miércoles, 11 de marzo de 2020
LAS CUENTAS DE LA VIDA
Un hombre entró a un cementerio con el objeto de saludar a un ser querido que estaba allí sepultado. De repente se extravió por un sendero y entró, sin darse cuenta, a un pabellón donde observó algunas lápidas con inscripciones fuera de lo común. Una de ellas decía "Aquí yace Alphonse Duval, quien vivió ocho meses, cuatro días y nueve horas". En otra encontró esta leyenda: "Janúe Bruckwell, quien vivió siete años, dos meses y veinte horas". Unos pasos más allá, otra placa rezaba: "En honor de Marthina Bhernalosky, quien vivió doce años, setenta y dos días y quince horas".
La cantidad de inscripciones de esta clase le hizo suponer que estaba en un cementerio de niños. En ese momento vio venir a uno de los encargados del lugar y le preguntó:
-¿Por que anotan el tiempo que estos niños vivieron? ¿Por qué tantos niños muertos? ¿Acaso hay una maldición en este pueblo?
El cuidador respondió:
-En este pueblo tenemos la costumbre de entregarle una libreta a cada joven que llega a la adolescencia. En una de sus páginas debe anotar los momentos más célebres de su vida; en la otra el tiempo que duró ese disfrute. Desde entonces, el chico registra los momentos en que goza inmensamente, y el tiempo que duró ese gozo. Casi todos describen las emociones que les produjo su primer beso, los minutos que duró y la pasión que sintieron. Registran una voz amable, un consejo recibido, y el tiempo que duraron los sentimientos a ellos asociados. El día del matrimonio, el nacimiento del primer hijo, el viaje más deseado, el encuentro repentino con alguien querido, todos son acontecimientos que se anotan en esa libreta, por lo que representan en nuestras vidas. Este es el verdadero tiempo vivido, porque existimos para ser felices, gozar de la naturaleza, ayudar y estar en paz. Lo demás no es vida
Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet
martes, 10 de marzo de 2020
lunes, 9 de marzo de 2020
LLEVAR LA PLENA CONSCIENCIA CON NOSOTROS
Como muchos de nosotros, puedes tener el hábito de llevar contigo el teléfono dondequiera que vayas. Quizás creas que sin él no puedes vivir. Tienes miedo a olvidarlo y dejártelo en casa y te preocupa también quedarte sin batería.
El ejercicio del la plena consciencia nos permite llevar la práctica, como el teléfono, a cualquier lugar. Pero la plena consciencia no requiere ningún espacio, no hace más pesadas tus maletas y sus baterías nunca se agotan. Su práctica te acompaña dondequiera que vayas.
Para ayudarnos a desarrollar la capacidad de cuidar de muestro miedo, de nuestro dolor y de nuestra felicidad, la vida cotidiana debe estar impregnada de una dimensión espiritual. El ejercicio de la plena consciencia nos ayuda a establecer un lugar al que, cuando tengamos miedo, podamos regresar. Y el cultivo de la plena consciencia fortalece y consolida ese refugio. De este modo siempre podremos, estemos donde estemos, acceder a la práctica (con una confianza mayor que la que nos proporciona el teléfono móvil) y mantenernos firmes ante cualquier adversidad.
Todo el mundo porta, en su interior, la semilla de la plena consciencia. Todo el mundo, aun los niños, es capaz de respirar conscientemente, todo el mundo puede beber té conscientemente y todo el mundo puede caminar conscientemente. Cuando en tu interior albergas la energía de la plena consciencia, hablas, comes y caminas conscientemente, la energía de la plena consciencia está entonces viva en ti.
La plena consciencia porta consigo la energía de la concentración, de modo que la semilla de la concentración también está en tu interior. Existen prácticas de concentración que pueden liberarnos del miedo a la ira y a la desesperación. Si, en tu vida cotidiana, cultivas la energía de la plena consciencia y de la concentración, aprenderás a transformar tu miedo y tu ira y te liberarás del sufrimiento. Y, con la plena consciencia y la concentración, viene también la comprensión. La visión profunda es la sabiduría y la comprensión. Y la semilla de la sabiduría, de la comprensión perfecta, reside en cada uno de nosotros.
La conciencia es plena consciencia, concentración y visión profunda.
Cuando camino conscientemente, de un modo estable y feliz, veo la santidad en ti, hasta el punto de que podría llamarte “Su Santidad”. Y, del mismo modo que cada uno de nosotros lleva al Buda en su interior, también lleva consigo su santidad. Y cuando en nuestro interior vive el Buda, el sufrimiento desaparece y es posible la felicidad.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
domingo, 8 de marzo de 2020
CUANDO OBSTACULIZAN TU AUTOREALIZACIÓN
El psicólogo y humanista Abraham Maslow decía: "Un músico debe hacer música, un pintor debe pintar, un poeta debe escribir, si a final de cuentas quiere ser feliz. Lo que un hombre puede ser, debe serlo. A esta necesidad podemos llamarla autorrealización". Hoy, sabemos en psicología que el desarrollo de las propias capacidades y fortalezas son necesarias para la salud mental. La represión es enemiga de la felicidad.
La pregunta que surge es obvia: ¿por qué motivo el amor que sientes por tu pareja debe impedir la expansión satisfactoria de tus talentos y capacidades personales? Hablo de los deseos que te mueven, de lo que quieres hacer, de tus motivaciones vitales, de lo que te empuja a ser lo que eres y no otra persona.
Todo lo que nos haga crecer como seres humanos, mientras no sea destructivo ni para uno ni para otros, debe llevarse a cabo, si no queremos sentirnos incompletos. No hablo de impulsos patológicos, como las adicciones o las perversiones, sino de esa energía y pulsión de vida que nos hacen más humanos cuanto más las llevamos a cabo.
Sin obsesionarnos por ello, la búsqueda de la excelencia (superación no egocéntrica) y el perfeccionamiento (mejoramiento continuo) definen el arte de vivir. ¿Cuál es tu ideal del "yo", tu vocación, tus aficiones, tus querencias, tus gustos, tus sueños, tus proyectos de vida? ¿Por qué abandonarlos? Un amor que exija la castración motivación al e intelectual del otro para que funcione, no es amor sino esclavitud.
Le pregunto a alguien:"¿Cuál es su sentido de vida, señora?" Ella me mira en silencio, piensa un rato y luego responde con una sonrisa: "Mis hijos". Yo insisto: "Y si sus hijos no existieran, ¿qué haría, qué significado tendría su vida?" Piensa otro rato y me contesta: "Ninguno, no tendría sentido". Vivir para otros, con otros y en otros: la simbiosis" más allá de la placenta. No hay que destruirse para amar a un hijo. No debo quitarme la vida para producir vida. Mi madre siempre había querido cantar, su voz de soprano me acunó desde niño con un amplio repertorio de canciones "napolitanas tradicionales. Una vez me dijo: "Si volviera a nacer, cantaría en la ópera". Y hasta el día de su muerte" me hice la misma pregunta: ¿por qué no lo hizo o por qué no lo intentó? La pobreza, la emigración, mi padre, vaya uno a saber; quizás, de haberlo hecho, yo no habría nacido. ¿Un acto de amor? Sin duda, pero hacia sus futuros hijos, no hacia ella.
Una mujer de 37 años se vio enfrentada a un verdadero juicio moral por parte de su familia cuando tomó la decisión de estudiar historia en la universidad. Las críticas llovieron de todas partes, pero lo que más le molestaba eran los cuestionamientos sobre el supuesto abandono a sus hijos: "¿Vas a dejar a los niños sabiendo que te necesitan tanto?", le decían tías y vecinas. Es el chantaje emocional" típico a las mujeres que intentan abrirse paso en la vida, que proviene no sólo de los hombres sino también de otras mujeres. Tenía dos hijos varones de catorce y quince años a los que amaba profundamente y no quería hacerles daño.
Cuando me planteó el problema de la culpa que sentía, no dudé en responderle: "Si sus hijos a la edad que tienen todavía necesitan la presencia de la madre las veinticuatro horas, los que deberían estar aquí son ellos. Siéntase culpable solamente si ha violado los derechos de alguien intencionalmente. Me pregunto si su marido e hijos tienen el derecho a que usted se dedique a ellos de tiempo completo..." Otros señalamientos de su grupo de referencia giraban alrededor de qué tan útil y productiva podía ser la carrera que iba a estudiar, como si el placer de la vocación no fuera un motivo válido y suficiente.
Por ejemplo, un cuñado le sugirió que asistiera a unos cursos de contaduría para ayudarle a su marido en la empresa y así "distraerse un poco". Cuando mi paciente me comentó la propuesta, no pude disimular mi preocupación:
Terapeuta: ¿A usted le gusta la contaduría?
Paciente: ¡La odio!
Terapeuta: ¿Prefiere una carrera universitaria formal o unos cursos de enseñanza informal?
Paciente: Quiero estudiar una carrera universitaria completa. Siempre fue mi sueño. Me casé muy joven, pero todavía estoy a tiempo... ¿Usted qué me aconseja?
Terapeuta: Usted no necesita mi opinión, ya tiene todo muy claro.
Hoy día cursa séptimo semestre de historia. No se separó y finalmente la familia en pleno tuvo que resignarse a compartir a la madre, la hija y la esposa con los estudios.
"Persevera y triunfarás" es un refrán que no me gusta "mucho, porque deja por fuera la virtud de "aprender a perder", sin embargo, debo reconocer que en este caso," funcionó a la perfección.
¿Quieres trabajar en una obra social, aprender a bailar tango, formar parte de Médicos sin Fronteras, meterte de monja o de cura? Pues si es vital, si forma parte de tus necesidades básicas, no lo descartes. Reflexiona sobre ello, haz un balance costo/beneficio y al menos, atrévete a considerarlo seriamente. Lo que te hace evolucionar es un regalo, lo que te lleva a involucionar es un estorbo.
¿Quién debe acoplarse a quién en estos casos? Para mi es indiscutible: el que se opone irracionalmente debe acceder y no a la inversa. Supongamos que tuvieras un hijo varón que quisiera estudiar ballet clásico (recordemos la película Billy Elliot) y como padre te negaras debido a tus prejuicios machistas. Pues, para mí es claro que tu hijo no debería renunciar a su vocación para darte gusto. Por el contrario, pienso que deberías ser tú quien se acople a él y generar un cambio en tu manera de pensar. Lo regresivo debe ceder paso a lo progresivo, y es progresivo todo lo que ayude al desarrollo del potencial humano. Parafraseando al filósofo André Comte-Sponville: en cada uno de nosotros reposa una "pulsión de vida" (como lo llamaba Freud), una "tendencia" (hormé la llamaban los estoicos), "una propensión a perseverar en su ser" (el connatus de Spinoza) o una "voluntad de poder" (para Nietzsche). Allí radica la vida buena, en seguirle la pista a los propios talentos naturales. Alguien podría argüir:"¿Acaso no pueden congeniar ambas cosas: amor de pareja y vocación?" La respuesta es: a veces sí es posible hacerlo.
En ocasiones podemos reunir en una misma bolsa afecto y autorrealización, trabajo y placer. ¿Pero, si no se puede...? ¿Por qué existir menos, si podemos existir más? Cuando renuncias a tu sentido de realización personal, a tus necesidades de crecimiento, empequeñeces tu existencia.
El humanismo y la psicología positiva sostienen que el desarrollo saludable adopta dos direcciones: autonomía y exploración/apertura. ¿Cómo avanzar en la vida si la persona que amas se resiste a tu crecimiento? ¿Cómo mantener la capacidad de asombro si se te prohíbe reír y conocer el mundo? Mejor una pareja con la cual puedas crecer codo a codo la coincidencia sobre lo fundamental, así haya variaciones sobre el mismo tema. El psicólogo Cari Rogers aseguraba que el organismo tiene una tendencia, el reto básico de mejorar, realizar y mantener el sí mismo que experimenta. Esta tendencia a la realización gira alrededor de una premisa fundamental: quererse a uno mismo al cubo.
Si por hacer feliz a la persona que amas renunciaste a tus deseos íntimos, has reprimido tu esencia o has adoptado un look prestado que distorsiona tu verdadero yo, pasaste el límite de un amor saludable. O peor: si ésa fue la "prueba de amor" que te exigieron, no te amaron o no te aman lo suficiente.
Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
sábado, 7 de marzo de 2020
CUANDO NO TE QUIEREN
¿Por qué seguimos en una relación insana, a sabiendas de que no nos aman? Esperar a que te quieran puede ser una de las experiencias más humillantes y tristes: "Ya no me abraza, ya no se preocupa por mí" o "Nunca me he sentido realmente amada o amado". ¿Qué esperas, entonces? Mendigar amor es la peor de las indigencias, porque lo que está en juego es tu persona, y si el otro, el que está por "encima", acepta dar limosnas, no te merece. ¿Quién tiene el poder en una relación? No es el más fuerte, ni el que tiene más dinero, es el que necesita menos al otro. Si tu pareja puede prescindir de ti mucho más fácil de lo que tú puedes prescindir de él o ella, hay que equilibrar la cuestión. Una persona honesta jamás estaría con alguien a quien no ama para aprovecharse de ciertos beneficios, llámese comodidad, dinero, compañía, etcétera.
Si no te quieren, no es negociable. ¿Qué vas negociar, qué acuerdos vas a proponer si no hay sentimiento, ni ganas ni deseo? ¡Que mala consejera puede ser a veces la esperanza! En ocasiones, la crudeza de la realidad o la más dolorosa desesperanza nos quita la carga de un futuro inconveniente. Si bajara un ángel y te dijera que tu pareja nunca podrá amarte de verdad, por lo menos como te gustaría, ¿seguirías manteniendo la relación? ¿Qué harías? Para mi es claro que si alguien titubea o duda de "que me ama, no me ama. "Dame un tiempo", "Déjame pensarlo" o "No estoy seguro": excusas o mentiras.
Si es evidente que no te quieren y sigues allí a la espera de la resurrección amorosa, dispuesta o dispuesto a responder a cualquier insinuación, te extralimitaste: estás del otro lado. Y si tú sensación de insatisfacción afectiva persiste a pesar de tus justos redamos, ya tienes resuelto el problema. No hay dudas: no te aman, y alguien tiene que irse.
Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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