miércoles, 8 de mayo de 2019

EL MOSQUITO


Tú te pareces a un mosquito que se cree alguien importante. Al ver una brizna de paja flotando en una charca de orina de asno, levanta la cabeza y se dice: "Hace ya mucho tiempo que sueño con el océano y con un barco. ¡Aquí están!"

Esta charca de agua sucia le parece profunda y sin límites, pues su universo tiene la estatura de sus ojos.

Tales ojos sólo ven océanos semejantes. De repente, el viento desplaza levemente la brizna de paja y nuestro mosquito exclama: "¡Qué gran capitán soy!"

Si el mosquito conociese sus límites, sería semejante al halcón. Pero los mosquitos no tienen la mirada del halcón.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

CREENCIAS IRRACIONALES


lunes, 6 de mayo de 2019

SEAMOS REALES


En la india tuvo lugar un día especial en mi vida. Fue en realidad un gran día, el día después de mi ordenación. estaba confesando. En nuestra parroquia teníamos a un sacerdote jesuita muy santo, un español, a quien yo conocía desde antes de ingresar al noviciado. La víspera de irme para el noviciado, pensé que lo mejor era aclarar todo de manera que cuando llegara al noviciado estuviera limpio de todo y no tuviera que contarle nada al maestro de novicios. Solía haber largas colas de gente esperando para confesarse con este viejo sacerdote español. Tenía un pañuelo de color violeta con el cual se cubría los ojos y murmuraba algo, le imponía a uno la penitencia y lo despedía. A mí me había visto solamente un par de veces, y me decía Antonie. De manera que hice la cola y cuando me llegó el turno, traté de cambiar mi voz mientras me confesaba. Me escuchó pacientemente, me impuso la penitencia, me absolvió, y luego me dijo: "Antonie, "cuándo te vas para el noviciado?" 

Bueno, de todas maneras, fui a esa parroquia al día siguiente de mi ordenación, y el anciano sacerdote me dijo: 

-¿Quieres confesar? 

Yo le contesté 

-Está bien. 

-Siéntate en mi confesionario. 

Yo pensé: 

"¡Caramba!, yo soy un santo. Voy a sentarme en su confesionario". Confesé durante tres horas. Era Domingo de ramos y con motivo de pascua había mucha gente. Terminé deprimido, no por lo que había oído, porque ya lo esperaba, y, al comprender algo de lo que ocurría en mi propio corazón nada me escandalizaba. ¿Saben qué fue lo que me deprimió? Darme cuenta de que le estaba diciendo a la gente todos esos piadosos lugares comunes: "Rézale a la Madre Bendita, ella te ama", y "recuerda que Dios está de tu lado". ¿Eran estos piadosos lugares comunes una cura para el cáncer? Y la falta de consciencia y realidad con la que me enfrento es un cáncer. De manera que ese día me juré a mí mismo: "Aprenderé, aprenderé, de manera que cuando todo concluya no me digan: "Padre, lo que me dijo era absolutamente cierto pero totalmente inútil". 

Consciencia, visión. Cuando ustedes sean expertos (y pronto serán expertos) no necesitarán hacer un curso de psicología. Cuando empiecen a observarse a ustedes mismos, a vigilarse a ustedes mismos, a identificar esos sentimientos negativos, encontrarán su propia manera de explicarlo, y se darán cuenta del cambio. Pero entonces tendrán que vérselas con el gran villano, y ese villano es la autocondenación, el odio a sí mismo, la insatisfacción consigo mismo.



Extracto del libro:
Despierta (charlas sobre la espiritualidad)
Anthony de Mello
Fotografía tomada de internet

PADRES FRÍOS Y DISTANTES


domingo, 5 de mayo de 2019

SALOMON Y AZRAEL


Un hombre vino muy temprano a presentarse en el palacio del profeta Salomón, con el rostro pálido y los labios descoloridos.

Salomón le preguntó:

"¿Por qué estás en ese estado?"

Y el hombre respondió:

"Azrael, el ángel de la muerte, me ha dirigido una mirada impresionante, llena de cólera. ;Manda al viento, por favor te lo suplico, que me lleve a la India para poner a salvo mi cuerpo y mi alma."

Salomón mandó, pues, al viento que hiciera lo que pedía el hombre. Y, al día siguiente el profeta preguntó a Azrael:

"¿Por qué has echado una mirada tan inquietante a este hombre, que es un fiel? Le has causado tanto miedo que ha abandonado su patria."

Azrael respondió:

"Ha interpretado mal esa mirada. No lo miré con cólera, sino con asombro. Dios, en efecto, me había ordenado que fuese a tomar su vida en la India y me dije: "¿Cómo podría, a menos que tuviese alas, trasladarse a la India?""

¿De quién huyes tú? ¿De ti mismo? Eso es algo imposible. Más vale poner uno su confianza en la verdad.




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

EL BUSCADOR NO PUEDE ESTAR CUANDO HAY FELICIDAD


sábado, 4 de mayo de 2019

EL LORO


Un tendero poseía un loro cuya voz era agradable y su lenguaje divertido. No sólo guardaba la tienda, sino que también distraía a la clientela con su parloteo. Pues hablaba como un ser humano y sabía cantar... como un loro.

Un día, el tendero lo dejó en la tienda y se fue a su casa. De pronto, el gato del tendero divisó un ratón y se lanzó bruscamente a perseguirlo. El loro se asustó tanto que perdió la razón. Se puso a volar por todos lados y acabó por derribar una botella de aceite de rosas.

A su vuelta, el tendero, advirtiendo el desorden que reinaba en su tienda y viendo la botella rota, fue presa de gran cólera. Comprendiendo que su loro era la causa de todo aquello, le asestó unos buenos golpes en la cabeza, haciéndole perder numerosas plumas. A consecuencia de este incidente, el loro dejó bruscamente de hablar.

El tendero quedó entonces muy apenado. Se arrancó el pelo y la barba. Ofreció limosnas a los pobres para que su loro recobrase la palabra. Sus lágrimas no dejaron de correr durante tres días y tres noches. Se lamentaba diciendo:

"Una nube ha venido a oscurecer el sol de mi subsistencia."

Al tercer día, entró en la tienda un hombre calvo cuyo cráneo relucía como una escudilla. El loro, al verlo, exclamó:

"¡Oh, pobre desdichado! ¡Pobre cabeza herida! ¿De dónde te viene esa calvicie? ¡Pareces triste, como si hubieras derribado una botella de aceite de rosas!"

Y toda la clientela estalló en carcajadas.

Dos cañas se alimentan de la misma agua, pero una. de ellas es caña de azúcar y la otra está vacía. 

Dos insectos se alimentan de la misma flor, pero uno de ellos produce miel y el otro veneno.

Los que no reconocen a los hombres de Dios dicen: "Son hombres como nosotros: comen y duermen igual que nosotros."

Pero el agua dulce y el agua amarga, aunque tengan la misma apariencia, son muy diferentes para quien las ha probado.




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet
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