martes, 12 de noviembre de 2019

DROGAS: APROBACIÓN, ATENCIÓN, ÉXITO


EL ESPÍRITU


Un día estando sola, María tuvo una aparición extraordinaria, de una radiante belleza, como el sol o como la luna que surge de la tierra. María se puso a temblar porque estaba desnuda, bañándose, como una rosa surgiendo del suelo o un sueño brotando del corazón. Perdió el conocimiento diciéndose:

"¡Me refugio en Dios!"

En efecto, esta piadosa mujer tenía la costumbre de confiar en Dios en cualquier momento, pues sabía que todo en este bajo mundo es inconstante. Y hasta su muerte, deseó que la protección de Dios se alzase, como una fortaleza en el camino de sus enemigos.

El Espíritu santo (Gabriel) le dijo:

"¡No temas nada! Yo soy el ángel y el confidente de Dios. No apartes tus ojos del que Dios ha elevado.

¿Por qué huir de sus íntimos? Tú intentas escapar de mi presencia refugiándote en la nada, pero yo soy el sultán de la nada. ¡De ella procedo y vengo a ti como una imagen!"

¡Oh, María! Cuando una imagen se instala en tu corazón, te dice, dondequiera que estés:

"¡Nunca te dejaré!"

Pero Gabriel no es una imagen como una falsa aurora. No es una imagen que se desvanece, sin consistencia.

Gabriel prosiguió:

"Yo soy el verdadero amanecer de la luz divina. La luz que yo traigo ya no se oscurece. Tú quieres protegerte de mí refugiándote en Dios, pero Dios es también mi refugio. ¡Tú buscas un refugio, pero yo soy ese refugio!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

lunes, 11 de noviembre de 2019

VEINTE HIJOS


Había una mujer que, cada año, daba a luz un hijo. Pero siempre moría el niño al cabo de seis meses, cuando no al cabo de tres. Como su último recién nacido acababa también de morir, dirigió a Dios esta plegaria:

"¡Oh, Dios mío! ¡Este niño es un fardo para mí durante nueve meses y lo pierdo al cabo de tres meses.

Así, los favores que me ofreces se transforman en tormentos!"

La pobre mujer iba también a expresar su pena ante los hombres de Dios:

"Mis veinte hijos han muerto todos, uno tras otro, y el fuego de la separación ha quemado siempre mi corazón."

Pues bien, una noche, tuvo un sueño: vio el paraíso, jardín eterno y perfecto. Digo un jardín a falta de otra palabra. Desde luego, el paraíso es indescriptible, pero el jardín es una imagen suya.

En resumen, esta mujer soñaba con el paraíso. Y allí vio un palacio a la entrada del cual estaba grabado su nombre. Se llenó ella de gozo y oyó una voz que le decía:

"Este palacio se ofrece a quien es capaz de sacrificar su alma a Dios. Para merecer tal favor, hay que servir durante mucho tiempo. Tú empiezas a ser mayor, pero nunca te has refugiado en Dios y por eso es por lo que has sufrido todas estas pruebas."

La mujer dijo entonces:

"¡Oh, señor! ¡Deseo muchos años más como los que he vivido! ¡Que yo me ahogue en la sangre!"

Después paseó por este jardín y, de pronto, encontró allí a sus propios hijos. Entonces gritó:

"¡Oh, Señor! Mis hijos estaban ocultos a mis ojos, pero no a los tuyos. ¡El que no puede ver lo Desconocido no merece ser llamado Hombre!"

Tú no deseas que sangre tu nariz. Sin embargo, sangra y la sangre que corre mejora tu salud. El fruto tiene una piel dura, pero su carne es sabrosa. Sabe que el cuerpo es tu piel. Tu alma, que está encerrada vale mucho más. El interior del hombre es lo más hermoso que hay. Así que ¡busca esa belleza!



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

INTOXICACIONES


sábado, 9 de noviembre de 2019

EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES


Un día un hombre se presentó ante Moisés y le dijo:

"¡Oh, Moisés! enséñame el lenguaje de los animales. Pues mi fe, con este conocimiento, no puede sino aumentar. En efecto, hay ciertamente lecciones que aprender en las conversaciones de los animales. Los hombres, por su parte, no hablan más que de agua y de pan."

Moisés le respondió:
"¡Vete! No te ocupes de eso. Hay mucho peligro en esa empresa. Si deseas adquirir la sabiduría, pídela a Dios, ¡pero no a palabras, a libros o a labios!"

El deseo del joven no hizo sino aumentar con esta negativa, pues una aspiración que encuentra un obstáculo se convierte en deseo. El joven, pues, insistió:

"No te opongas a mi aspiración, eso sería indigno de ti. Tú eres el profeta y sabes que una negativa por tu parte me hundiría en la mayor de las tristezas."

Moisés se dirigió entonces a Dios:
"¡Oh, Dios mío! ¡Este ingenuo ha caído en manos de Satanás! ¡Si le enseño lo que desea, corre a su perdición y si me niego, quedará lleno de rencor!"

Dios respondió entonces a Moisés:
"¡Oh, Moisés! ¡Haz lo que te pide, pues yo no podría dejar una plegaria sin respuesta!

-¡Oh, Señor! ¡Se arrepentirá amargamente, que no todos pueden soportar tal saber!

-¡Acepta su petición! dijo Dios, o, al menos, responde parcialmente a ella."

Moisés se dirigió entonces al joven:
"Te arriesgas a perder tu honor con tal deseo. Harías mejor renunciando, pues Satanás es el que, con su astucia, te inspira esa tentación. ¡Llénate más bien del temor de Dios!"

El joven le suplicó:
"¡Enséñame al menos el lenguaje de mi perro y de mi gallo!"

Moisés le respondió:
"Eso es posible. Podrás entender el lenguaje de esas dos especies."

Volvió, entonces, el joven a su casa y esperó el amanecer en el umbral de su casa para verificar su nuevo saber. Muy temprano, su criada se puso a limpiar la mesa e hizo caer al suelo algunos trozos de pan. El gallo, que pasaba por allí, se los comió. En aquel instante, acudió el perro y le dijo:

"Lo que haces es injusto. Tú te alimentas de semillas, pero para mí, eso es imposible. ¡Habrías tenido que dejarme esos trozos de pan!

-¡No te preocupes! respondió el gallo, pues Dios ha previsto otros favores para ti. Mañana, el caballo de nuestro amo va a morir y tú y tus compadres podréis saciaros. ¡Será un alborozo sin límites para vosotros!"

Al oír estas palabras, el joven quedó muy sorprendido y llevó su caballo al mercado para venderlo.

Al día siguiente el gallo se apoderó de nuevo de los restos de la comida de su amo antes que el perro.

Este se puso a renegar:
"¡Oh, traidor! ¡Oh, mentiroso! ¿Dónde está ese caballo cuya muerte me anunciabas?"

El gallo replicó sin alterarse:
"Pero el caballo ha muerto realmente. Nuestro amo, al venderlo, ha evitado desde luego perderlo, pero era retroceder para saltar mejor, pues mañana, es su mula la que va a morir y tendréis más que suficiente para saciaros."

El joven, presa del demonio de la avaricia, fue a vender su mula al mercado, creyendo evitar así esta pérdida. Pero al tercer día, el perro dijo al gallo:

"¡Oh, tramposo! Eres, con toda seguridad, el sultán de los embusteros!"

El gallo respondió:
"El amo ha vendido su mula, pero no te inquietes pues, mañana, es su esclavo el que va a morir. Y, como de costumbre, distribuirá pan a los pobres y a los perros."

Habiendo oído estas palabras, el joven fue a vender a su esclavo diciendo:

"¡He evitado tres catástrofes!"

Pero, al día siguiente, el perro se puso de nuevo a recriminar al gallo tratándolo de mentiroso. Este respondió entonces:

"¡No, no! te equivocas. Ni yo ni ningún gallo mentimos nunca. Somos como los almuédanos. Siempre decimos la verdad. Nuestro trabajo consiste en acechar el sol y, aunque estemos encerrados, sentimos su llegada en nuestro corazón. ¡Si nos equivocamos, nos cortan la cabeza!"

"Ya ves, prosiguió el gallo, la persona que ha comprado al esclavo de nuestro amo ha hecho un mal negocio, pues este esclavo ha muerto ya. Pero mañana, toca el turno de morir a nuestro amo y sus herederos se alegrarán tanto que sacrificarán la vaca. Te lo digo: mañana será un día de abundancia para todos. Tú quedarás satisfecho más allá de tus deseos. Nuestro amo, dominado por la avaricia, se ha negado a perder cualquier cosa. Sus bienes han crecido, pero él va a perder la vida con ello."

Cuando hubo oído esto, el joven, temblando de miedo, se precipitó a casa de Moisés y le dijo:

"¡Moisés, ayúdame!"

Moisés respondió:
"¡Tienes que sacrificarte tú mismo si quieres salvarte, pues has trasladado tus contrariedades sobre los hombros de los fieles para llenar mejor tu bolsa!"

A estas palabras, el hombre se puso a llorar:
"¡No te muestres tan severo! No me tires de las orejas. Es verdad que he cometido un acto indigno.

¡Responde a mi indignidad con un nuevo favor!

-La flecha ha dejado el arco, dijo Moisés y no podría dar media vuelta. Pero rogaré a Dios para que te conceda la fe, pues, para quien tiene la fe, la vida es eterna."

En aquel mismo instante, el joven sufrió una indisposición cardíaca y cuatro personas lo llevaron a su casa. Cuando llegó el alba, Moisés se puso a rezar:

"¡Oh, Señor! No le quites la vida antes de que haya adquirido la fe. Se ha conducido mal. Ha cometido muchos errores, pero perdónalo. ¿No había yo dicho que este saber no le convenía? Ningún ave puede sumergirse en el mar si no es un ave marina. El se ha sumergido sin ser ave marina. ¡Ayúdale, que se ahoga!".

Dios respondió:
"Ya lo he perdonado y le ofrezco la fe. Si tú quieres, puedo también darle la vida, pues por ti, yo resucitaría a los muertos.

-¡Oh, Señor! dijo Moisés, aquí está el mundo de los muertos. El más allá es el mundo de la vida eterna.

¡Es, pues, inútil que lo resucites temporalmente!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

DIOS VA CON ELLOS


viernes, 8 de noviembre de 2019

NADIE TE DICE QUE YA TIENES LA CAPACIDAD


LA PÉRDIDA DEL CONTROL


Si ustedes quieren comprender el control, piensen en un niño a quien le dan a probar drogas. Cuando las drogas penetran en el cuerpo del niño, éste se convierte en adicto; todo su ser reclama la droga. Estar sin droga es un tormento tan intolerable que parece preferible morir. Piense en esta imagen: El cuerpo se ha vuelto adicto a la droga. Esto fue exactamente lo que la sociedad les hizo a ustedes cuando nacieron. No les permitió disfrutar del alimento sólido y nutritivo de la vida - es decir, del trabajo, del juego, de la diversión, de la risa, de la compañía de la gente, de los placeres de los sentidos y de la mente. Les dio una prueba de la droga llamada aprobación, aprecio, atención. 

Voy a mencionar a un gran hombre llamado A. S. Neil. Es el autor de Summerhill. Neil dice que el síntoma de que un niño está enfermo es que siempre gira alrededor de sus padres; le interesan las personas. El niño saludable no se interesa por las personas, sino por las cosas. Cuando un niño está seguro de que su madre lo ama, se olvida de su madre; sale a explorar el mundo; es curioso. Busca una rana para ponerse en la boca - ese tipo de cosa. Cuando el niño no se despega de su madre, es una mala señal; es inseguro. Tal vez la madre ha estado tratando de que el niño la quiera, no le ha dado toda la libertad y seguridad que necesita. La madre lo ha estado amenazando de muchas maneras sutiles con abandonarlo. 

De manera que nos dieron una prueba de adicción a varias drogas: la aprobación, la atención, el éxito, llegar arriba, el prestigio, ser nombrado en el periódico, tener poder, ser jefe. Nos hicieron probar cosas como ser capitán del equipo, ser el director de la banda, etc. Habiendo probado estas drogas, nos convertimos en adictos y empezamos a temer perderlas. Recuerden la falta de control que sentían, el terror ante la perspectiva del fracaso o de cometer errores, ante la perspectiva de que otros lo criticaran. De manera que usted se volvió dependiente de los demás, y perdió su libertar. Otros tienen ahora el poder de hacerlo feliz o desgraciado. Usted necesita sus drogas, pero a pesar de que detesta el sufrimiento que esto implica, usted está completamente indefenso. No hay un minuto en que, consciente o inconscientemente, usted no esté al tanto de las reacciones de otros o sintonizado con ellas y marchando al compás de sus tambores. Una bonita definición de una persona que despertó: una persona que ya no marcha al compás de los tambores de la sociedad, una persona que danza al ritmo de la música que surge de su interior. Cuando a usted no le ponen atención o no simpatizan con usted, siente un aislamiento tan intolerable que se arrastra de nuevo hacia la gente y suplica que le den la droga llamada apoyo y ánimo, seguridad. Vivir con la gente en este estado implica una tensión inacabable. "El infierno son los demás" dijo Sartre. Qué gran verdad. Cuando uno se halla en este estado de dependencia, siempre tiene que comportarse de la mejor manera; nunca puede relajarse; tiene que cumplir las expectativas. Vivir con la gente es vivir tensionado. Estar si ellas produce la agonía del aislamiento, porque la echa de menos. Uno ha perdido la capacidad de ver a los demás exactamente como son y de responderles adecuadamente, porque la percepción que tiene de ellos está distorsionada por la necesidad de obtener la droga o como una amenaza de ser despojado de ella. Conscientemente o inconscientemente, uno siempre mira a la gente con esos ojos. ¿Obtendré de ellos lo que quiero, no obtendré de ellos lo que quiero? Y si no pueden ni apoyar ni amenazar mi droga, no me interesan. Decir eso es una cosa horrible, pero me pregunto si hay alguien aquí de quien no se pueda decir esto.


Extracto del libro:
Despierta (charlas sobre la espiritualidad)
Anthony de Mello
Fotografía tomada de internet
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