas, mientras duren. Todas esas cosas, por supuesto, se irán, los ciclos irán y vendrán, pero una vez desaparecida la dependencia ya no hay temor a la pérdida. La vida fluye con facilidad. 

La felicidad que se deriva de una fuente secundaria nunca es muy profunda. Es sólo un pálido reflejo de la felicidad de Ser, la paz vibrante que usted encuentra en su interior cuando entra en el estado de no resistencia. El Ser lo lleva más allá de los polos opuestos de la mente y lo libera de la dependencia de la forma. Incluso si todo se derrumbara a su alrededor, aún sentiría un profundo núcleo interior de paz. Puede que no sea feliz, pero estará en paz. 


Del libro:
El Poder del Ahora
Eckhart Tolle
Imagen tomada del internet

viernes, 17 de julio de 2020

CUANDO EMERGE LA POESÍA, LA BELLEZA, LA GRACIA

13. EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE


La mayor parte de la gente de los países desarrollados cree que han nacido para divertirse. Cada cual según su edad va recorriendo los abundantes ofrecimientos del placer confundiendo cada vez más el sentido de su vida.

A medida que el tiempo va pasándose, van acumulando las complicaciones de la existencia en forma de frustraciones, sufrimientos, pérdidas y ganancias en riesgo, de manera que nunca se alcanza una satisfacción estable y a toda prisa hay que buscar la siguiente ocupación prometedora. La gente, alguna, se da cuenta de que es un camino imparable que conduce a mayor insatisfacción, estrés, desgaste, ansiedad, prisa, depresión, esfuerzo en un círculo vicioso desesperante y angustioso.

Ni los científicos, filósofos, psicólogos, psiquiatras, religiosos, curanderos, políticos… saben “cómo” superar esto porque también están identificados con el programa de su Ego, enajenados, hipotecados por deseos, pensamientos, necesidades emocionales inmediatas, que no son otra cosa que adicciones aprendidas por una mente que ha sido adiestrada durante años a perseguir y lograr objetivos, a sustituirlos, a compensarse cuando no se logran. Es la misma estrategia que refuerza al predador que corre tras la presa. Acierta las suficientes veces como para satisfacer la emoción de su hambre y así aprende a repetir el procedimiento.

Frente a este adiestramiento de la mente hay estrategias para otro adiestramiento, el del desapego a las esclavitudes nombradas que de necesidades pasan a verse como hábitos, adicciones, dependencias… karma.

La mente superficial o Egótica cree que el control se ejerce por medio de influencias educativas condicionadoras tanto amables o positivas como por el miedo o negativas o bien mixtas. En todo caso se trata de un tipo de control superficial con mucho gasto de energía.

El Control profundo es sin esfuerzo y procede del desapego y la realización de la Propia Naturaleza sin palabras ni ideas.

En la Naturaleza, la Vida o el Cosmos no hay Buda Alguno.

El Buda transmite las Enseñanzas de ayuda al Hombre para que se libere a sí mismo y a los seres en los que ha influido.

El Control profundo es la sabiduría del Cosmos, la libertad en la interdependencia de los seres tal y como son.


Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
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