lunes, 20 de mayo de 2019
LAS RAÍCES DE LA DESDICHA
EL HOMBRE ES DESDICHADO desde hace siglos. Raramente se encontrará a un ser humano que no viva en la desdicha. Es algo tan raro que casi parece increíble. Por eso mucha gente no cree que existieran seres humanos como Buda. La gente no se lo puede creer, y no se lo puede creer por su propia desdicha. Es tal su desdicha, y están tan metidos en ella que no ven ninguna salida.
La gente piensa que los Budas deben de ser algo imaginario, que las personas como Buda Gautama son sueños de la humanidad. Eso es lo que dice Sigmund Freud, que las personas como Buda son «satisfacciones del deseo». Queremos ser así, queremos salir del sufrimiento, nos gustaría disfrutar de ese silencio, esa paz, de esa bendición, pero no nos ha ocurrido. Y Freud dice que no hay esperanza, que no puede ocurrir por la naturaleza misma de las cosas. El hombre no puede ser feliz.
Hay que escuchar a Freud en profundidad, con mucha atención; no se le puede rechazar sin más. Es una de las mentes más agudas que hayan existido jamás, y cuando dice que la felicidad es imposible, que esperar la felicidad es esperar lo imposible, lo dice en serio. Esta conclusión no es la de un filósofo. Llegó a esa conclusión tras su estudio del sufrimiento humano. Freud no era pesimista, pero al estudiar a miles
de seres humanos, al profundizar en su psique, comprendió que el hombre está hecho de tal manera que sigue un proceso intrínseco para ser desdichado. En el mejor de los casos puede sentirse cómodo, pero jamás en éxtasis. En el mejor de los casos puede mejorar un poco la vida -mediante la tecnología, mediante los cambios sociales, una economía distinta y otras cosas-, pero seguirá siendo desgraciado. ¿Cómo podía creer Freud que existiera una persona como Buda? Tal serenidad parece un sueño: la humanidad ha soñado con Buda.
Se tiene esta idea porque Buda es raro, excepcional. No es la norma.
¿Por qué ha vivido el ser humano entre tanto sufrimiento? Y lo milagroso es que todo el mundo quiere ser feliz. No conocerás a una sola persona que quiera ser desgraciada; sin embargo, todo el mundo lo es.
Todos quieren ser felices, dichosos, vivir en paz, en silencio. Todo el mundo desea vivir con alegría, festejando la vida, pero parece imposible.
Debe de existir una causa profunda, tan profunda que el análisis freudiano no puede llegar hasta ella, que la lógica no puede penetrar en ella.
Hay que comprender algo fundamental. El ser humano desea la felicidad; por eso es desdichado. Cuanto más desees ser feliz, más desdichado serás. Parece absurdo, pero es la causa fundamental. Y cuando comprendas el proceso del funcionamiento de la mente humana lo entenderás.
El ser humano desea ser feliz, y por eso crea la desdicha. Si quieres salir de esa desdicha, tendrás que abandonar tu deseo de felicidad; así nadie podrá hacerte desdichado. Ahí es donde falla Freud. No comprendió que el deseo mismo de felicidad puede ser la causa del sufrimiento.
¿Cómo ocurre esto? En primer lugar, ¿por qué deseas la felicidad? ¿Y qué te produce ese deseo de felicidad?
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
domingo, 19 de mayo de 2019
sábado, 18 de mayo de 2019
EL BORRACHO
Un transeúnte encontró en plena noche a un borracho dormido junto a una pared. Lo sacudió y le dijo:
"¡Oh, borracho! ¿Qué has bebido para verte en este estado?"
El otro respondió:
"¡He bebido lo que había en esta cántara!"
-¿Y qué había en esa cántara?
-¡Lo que he bebido!
-Pero eso es justamente lo que te pregunto: ¿Qué has bebido?
-¡Lo que había en esta cántara!
-¡Escucha! dijo el transeúnte, ¡levántate y ven conmigo! ¡Te llevo a la cárcel porque estás borracho!
-¡Déjame ya tranquilo!
-¡Vamos, levántate y sígueme a la cárcel!
Entonces el borracho exclamó:
"¡Pero, bueno, si tuviera fuerza para andar, volvería a mi casa!"
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
viernes, 17 de mayo de 2019
¿CÓMO SUCEDIÓ LA ILUMINACIÓN DE BUDA?
Nada te ayudará. Puedes vivir en un palacio, pero serás tan desdichado, o quizá más, que si vivieras en una vieja choza. En la choza al menos tendrías el consuelo de que eres desdichado porque vives en una choza vieja y espantosa. Así tendrías una excusa; podrías explicar tu desdicha, tu miseria, tu sufrimiento. Y también tendrías la esperanza de conseguir una casa mejor; si no un palacio, al menos una casita decente, bonita, tuya.
Es la esperanza lo que mantiene vivas a las personas, y son sus excusas y sus explicaciones lo que las impulsa a intentarlo una y otra vez.
Es la filosofía de Estados Unidos: intentar, intentarlo una y otra vez. Pero existen unas cuantas cosas que no se logran a base de intentarlo, que sólo ocurren cuando estás completamente harto de tentativas. Te dices:
«Ya está bien. No pienso volver a intentarlo».
Así le sobrevino la iluminación a Buda Gautama.
Debió de ser el primer estadounidense, porque iba en busca de la felicidad. Por esa búsqueda pasó de su reino. Fue pionero en muchos sentidos; el primer pasota, por ejemplo. Vuestros hippies no eran tan pasotas. Para pasar de algo, en primer lugar hay que tener algo de lo que pasar. Buda lo tenía, y más de lo que haya tenido jamás ningún hombre.
Estaba rodeado por las mujeres más hermosas del reino. De modo que no dejó de cumplir ninguno de sus deseos: tenía lo mejor, comida, cientos de criados, enormes jardines.
Buda dijo: «Renuncio a todo. Aquí no he encontrado la felicidad. Voy a buscarla, iré en pos de ella, haré cuanto sea necesario para encontrar la felicidad».
Y durante seis años Buda hizo todo lo que se puede hacer. Acudió a toda clase de maestros, profesores, eruditos, sabios, santos... Y en la India hay tantos que no hace falta buscar mucho; están por todas partes.
Si no los buscas tú, te buscarán ellos. Y sobre todo en la época de Buda estaban en la cresta de la ola. Pero tras seis años de tremendos esfuerzos, de penurias, ayunos y posturas de yoga, no había ocurrido nada. Y un día...
El Niranjana es un río pequeño, sin mucha profundidad. Buda estaba ayunando, sometiéndose a toda clase de penurias y tormentos, y estaba tan débil que cuando fue a bañarse al río no pudo atravesarlo. El Niranjana es pequeño, pero Buda estaba tan débil que sólo gracias a que se aferró a la raíz de un árbol que colgaba junto a la orilla logró mantenerse en pie; si no, el río lo habría arrastrado. Aferrado a la raíz se le ocurrió una idea: «Esos sabios dicen que la existencia es como un océano. Si la existencia es un océano, lo que estoy haciendo no tiene sentido, porque si no puedo cruzar este riachuelo, el Niranjana, ¿cómo voy a cruzar el océano de la existencia? He estado perdiendo el tiempo con todo lo que he hecho, he malgastado mi vida, mi energía, mi cuerpo».
Logró salir del río y, olvidándose de todos los esfuerzos, se sentó bajo el árbol.
Aquella noche -había luna llena- durmió bien por primera vez desde hacía seis años, porque no había nada que hacer, ningún sitio al que ir al día siguiente. No tenía que practicar nada, que ejercitar nada... Al día siguiente ni siquiera tenía que levantarse temprano, antes del amanecer.
Podía dormir cuanto quisiera. Por primera vez se sintió libre de tanto esforzarse, de buscar, de indagar.
Por supuesto, durmió como nunca, relajado, y por la mañana, al abrir los ojos, empezaba a desaparecer la última estrella. Se cuenta que con la última estrella también desapareció Buda. Toda una noche de descanso, de paz, sin futuro, sin metas, sin nada que hacer... Había dejado de ser estadounidense. Tumbado, sin prisas ni siquiera para levantarse, comprendió que aquellos seis años parecían una pesadilla. Pero ya había pasado. La estrella desapareció, y desapareció Siddharta.
Ésa fue la experiencia de la dicha, de la verdad, de la trascendencia, de todo lo que llevas tanto tiempo buscando pero no has encontrado porque has estado buscando. Ni siquiera los budistas han llegado a comprender la importancia de esta historia. Es lo más significativo de la vida de Buda Gautama. Nada puede compararse con esta historia.
Pero a lo mejor os sorprende... Yo no soy budista y no estoy de acuerdo con Buda en miles de cosas, pero soy la primera persona que se ha fijado en esta historia durante veinticinco siglos, que se ha centrado en esta historia, porque fue cuando se produjo el despertar de Buda. Pero los sacerdotes y los monjes budistas ni siquiera pueden contar esta historia, porque si lo hacen, ¿para qué sirven ellos? ¿Qué hacen? ¿Qué enseñan, qué ejercicios, qué oraciones? Naturalmente, si cuentas que eso fue lo que le ocurrió a Buda cuando se dejó de estupideces religiosas, la gente se preguntará: «Entonces, ¿por qué nos enseñáis esas estupideces de la religión? ¿Para que un día de éstos pasemos de ellas? Y si al final tenemos que pasar de ellas, ¿para qué empezar?».
Resultaría difícil convencer a los sacerdotes; su negocio, su profesión se irían al garete.
La dicha también nos llega así. La verdad también nos llega así, exactamente igual. Sólo tienes que sentarte, sin hacer nada, esperando - no a Godot, sino simplemente esperando; nada en concreto, sino simplemente esperando, en un estado de espera- y sucede.
Y ese acontecimiento se llama felicidad.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
jueves, 16 de mayo de 2019
LA QUEJA
Un día, la mujer de un pobre beduino dijo agriamente a su marido:
"padecemos sin cesar pobreza y necesidad. La pena es nuestro legado, mientras que el placer es el de los demás. No tenemos agua, sino sólo lágrimas. La luz del sol es nuestro único vestido y el cielo nos sirve de edredón. A veces llego a tomar la luna llena por un trozo de pan. Incluso los pobres se avergüenzan ante nuestra pobreza. Cuando tenemos invitados, siento deseos de robarles sus vestidos mientras duermen."
Su marido le respondió:
"¿Hasta cuándo vas a seguir quejándote? Ya ha pasado más de la mitad de tu vida. La gente sensata no se preocupa de la necesidad ni de la riqueza, pues ambas pasan como el río. En este universo, hay muchas criaturas que viven sin preocuparse por su subsistencia. El mosquito, como el elefante, forman parte de la familia de Dios. Todo eso no es más que preocupación inútil. Eres mi mujer y una pareja debe estar conjuntada. Puesto que yo estoy satisfecho, ¿por qué estás tú tan quejosa?"
La mujer se puso a gritar:
"¡Oh, tú, que pretendes ser honrado! Tus idioteces ya no me impresionan. No eres más que pretensión.
¿Vas a seguir mucho tiempo profiriendo tales insensateces? Mírate: la pretensión es algo feo, pero en un pobre es aún peor. Tu casa parece una tela de araña. Mientras sigas cazando mosquitos en la tela de tu pobreza, nunca serás admitido cerca del sultán y de los beyes."
El hombre replicó:
"Los bienes son como un sombrero en la cabeza. Sólo los calvos lo necesitan. ¡Pero los que tienen un hermoso pelo rizado pueden muy bien prescindir de él!"
Viendo que su marido se encolerizaba, la mujer se puso a llorar, pues las lágrimas son las mejores redes femeninas. Empezó a hablarle con modestia:
"Yo no soy tu mujer; no soy más que la tierra bajo tus pies. Todo lo que tengo, es decir, mi alma y mi cuerpo, todo te pertenece. Si he perdido la paciencia sobre nuestra pobreza, si me lamento, no creas que es por mí. ¡Es por ti!
Aunque, aparentemente, los hombres vencen a las mujeres, en realidad, son ellos, sin duda alguna, los vencidos. Es como con el agua y el fuego, pues el fuego acaba siempre por evaporar el agua."
Al oír estas palabras, el marido se excusó ante su mujer y dijo:
"Renuncio a contradecirte. Dime qué quieres."
La mujer le dijo:
"Acaba de amanecer un nuevo sol. Es el califa de la ciudad de Bagdad. Gracias a él, esta ciudad se ha convertido en un lugar primáveral. Si llegaras hasta él, es posible que, también tú, te convirtieras en sultán."
El beduino exclamó:
"pero ¿con qué pretexto podría yo presentarme ante el califa? ¡No puede hacerse una obra de arte sin herramientas!"
Su mujer le dijo:
"Sabe que las herramientas son signo de presunción. En esto, sólo necesitas tu modestia."
El beduino dijo:
"Necesito algo para atestiguar mi pobreza, pues las palabras no bastan."
La mujer:
"Aquí tienes una cántara llena con agua del pozo. Es todo nuestro tesoro. Tómala y ve a ofrecerla al sultán, y dile que no posees otra cosa. Dile además que puede recibir muchos regalos, pero que esta agua, por su pureza, le reconfortará el alma."
El beduino quedó seducido por esta idea:
"¡Un regalo así, ningún otro puede ofrecerlo!"
Su mujer que no conocía la ciudad, ignoraba que el Tíber pasaba ante el palacio del sultán. El beduino dijo a su mujer:
"¡Tapa esta cántara para que el sultán rompa su ayuno con esta agua!"
Y acompañado por las plegarias de su mujer, el hombre llegó sano y salvo a la ciudad del califa. Vio a muchos indigentes que recibían los favores del sultán. Se presentó en el palacio. Los servidores del sultán le preguntaron si había tenido un buen viaje y el beduino explicó que era muy pobre y que había hecho aquel viaje con la esperanza de obtener los favores del sultán. Lo admitieron, pues, en la corte del califa y llevó la cántara ante este último.
Cuando lo hubo escuchado, el califa ordenó que llenasen de oro su cántara. Hizo que le entregaran preciosos vestidos. Después pidió a un servidor suyo que lo condujese a la orilla del Tíber y lo embarcase en un navío.
"Este hombre, dijo, ha viajado por la ruta del desierto. Por el río, el camino de vuelta será más corto."
Pues, aun cuando poseía un océano, el sultán aceptó unas gotas de agua para transformarlas en oro.
El que advierte un arroyuelo del océano de la verdad, debe primero romper su cántara.
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
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