lunes, 5 de agosto de 2019

EL ESPEJO


Pedro García Dobles siempre tuvo planes de fuga, pero a los dos años de edad vivía con los padres, Aurelia y Alex, en su casa de San Isidro de Heredia, y parecía conforme con la situación. 

Una mañana, Aurelia lo alzó en brazos ante el espejo. Señalando su propia imagen, ella dijo: 

—Mamá. 

Y señalando la imagen de él, dijo: 

—Pedro. 

A Pedro le interesó el asunto: 

—¿Entramos? 

Aurelia llamó al espejo, toc-toc, con los nudillos. Y nada. Entonces Pedro intentó meterse, y comprobó, triste: 

—Tá cerrado



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

LA IDENTIFICACIÓN CON...


domingo, 4 de agosto de 2019

PARTE III: ¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL AFECTO PARA LA SEXUALIDAD MASCULINA?


3. El buen amante

Muchos hombres inseguros y con problemas de autoestima se acercan a lo sexual con la idea de probarse a sí mismos qué tan hombres son. Cuando se topan con una feminista de avanzada, que exige placer sexual a lo macho, estos varones no disfrutan por quedar bien y cumplir el papel de un desmedido e incansable amante, que más se parece a un "consolador" automático que a un hombre haciendo el amor. Todavía hay varones que miden su masculinidad por el rendimiento sexual cuantitativo que logren alcanzar. Por ejemplo, una creencia que aún se fomenta en el ambiente masculino es que la eyaculación retardada es una de las cualidades básicas que todo buen amante debe poseer para satisfacer a una mujer: "Cuanto más me demoro, más gozan". Esta afirmación, además de incorrecta, muestra un claro desconocimiento de lo femenino. Para la mayoría de las mujeres, el eyaculador retardado, aunque pueda producir satisfacción sexual, deja serias dudas afectivas: "¿Será que no me desea o no le gusto lo suficiente y por eso demora la eyaculación?" o "Si realmente me deseara mucho, no aguantaría tanto". Un hombre sexualmente aguantador no es sinónimo de buen amante, ni mucho menos. Incluso ciertas mujeres pueden llegar a preferir a un eyaculador precoz, porque se sienten más deseadas: "Prefiero saber que se muere de ganas por mí, a satisfacerme sexualmente yo sin que él pueda venirse".

Vale la pena resaltar que el desempeño sexual masculino es especialmente sensible y fácilmente alterable, por diversas variables que no siempre son afectivas. Por ejemplo, la impotencia puede estar relacionada con ausencia de deseo, pero también con un deseo incontenible que produce en el varón miedo a fracasar y, por tanto, debilitación de la erección. El estrés, un mal sueño, el cansancio, el ejercicio físico excesivo, Una mala alimentación, las preocupaciones y los sobregiros bancarios, entre otras muchísimas causas, pueden ser tan buenos o mejores predictores del trastorno que el desamor. Recordemos que, para el varón típico, el sexo no siempre va emparentado con el afecto. Un consejo útil para las mujeres: el comportamiento del miembro viril no parece ser un buen test para medir el amor interpersonal.

Una sexualidad más sana debe comenzar por acabar con el mito del semental, y ejercer el libre derecho a fracasar en la cama, al menos desde el punto de vista del rendimiento sexual. Es absurdo medir al varón por el número de orgasmos y de espermatozoides por minuto. En determinados sectores de la población latina, aún se escuchan calificativos como "Fulanito no sirve", refiréndose a hombres estériles o poco dispuestos al coito. La importancia del linaje y el discutible honor de transmitir el apellido, han creado una valoración excesiva del atributo reproductor. Mientras que la mujer infértil es vista con pesar y consideración, el varón estéril es evaluado como defectuoso e incompleto. Un hombre que no es reproductor, no es tan hombre. Si se considera la importancia excesiva que la sociedad otorga a la potencia reproductora masculina, es apenas entendible que los varones con este tipo de dificultades generen depresión, ansiedad, culpa y serios problemas de autoestima. Se ven a sí mismos como imperfectos, carentes de hombría y con cierta "invalidez viril" que les impide hacerse merecedores del amor femenino.

Pero para consuelo de algunos, el drama de la esterilidad masculina parece ser un problema más generalizado: la calidad y la cantidad de semen está disminuyendo alarmantemente en los los hombres. En los últimos cincuenta años, el varón promedio ha disminuido el número de espermatozoides por mililitro a la mitad (de 113 millones en 1940, a 66 millones en 1990), así como el peso de sus testículos. Ciertos pensadores, futuristas machistas y vanguardistas, creen que más que por los contenedores de plástico, los calzoncilos apretados o los factores ecológicos, la verdadera razón de esta significativa baja espermática estriba en una estrategia evolucionista para detener la natalidad y para desmontar el monopolio sexual femenino. Otros piensan que es la oportunidad para dejara un lado la paternidad responsable o irresponsable. La verdad es que aún no sabemos las razones de este preocupante descenso que, de continuar así, pronosticaría una esterilidad global en los hombres del planeta en la próxima mitad del siglo.

El buen amante, por si a alguien le interesa, no se mide por el tamaño del pene (no tiene nada que ver), ni por la eyaculación retardada (que no es otra cosa que una disfunción sexual tan preocupante como la eyaculación precoz), ni por el número de orgasmos por minuto (eso es más importante en los ratones y los gorilas). Al buen amante hay que buscarlo en "el antes" y "el después" del acto sexual, en los prolegómenos y en las despedidas. El buen amante es un buen amador, que juega una y otra vez las distintas facetas del amor; sin desligarlo del placer. Es el que se entrega plenamente, pero también el que sabe recibir sin restricciones. Ni narcisismo insoportable (exclusivamente receptor sexual-afectivo), ni sumisión decadente (exclusivamente dador sexual-afectivo). La nueva sexualidad masculina es una experiencia encantadora y fascinante, que necesariamente debe tocarse a cuatro manos y a toda máquina. En su Informe sobre caricias, Benedetti explica bellamente la importancia de este "toque" especial:

1
La caricia es un lenguaje
si tus caricias me hablan
no quisiera que se callen

2
La caricia no es la copia
de otra caricia lejana
es una nueva versión
casi siempre mejorada

5
Como aventura y enigma
la caricia empieza antes
de convertirse en caricia

6
Es claro que lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación




Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

jueves, 1 de agosto de 2019

EL ÉXTASIS ES REBELDE


TODO NIÑO NACE EXTÁTICO. El éxtasis es algo natural. No es algo que les ocurra solamente a los grandes sabios. Es algo que todos traemos al mundo; todos venimos con él. Es el núcleo mismo de la vida, forma parte del hecho de estar vivo. La vida es éxtasis. Todo niño lo trae al mundo, pero después la sociedad se lanza sobre el niño, empieza a destruir la posibilidad del éxtasis, empieza a hacer que el niño se sienta desgraciado, a condicionarlo.

La sociedad está neurótica y no puede consentir que vivan en ella las personas extáticas. La ponen en peligro. Hay que intentar comprender el mecanismo, y las cosas resultarán más fáciles. 

No se puede controlar a una persona extática; es imposible. Sólo se puede controlar a una persona desdichada. Una persona extática es necesariamente libre. El éxtasis es la libertad. Cuando eres extático no se te puede reducir a la esclavitud. No se te puede destruir tan fácilmente, no se te puede convencer de que vivas en una cárcel. Querrás bailar bajo las estrellas, caminar con el viento y hablar con el sol y la luna.

Necesitarás la inmensidad, el infinito, la enormidad. No te seducirán para que vivas en una celda oscura. No pueden convertirte en esclavo. Vivirás tu vida y harás lo que quieras con ella.

Eso le resulta muy difícil a la sociedad. Con muchas personas extáticas, la sociedad tiene la sensación de venirse abajo, de que su estructura no puede mantenerse. Las personas extáticas serán rebeldes.

Ojo: no digo que una persona extática sea «revolucionaría», sino «rebelde». El revolucionario es el que quiere cambiar esta sociedad, pero también sustituirla por otra. El rebelde es quien desea vivir como individuo y querría que no hubiera estructuras sociales rígidas en el mundo. El rebelde no quiere sustituir esta sociedad por otra, porque todas las sociedades han resultado iguales. La capitalista, la comunista, la fascista y la socialista: son todas primas hermanas, sin grandes diferencias. La sociedad es la sociedad. Todas las iglesias son iguales: la hindú, la cristiana, la musulmana. En cuanto una estructura se hace poderosa, no quiere que nadie sea extático, porque el éxtasis va en contra de la 
estructura.

Fíjate y medita sobre ello: el éxtasis va en contra de la estructura. El éxtasis es rebelde. No es revolucionario. El revolucionario quiere otra estructura, acorde a sus deseos, acorde a su propia utopía, pero una estructura al fin y al cabo. Quiere alcanzar el poder. Quiere ser el opresor y no el oprimido; quiere ser el explotador y no el explotado; quiere controlar y no ser controlado.

El rebelde es quien no quiere controlar ni ser controlado. El rebelde es quien no quiere que existan normas en el mundo. El rebelde es anárquico. El rebelde es quien cree en la naturaleza, no en las estructuras creadas por el hombre, quien cree que si se dejara a la naturaleza en paz, todo sería maravilloso. ¡Y así es!



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

¿QUÉ NO ESTÁ SUJETO A CAMBIOS?


miércoles, 31 de julio de 2019

EL CIUDADANO Y EL CAMPESINO


Un ciudadano era amigo de un campesino y, todos los años, durante dos o tres meses, le ofrecía hospitalidad. El campesino gozaba de su casa, de su almacén y de su mesa. Sus menores deseos eran satisfechos, antes incluso de ser expresados. Un día, el campesino, dijo al ciudadano:

"¡Oh, maestro! ¡Nunca me has visitado! Ven a mi casa con tu mujer y tus hijos pues pronto llegará la primavera y, en esa estación, los rosales y los árboles frutales están cubiertos de flores. Quédate en mi casa durante tres o cuatro meses para que tengamos también ocasión de servirte."

El ciudadano declinó la invitación, pero el campesino renovó este ofrecimiento durante ocho años sin que el ciudadano se desplazara. En cada una de sus visitas, el campesino reiteraba su invitación y, todas las veces, el ciudadano encontraba una excusa para zafarse. Como la cigüeña, el campesino venía a hacer su nido en la casa del ciudadano y éste gastaba todos sus bienes para no faltar a los deberes de la hospitalidad. En el curso de una de estas visitas, el campesino suplicó de nuevo al ciudadano:

"¡Hace ya diez años que me prometes venir! ¡En nombre de Dios, haz un esfuerzo esta vez!"

Los hijos del ciudadano dijeron a su padre:

"¡Oh, padre! Las nubes, la luna y las sombras viajan. ¿Por qué te niegas? No hay tensiones entre él y tú.

¡Ofrécele la ocasión de saldar la deuda que ha contraído contigo!"

Era su madre la que los había incitado a tomar así la palabra y el ciudadano les dijo:

"¡Oh, hijos míos! ¡Tenéis razón, pero los sabios dicen que hay que desconfiar de la calumnia de aquellos a los que se ha ayudado!"

A pesar de esto, las repetidas invitaciones del campesino acabaron por vencer la reticencia del ciudadano y, un día, después de haber hecho los preparativos y cargado el asno y el buey con lo necesario para el viaje, tomó el camino con su mujer y sus hijos.

Estos se decían:

"Vamos a comer fruta y a jugar en los prados. Tenemos allí un amigo que nos espera. A la vuelta, traeremos trigo y cebollas para el invierno."

Pero el ciudadano les dijo:

"¡No seáis aún tan imaginativos!"

Atravesaron las mesetas llenos de alegría. El sol quemaba su frente. Por la noche, se guiaban gracias a las estrellas. Al cabo de un mes, llegaron al pueblo del campesino en un estado de gran agotamiento. Se informaron para encontrar la casa de su amigo pero, una vez que hubieron llegado a ella, éste se negó a abrirles la puerta. Durante cinco días, permanecieron así ante su casa, sofocados por el calor durante el día y transidos de frío por la noche. Pero ¡ay!, el hambre lleva al león a actuar como buitre y a comer carroña. Y cada vez que él veía al campesino salir de su casa, el ciudadano le decía:

"¿No me recuerdas?"

El campesino respondía:

"¡Seas bueno o malo, ignoro quién eres!

-¡Oh, hermano mío! decía entonces el ciudadano, ¿has olvidado? ¡Tú vienes a mi casa y comes a mi mesa desde hace años!"

El campesino respondía:

"¿Qué significan esas palabras insensatas? ¡No te conozco y ni siquiera sé cómo te llamas!"

Al cabo de unos días, empezaron las lluvias y esta espera se hizo insoportable. El ciudadano llamó a la puerta con todas sus fuerzas preguntando por el amo de la casa.

"¿Qué quieres?" le dijo este último.

El ciudadano respondió:

"Renuncio a todas mis pretensiones y abandono mis ilusiones sobre nuestra amistad. Sólo te pido una cosa. Está lloviendo. Así que, por esta noche al menos, ofrécenos un pequeño rincón de tu casa."

El campesino le dijo:

"Hay desde luego un sitio en que puedo alojaros, pero es el refugio en el que suele instalarse el guardián que nos protege de los lobos. ¡Si quieres hacer ese oficio por esta noche, puedes instalarte ahí!

-¡Desde luego! dijo el ciudadano. Dame un arco y flechas y te garantizo que no dormiré. Me basta con que mis hijos estén protegidos del barro y de la lluvia."

La familia se amontonó, pues, en el refugio. El ciudadano, con su arco y sus flechas a mano, se decía:

"¡Oh, Dios mío! ¡Merecemos este castigo! Pues nos hemos hecho amigos de un hombre indigno. Más vale estar a servicio de un hombre sensato que aceptar los favores de un hombre cruel como éste!"

Los mosquitos y las pulgas laceraban su piel, pero el ciudadano no les prestaba atención, concentrado sólo en su tarea de guardián: tanto temía incurrir en los reproches del campesino.

A media noche, cuando estaba agotado, el ciudadano divisó una sombra que se movía. Se dijo:

"¡Ahí está el lobo!"

Y disparó una flecha. El animal, alcanzado, cayó a tierra ventoseando. Inmediatamente, el campesino salió de su casa gritando:

"¡Qué horror! ¡Acabas de matar a la cría de mi burra!

-¡No! dijo el ciudadano. ¡Era un lobo negro y su forma era desde luego la de un lobo!

-¡No! dijo el campesino, ¡lo he reconocido por su manera de ventosear!

-Es imposible, dijo el ciudadano, está demasiado oscuro para ver algo. Ve a cerciorarte.

-Es inútil, dijo el campesino. Para mí está claro como la luz del día. Demasiado bien he reconocido su manera de ventosear. ¡Lo reconocería así entre otros veinte!"

Ante aquellas palabras, el ciudadano se encolerizó y lo sujetó por el cuello:

"¡Oh, imbécil! ¿Qué significa esto? ¡En esta obscuridad, consigues reconocer al hijo de tu asna gracias al ruido de sus pedos, pero no me has reconocido a mí, que soy amigo tuyo desde hace más de diez años!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

¿CONDICIONES IDEALES?


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