miércoles, 2 de octubre de 2019

SOBRE CONQUISTAS


EL ARROYO DE LA LUNA


Un rebaño de elefantes se había instalado a la orilla de un arroyo y los demás animales se lamentaban de que esta presencia los privaba del libre acceso al curso de agua. Todos se pusieron a buscar una estratagema para hacer que se largaran, pues estaba claro que ninguna fuerza bastaba para obligarlos a irse.

El primer día de la luna, un viejo conejo subió a un montículo y gritó a los elefantes:

"¡Oh, sultán de los elefantes! ¡Soy un mensajero, el mensajero de la luna! Si quieres tener la prueba de mis palabras, escucha esto: dentro de quince días, la luna se mostrará en el agua. Y he aquí el mensaje que la luna os envía: "Este arroyo nos pertenece y está prohibido a todos acercarse a él bajo pena de volverse ciegos" Creedme, si os quedáis cerca de este arroyo, seréis cegados por medio de unos destellos. ¡Y si os atrevéis a calmar en él vuestra sed, la luna se estremecerá en el agua para mostrar su cólera!"

Al octavo día de la luna, el sultán de los elefantes fue a beber al arroyo, pero cuando mojó su trompa en él, vio la luna estremecerse en su superficie. Entonces empezó a creer lo que le había dicho el viejo conejo, pero los demás elefantes lo tranquilizaron diciéndole:

"¡No somos tan tontos como para huir porque la luna se haya movido!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

lunes, 30 de septiembre de 2019

GANANDO PUNTOS HACIA EL CIELO


LA NUEVA BUENA NUEVA


CAPITULO 4
LA NUEVA BUENA NUEVA

Todas las grandes verdades empiezan siendo blasfemias.

Es una frase célebre de George Bernard Shaw, que tenía mucha razón. Su observación nos explica por qué deben introducirse con tanta delicadeza tantas grandes verdades, en voz baja y quitando importancia a las verdades mismas.

Pero llega un momento en que ya no se les puede quitar importancia.

Salen a flote a la superficie de la vida y surgen con todo su esplendor. Son momentos muy trascendentes para la humanidad, pues nuestra especie evoluciona a medida que surgen estas grandes verdades.

Veamos, por ejemplo, la idea de que podemos ser más felices que Dios.

iQué idea! iQué concepto!. iEs revolucionario! Por eso se ha estado resistiendo a él mucha gente. Han pasado años enteros resistiéndose a él, negándolo, hasta tachándolo de «malo».

Sí; la gente (y, paradójicamente, las religiones mismas) han estado calificando de malo el ser un poco felices siquiera; cuanto más el ser más felices que Dios. (Bueno, puede que no hayan calificado de malo el ser felices, pero sí que han tachado de malo hacer la mayoría de las cosas que nos hacen felices.)

Mucha gente cree que la vida debe contener mucho dolor, dolor debe «ofrecerse» a Dios. Debe soportarse en silencio. Así ganamos puntos para el cielo.

Nuestra cultura ha adoptado esta idea de manera tan absoluta, que algunas personas ni siquiera quieren ser felices siempre. Cuando les hablas de que podemos ser «más felices que Dios» se ponen inquietas, incómodas. Te dicen que estás siendo «poco realista». Incluso que puedes estar «en tratos con el diablo».

Te dirán que la vida debe ser infeliz. Que la vida es un juicio. Que es una escuela. Que el que algo quiere, su trabajo le cuesta, y todo eso. Es mucha la gente que cree estas cosas. Cuando les dices que la vida nunca ha debido ser infeliz, que nadie tiene por qué ser infeliz jamás, te miran de mala manera. No saben qué opinar de esto. No saben adonde les puede llevar esto, en muchos casos, sí que te dicen adonde te puede llevar a ti...

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Sí; esta idea de que puedes ser más feliz que Dios es una blasfemia. Pero es verdad. No es demasiado buena para ser verdad; es demasiado buena para no ser verdad.

La Buena Nueva es que para llegar al cielo no hace falta pasar por un infierno.

¿Lo has oído? ¡Que lo proclamen desde las azoteas! ¡Que lo digan en los pulpitos y en las cátedras! Que corra la voz desde aquí y desde ahora: La felicidad es tu estado natural de ser; y puedes estar allí constantemente. No es necesario que vuelvas a ser infeliz nunca más.

Esto no quiere decir que no vayas a volver a estar triste nunca más; pero la tristeza y la infelicidad no son una misma cosa. Vamos a estudiar aquí esta cuestión, al analizar con profundidad cómo puedes ser feliz siempre.

¿Soy yo feliz siempre? No. Si dijera que sí lo soy mentiría. ¿Soy feliz durante una proporción del tiempo mayor que nunca? Sí. ¿Empiezo a sentir que lo soy casi siempre? Sí.

Y tú también lo puedes ser. Puedes ser más feliz que Dios.

Esto no tiene nada que ver con el materialismo ni con el egoísmo. De hecho, la fórmula no funciona de ese modo. Es verdad que la fórmula te permite crear todo lo que quieras, cualquier cosa, y ya sé que eso parece materialismo; pero cuando conozcas toda la fórmula, cuando hayas oído toda la Verdad Callada, lo tendrás muy claro.

De manera que vamos a empezar por una verdad elemental, para pasar después a la verdad que está detrás de esa verdad... algo más de esa Verdad Callada.

La verdad elemental ya se te ha comunicado con las cinco primeras palabras de este libro.

La vida debe ser felicidad.

Te vuelvo a preguntar lo que te pregunté entonces: ¿lo crees? Si no lo crees, a tu vida no le quedará más opción que ir transcurriendo de una manera conforme a tu incredulidad. No te sorprenda ser infeliz una proporción del tiempo mayor de la que quisieras. Pero si crees que la vida sí debe ser feliz, lo será.

Puede que ahora estés pensando: ¿De verdad? Entonces, ¿cómo se explica todo el dolor y todo el sufrimiento que hay en el mundo?

La pregunta es justa. Y tendrás una respuesta antes de que hayamos terminado. Pero ahora mismo, de momento, te pido que te centres únicamente en la afirmación de cinco palabras con la que ha comenzado este libro. Veamos si es posible aceptarla, al menos como posibilidad.



Del libro:
Dios es felicidad
Convierte tu vida en una experiencia extraordinaria
Neale Donald Walsh
Foto tomada de internet

domingo, 29 de septiembre de 2019

NO SOY UN CONCEPTO


UNA PATADA EN EL CULO


LA VERDAD QUE POCOS PUEDEN ACEPTAR


CAPITULO 3
LA PROMESA QUE POCOS PUEDEN CREER;
LA VERDAD QUE POCOS PUEDEN ACEPTAR

Una cosa es que no necesitemos a Dios, y otra cosa es que Dios no nos sirva para nada.

Voy a repetirlo, pues es demasiado importante como para pasarlo por alto. He dicho que una cosa es que no necesitemos a Dios, y otra cosa es que Dios no nos sirva para nada.

De hecho, si no necesitamos a Dios es, precisamente, porque Dios nos sirve de una manera extraordinaria.

¿Cómo vamos a «necesitar» algo que tenemos siempre, que no podemos no tener en ninguna circunstancia, que puede servirnos siempre y que no puede no servirnos por mucho que nosotros neguemos que nos sirve?

No puedes no tener a Dios en tu vida, como parte de tu vida, aunque muchas personas no son capaces de creerlo. No son capaces de creer la promesa más elevada que nos hizo Dios: Yo estaré siempre con vosotros, hasta el fin de los tiempos.

No puedes no servirte de Dios, aunque niegues que lo hagas, y ésta es otra cosa que muchas personas no son capaces de creer. No son capaces de aceptar la verdad más maravillosa que enseñan todas las religiones, cada una a su manera:

Pedid, y se os dará.

Al ser incapaces las personas de aceptar esta verdad, no entienden en absoluto la fórmula por la que pueden crear lo que quieren vivir en sus vidas.

Yo llamo a esta fórmula Proceso de la Creación Personal; se data de lo que algunos llaman «Ley de la Atracción», y no sólo no deja obsoleto a Dios, sino que tiene el efecto opuesto. Hace más presente, más relevante y más real que nunca nuestra vivencia de Dios.


Del libro:
Dios es felicidad
Convierte tu vida en una experiencia extraordinaria
Neale Donald Walsh
Foto tomada de internet
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