martes, 24 de septiembre de 2019

ZANAHORIAS, HUEVOS Y CAFÉ


Así como el oro debe pasar por el fuego para ser purificado, los seres humanos necesitamos pruebas para pulir nuestro carácter. Lo más importante es cómo reaccionamos frente a ellas.

Una hija se quejaba con su padre acerca de la vida. No sabía cómo seguir adelante y, cansada de luchar, estaba a punto de darse por vencida. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

El padre, un reconocido chef, la llevó a la cocina. Llenó tres ollas con agua y, las puso sobre fuego fuerte. Cuando el líquido estaba hirviendo, echó zanahorias en la primera olla, un par de huevos en la segunda, y, algunos granos de café en la tercera.

La hija esperó con impaciencia preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos él apagó el fuego, puso las zanahorias en un recipiente y los huevos en otro, coló el café y lo sirvió en una jarra. Mirando a su hija, le preguntó:

-Querida, ¿qué ves?

-Zanahorias, huevos y café -fue la respuesta.

Le pidió que tocara las zanahorias: estaban blandas. Luego le dije que rompiera un huevo: estaba duro. Por último, le pidió que probara el café. Ella sonrió, mientras disfrutaba el rico aroma de la bebida. Humildemente la joven preguntó:

-¿Qué significa esto, papá?

-Estos tres elementos -explicó él- se han enfrentado a la misma adversidad, el agua hirviendo, y cada uno ha reaccionado en forma diferente. La zanahoria, fuerte y dura, se tornó débil fácil de deshacer. El huevo era frágil; la cáscara fina protegía su interior líquido, que después de estar en el agua hirviendo se endureció. Los granos de café transformaron al agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta. ¿Qué eres tú? -le preguntó el cocinero a su hija-. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿eres zanahoria, huevo o grano de café?

¿Y usted, amigo lector? ¿Es como una zanahoria, que parece fuerte pero se vuelve débil cuando la adversidad la toca? ¿Es como un huevo, cuyo corazón maleable se endurece ante las penas? ¿O como un grano de café, que cambia al agua hirviente, al elemento que le causa dolor? El que es como un grano de café, reacciona mejor cuando las cosas se ponen peor.



Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet

TODO EL MUNDO TIENE AMOR


lunes, 23 de septiembre de 2019

EL PUEBLO DE SABA


Hablando de tontería, me viene a la memoria la historia del pueblo de Saba. Su tontería era, en efecto, contagiosa como la peste.

Saba era una gran ciudad, tan grande como las ciudades de que se habla en los cuentos para niños.

Decimos cuentos para niños, pero estos cuentos son estuches de perlas que contienen muchas enseñanzas.

Tomad en serio las palabras insensatas de los cuentos.

La ciudad de Saba era, pues, incomparable por su tamaño. Pero sus habitantes eran incapaces de apreciarlo. La distancia a recorrer para ir de un extremo de la ciudad al otro era inconmensurable. Sólo en esta ciudad se encontraba la población de una decena de ciudades. Esta población se componía en todo y por todo de tres personas de cara sucia. Aunque fuese innumerable, se resumía en estos tres banales personajes. En efecto, las almas que no ven al Amado no valen si siquiera media persona, aunque fuesen incluso millares.

Uno de ellos era un ciego cuya vista era penetrante. Es decir, que podía ver una hormiga, pero que era incapaz de divisar a Salomón.

El segundo era un sordo cuyo oído era muy fino. Es como decir un tesoro sin oro.

En cuanto al último, era un hombre desnudo cuya túnica era muy larga.

El ciego dijo de pronto:

"Veo un ejército que se acerca. Puedo distinguir incluso de qué pueblo se trata."

El sordo dijo a su vez:

"¡Tienes razón! Oigo el rumor de sus conversaciones."

El hombre desnudo dijo entonces:

"¡Temo que desgarren la orla de mi túnica!"

El ciego añadió:

"¡Ya llegan! Tenemos que huir si queremos evitar ser capturados."

El sordo:

"Su estruendo se acerca. ¡Huyamos lo más aprisa posible!"

El hombre desnudo:

"¡Socorro! ¡Van a destrozar mi túnica!"

Así es como dejaron la ciudad para refugiarse en un pueblo abandonado. Allí encontraron un ave muy grande, pero que no tenía carne. Era una carroña que había sido devorada por los buitres y sus huesos estaban esparcidos. Nuestros tres hombres devoraron esta ave como un león devora su presa. Y cada uno de ellos creyó haber encontrado satisfacción. Pero se pusieron a engordar hasta tal punto que se hicieron enormes como elefantes y el mundo fue demasiado pequeño para ellos. Y así fue como pasaron por la rendija de la puerta.

El sordo es el deseo. Oye venir la muerte de los demás, pero no la suya. El ciego es la ambición. Ve los defectos del pueblo hasta en el menor detalle, pero es ciego para los suyos. El hombre desnudo teme que le corten la orla de su túnica, pero ¿cómo sería eso posible? El pueblo de esta tierra está arruinado, pero teme a los ladrones. Todos hemos llegado desnudos a este mundo y así es como lo dejaremos. Pero todos tememos a los ladrones. En el momento de la muerte, los ricos comprenden que no poseen un céntimo.

Los hombres de talento sienten que han errado el camino. Son como esos niños que toman unos trozos de cerámica por bienes preciosos. Si se les quitan, lloran. Y si se les devuelven, se alegran. El niño, hasta que es adulto, no distingue el bien del mal. Sus lágrimas y su risa no tienen valor alguno. Los aristócratas tiemblan por sus bienes como si los hubieran adquirido en sueños. Si se les despertase, se burlarían de su temor a los ladrones. Los sabios de este mundo son semejantes. Temen a los ladrones y se quejan diciendo:

"¡Los ladrones derrochan nuestro tiempo!"

Pero el que cultiva lo verdaderamente útil no se preocupa del tiempo, pues el tiempo no existe para él.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

CÓMO NO AMAR


domingo, 22 de septiembre de 2019

COMUNIÓN


Al toque de diana, se levantaron todos. 

Nadie había pegado los ojos en aquel inmenso barracón. Los presos habían estado de plantón hasta la madrugada, después de una jornada de palizas y amenazas de fusilamiento, y corrían rumores de exterminio. 

Un preso recién llegado de Montevideo, que todavía no había perdido la cuenta del almanaque, informó: 

—Hoy es domingo de Pascua. 

Los cristianos se pasaron la voz. Había que celebrar. Estaba prohibido juntarse, no se permitía ninguna clase de reunión, fuese para lo que fuese, y en carne propia los presos habían aprendido que la prohibición no era ningún chiste. Pero había que hacerlo. 

Los demás presos, los que no eran cristianos, ayudaron. Algunos, sentados en las cuchetas, vigilaban las puertas de rejas. Otros formaron un anillo de gente que iba y venía, caminando como al descuido, alrededor de los celebrantes. Y al centro, ocurrió la ceremonia. 

Miguel Brun susurró algunas palabras. Evocó la resurrección de Jesús, que anunciaba la redención de todos los cautivos. Jesús había sido perseguido, encarcelado, atormentado y asesinado, pero un domingo como éste había hecho crujir los muros, y los había volteado, para que toda prisión tuviera libertad y toda soledad tuviera encuentro. 

En el barracón, no había nada. Ni pan, ni vino, ni vasos siquiera. Fue la comunión de las manos vacías. Miguel ofreció al que se había ofrecido: 

—Comamos —susurró—. Este es su cuerpo. 

Y los cristianos se llevaron la mano a la boca, y comieron el pan invisible. 

—Bebamos. Esta es su sangre. 

Y alzaron la ninguna copa, y bebieron el vino invisible. 

Después, se abrazaron.




Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

RETIRAR ALGO


sábado, 21 de septiembre de 2019

EL HIJO DE MARÍA


Un día, Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Alguien se puso a seguirlo gritando:

"¡Nadie te persigue! ¿Por qué corres así?"

Jesús, sólo preocupado por su huida, no respondió siquiera a la pregunta. Pero el otro reiteró su llamada:
"¡En nombre de Dios! ¡Detente! Quisiera solamente saber lo que haces, pues, aparentemente, no hay motivo de temor."

Jesús respondió:
"¡Huyo de un tonto! No te pongas en mi camino. ¡No retrases mi huida!"

El otro exclamó:
"¿Cómo? ¡Tú que posees el hálito santo! ¡Tú, que has curado a ciegos y a sordos, Tú, que puedes resucitar a un cadáver soplando sobre él! ¡Tú, que haces un pájaro de un puñado de barro! ¿Por qué ese temor?"

Jesús respondió:
"Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne. Cuando invoco Su nombre, el ciego y el sordo quedan curados. Cuando invoco Su nombre, la montaña se dispersa como un almiar. Si murmuro Su nombre al oído de un cadáver, resucita. Una gota se convierte en un océano por Su nombre. Le he invocado mil veces ante un tonto, pero no ha habido resultado alguno."

El hombre insistió:
"¿Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la montaña, no tiene efecto sobre un tonto? Si la tontería es una enfermedad como las demás, ¿cómo es que no se le encuentra remedio ?"

Jesús respondió:
"La tontería es una maldición de Dios mientras que la ceguera no lo es. Pues se adquiere. Los males que se adquieren merecen piedad, pero la tontería es nuestra enemiga."

¡Como Jesús, huye de los tontos! La conversación de los tontos hace disminuir tu fe, igual que el aire hace evaporarse el agua. Si te sientas sobre rocas húmedas, se va el calor de tu cuerpo y caes enfermo. El tonto enfría tu naturaleza. No creas que Jesús huía por temor. Estaba protegido por Dios. No, sólo lo hizo para enseñanza tuya.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

EL MIEDO A ESTAR SOLO DEL "DON JUAN"


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