viernes, 21 de junio de 2019
jueves, 20 de junio de 2019
EL PROPÓSITO DEL BUDISMO
Primero alcanza la iluminación,
luego instruye a todos los seres.
Hace muchos siglos, el filósofo griego Sócrates solía pasear por las calles y mercados de Atenas, enseñando a sus estudiantes. Les decía: “¡Tienes que conocerte a ti mismo! ¡Tienes que conocerte a ti mismo! ¡Tienes que conocerte a ti mismo!” Un día un discípulo le dijo: “Siempre dices que tenemos que conocernos a nosotros mismos. ¿Pero tú, te conoces a ti mismo?”
“No, no me conozco a mí mismo,” contestó Sócrates. “Pero comprendo este ‘no sé.’” Es una enseñanza muy interesante. La práctica budista señala a la misma experiencia, puesto que la mayoría de los seres humanos pasan sus vidas sin el menor sentido de quienes son.
Comprendemos muchas cosas de este mundo, pero no nos comprendemos a nosotros mismos. ¿Por qué hemos venido a este mundo los seres humanos?
¿Por qué vivimos en este mundo? ¿Por amor? ¿Por dinero? ¿Por respeto o fama? ¿Vivimos por nuestra esposa, esposo o niños? ¿Por qué vivimos en este mundo? Si alguien nos hace estas preguntas, tal vez respondamos: “Vivo por mis hijos. Vivo para ahorrar el suficiente dinero, o quizás simplemente para darme la buena vida.” La mayoría de las personas piensa así. Viven sólo para su familia, buscando alguna fugaz respetabilidad social, tal vez para gozar del arte o conseguir alguna posición de poder. Todo el mundo quiere gozar de una buena situación para sí mismo. Si observamos de cerca este mundo, es fácil ver que la mayoría de las personas comen, duermen y simplemente viven buscando su propia felicidad personal. Pero estas cosas no son el propósito real de la vida de los seres humanos. Son simplemente medios de vida provisionales para vivir en este mundo. Si los seres humanos no pueden descubrir quiénes son, ¿cómo podrán ser nunca felices?
Del libro:
La Brújula del Zen
Seung Sahn
Fotografía tomada de internet
miércoles, 19 de junio de 2019
martes, 18 de junio de 2019
PENSAMIENTO SIN SABIDURÍA
Cuando conocemos la verdad, nos convertimos en gente que no tiene que pensar demasiado, nos convertimos en personas con sabiduría. Si no sabemos, tenemos muchos más pensamientos que sabiduría o nada de sabiduría. Mucho pensamiento sin sabiduría significa sufrimiento en extremo.
Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones
Fotografía de Internet
lunes, 17 de junio de 2019
99%
Pienso y pienso a lo largo de meses y años. De cien veces, en noventa y nueve llego a una conclusión falsa. Solo en un uno por cierto acierto.
(Albert Einstein)
Cuando Edison ya había triunfado como inventor, en cierta ocasión le preguntaron por qué no se había desanimado ante todos los fracasos previos. Su respuesta fue: «No fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla».
Aunque no seamos físicos ni inventores, veamos algunas situaciones en las que es necesario contar con muchos intentos hasta llegar al acierto final:
- Búsqueda del amor. La mayoría de las personas se encontrarán con muchas parejas y relaciones inadecuadas antes de dar con su alma gemela. Se trata de un proceso de prueba y error.
- Dar con un trabajo en el que realizarse. También esto puede conllevar muchas experiencias insatisfactorias hasta que encontramos un lugar donde nos sentimos útiles y podemos desplegar todos nuestros recursos.
- Descubrir una pasión. Muchos encuentran en la madurez la actividad que realmente les apasiona, por ejemplo tocar un instrumento, y que los guiará hasta el final de sus días.
Por lo tanto, no debe preocuparnos que se queme nuestra bombilla una y otra vez, siempre que tengamos la convicción de que, antes o después, se va a hacer la luz.
Tomado del libro:
Einstein para despistados
Allan Percy
Fotografía de Internet
domingo, 16 de junio de 2019
LA FELICIDAD ES LA MATERIA MISMA DEL UNIVERSO
La felicidad está donde tú estés: dondequiera que estés, ahí está la felicidad. Está a tu alrededor, es un fenómeno natural. Es como el aire, como el cielo. La felicidad no es algo que haya que buscar; es la materia misma del universo. La alegría es la materia misma del universo. Pero tienes que mirar lo que está delante de ti, lo inmediato. Si miras hacia los lados, se te escapará.
Se te escapa por tu culpa, porque no lo enfocas como es debido.
Pero mata el pasado, no pienses en el futuro e intenta ser desgraciado: no lo conseguirás. No puedes ser desgraciado; seguro que no lo consigues; es algo predecible. No lo conseguirás; por muy diestro que seas en el sufrimiento, por muy entrenado que estés, no puedes crear la desdicha en este mismo momento.
Desear la felicidad te ayuda a mirar a otra parte, y así se te seguirá escapando. La felicidad no es algo que se crea; la felicidad es algo que se ve. Ya está. En este mismo momento puedes ser feliz, tremendamente feliz.
Eso le ocurrió a Buda. Era hijo de un rey, lo tenía todo, pero no era feliz. Era cada día más infeliz; cuanto más tienes, más infeliz eres. Ésa es la desgracia del rico. Eso es lo que ocurre actualmente en Estados Unidos: cuanto más ricos, más infelices; cuanto más ricos, menos saben qué hacer.
Los pobres siempre saben lo que tienen que hacer: ganar dinero, construirse una buena casa, comprar un coche, mandar a sus hijos a la universidad. Siempre tienen un programa, siempre están ocupados.
Tienen un futuro, tienen esperanza: «Uno de estos días...». Siguen sumidos en la desdicha, pero tienen esperanza.
El rico es desdichado, pero también ha desaparecido la esperanza.
Sufre por partida doble. No encontrarás hombre más pobre que el rico; es doblemente pobre. Se mantiene proyectado en el futuro, y sabe que el futuro no le va a proporcionar nada, porque todo lo que necesita ya lo tiene. Se preocupa, se angustia, se inquieta. Es pura angustia. Eso es lo que le ocurrió a Buda.
Era rico. Tenía todo lo que es posible tener. Se sentía muy desgraciado. Un día se escapó de su palacio, abandonó todas sus riquezas, a su bellísima esposa, a su hijo recién nacido... Huyó. Empezó a buscar la felicidad. Fue a ver a este gurú y al otro; preguntó a todo el mundo qué tenía que hacer para ser feliz... y por supuesto, había miles de personas dispuestas a aconsejarlo, y siguió el consejo de todos. Y cuanto más seguía sus consejos, más confuso se sentía.
Buda intentó todo lo que le dijeron. Si alguien le decía: «Haz hatha yoga», se hacía yogui del yoga físico. Hacía las posturas del yoga, forzándolas hasta el extremo. No consiguió nada. Puedes mejorar tu cuerpo con el hatha yoga, pero no conseguirás ser feliz. Un cuerpo mejor, más sano, no significa gran cosa. Con más energía dispondrás de más energía para ser infeliz... y serás infeliz. ¿Qué harás con eso? Harás lo que puedas. Si tienes más dinero, ¿qué harás con él? Harás lo que puedas, y si un poco de dinero te hace infeliz, más dinero te hará aún más infeliz. Es una simple cuestión de aritmética.
Buda dejó el yoga. Acudió a otros maestros, a los yoguis raya, que no enseñan posturas corporales sino mantras, cánticos, meditaciones.
También lo hizo, y no consiguió nada. Estaba buscando de verdad. Cuando buscas de verdad nada puede ayudarte; no hay remedio.
Los mediocres se paran a medio camino; en realidad no buscan.
Quien busca de verdad es el que va hasta el final mismo de la búsqueda y llega a la conclusión de que toda búsqueda carece de sentido. La búsqueda misma es una forma de deseo; Buda lo reconoció un día. Había abandonado su palacio, todas sus posesiones materiales, y un día, tras seis años de búsqueda espiritual, lo dejó todo. Ya había dejado la búsqueda material, y entonces dejó la búsqueda espiritual. Antes había dejado este mundo; después también dejó el otro mundo.
Se había liberado por completo del deseo... y ocurrió en ese mismo momento. En aquel mismo momento recibió la bendición. Sin deseo, sin esperanza, una vez abandonado todo, Siddharta Gautama se transformó en Buda. Siempre había estado allí, pero él estaba buscando por otros lados. Estaba allí, dentro, fuera, como está hecho el universo. Es dichoso, es verdadero, es divino.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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