martes, 19 de febrero de 2019
lunes, 18 de febrero de 2019
PRIMER RECUERDO: NO PUEDO ESCAPAR AL ENVEJECIMIENTO
Este es el primer recuerdo: «Inspiro y sé que está en mi naturaleza envejecer. Espiro y sé que no puedo escapar al envejecimiento». Todos tenemos miedo a envejecer, pero no queremos pensar en ello. Queremos que el miedo se quede tranquilamente ahí, lejos de nosotros. Esta contemplación procede del sutra Anguttara Nikaya III, 70-71. Tengo que envejecer es una verdad universal e inevitable, pero como no queremos reconocerla, nos aferramos a la negación. En lo más profundo de nuestra mente sabemos, sin embargo, que, por más que los reprimamos, nuestros pensamientos más temidos no desaparecen, sino que, muy al contrario, siguen creciendo en la oscuridad. Y, en un intento desesperado de olvidar e impedir que afloren en nuestra mente consciente, nos vemos impulsados a consumir (comida, alcohol, películas, etcétera). Tratar de escapar del miedo, pues, no hace más que fortalecerlo, al tiempo que aumenta nuestro sufrimiento y el sufrimiento ajeno.
Pero no debemos aceptar esto como un mero hecho lógico, sino como la realidad, como una verdad. Recitar este recuerdo no es la simple afirmación de una obviedad, sino una ocasión para asumir una verdad que tenemos que experimentar directamente. Debemos permitir que esta verdad no se limite a una mera comprensión intelectual («Sí, sí, obviamente. Ahora soy joven, pero, un buen día, envejeceré»), sino que acabe impregnando nuestra carne y nuestros huesos. Una verdad superficial no es más que una idea abstracta que no sirve de mucho, porque nuestra mente no tarda en reprimir y olvidar lo que acabamos de decir.
El Buda enseñó que, cuando evocamos y permanecemos en contacto con la verdad de que es imposible escapar del envejecimiento y de la muerte, nuestro miedo –y las cosas terribles que tratamos de no sentir– concluye. Entonces ya no exteriorizamos inconscientemente nuestros miedos ni alentamos el ciclo que los fortalece.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
domingo, 17 de febrero de 2019
sábado, 16 de febrero de 2019
LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE
Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta cuando llegaron un buen número de ascetas de diferentes escuelas metafísicas y tendencias filosóficas.
Algunos sostenían que el mundo es eterno, y otros, que no lo es; unos que el mundo es finito, y otros, infinito; unos que el cuerpo y el alma son lo mismo, y otros, que son diferentes; unos, que el Buda tiene existencia tras la muerte, y otros, que no. Y así cada uno sostenía sus puntos de vista, entregándose a prolongadas polémicas. Todo ello fue oído por un grupo de monjes del Buda, que relataron luego el incidente al maestro y le pidieron aclaración. El Buda les pidió que se sentaran tranquilamente a su lado, y habló así:
--Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora os contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un maharajá que mandó reunir a todos los ciegos que había en Sabathi y pidió que los pusieran ante un elefante y que contasen, al ir tocando al elefante, qué les parecía. Unos dijeron, tras tocar la cabeza: “Un elefante se parece a un cacharro”; los que tocaron la oreja, aseguraron: “Se parece a un cesto de aventar”; los que tocaron el colmillo: “Es como una reja de arado”; los que palparon el cuerpo: “Es un granero”. Y así, cada uno convencido de lo que declaraba, comenzaron a querellarse entre ellos.
El Buda hizo una pausa y rompió el silencio para concluir:
--Monjes, así son esos ascetas disidentes: ciegos, desconocedores de la verdad, que, sin embargo, sostienen sus creencias.
***
El Maestro dice: La visión parcial entraña más desconocimiento que conocimiento.
Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet
viernes, 15 de febrero de 2019
LA BODA
Se fueron por las calles los recién casados. En el Central Park, María Hinojosa y Germán Pérez habían jurado que se amarían hasta el mutuo exterminio. Cuando acabó la ceremonia, los padrinos los acompañaron, en bullanguera procesión, por las calles de Nueva York.
Iban tronando tambores los padrinos de la música. Los padrinos del fuego marchaban con velas encendidas. Los padrinos del aire soltaban palomas, y echaban puñados de tierra los padrinos de la tierra: tierra de México, donde nació ella, y tierra de la Dominicana, donde nació él. Y caminaban salpicando agua, agua que había sido bendita por la gente más querida, los padrinos del agua.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
jueves, 14 de febrero de 2019
EL MENDICANTE GOLPEADO
Al amanecer, un monje mendicante dejó el monasterio para ir a mendigar su alimento. Iba tranquilamente caminando cuando vio que un terrateniente golpeaba cruelmente a uno de sus sirvientes. El monje, lleno de compasión corrió hasta el terrateniente e intercedió por el que estaba siendo tan severamente castigado. El terrateniente la emprendió entonces con el pacífico monje y le propinó tal paliza que lo dejó medio muerto. Un par de horas después, otros monjes del monasterio lo hallaron en tan lamentable estado y lo condujeron prestos a su celda en el monasterio. Uno de los monjes le estuvo curando las heridas con mucho cariño. Cuando el herido se reanimó, le dio leche y le preguntó:
--Hermano, ¿me conoces?
--Claro que te conozco, hermano -dijo con un hilo de voz el herido-.
Aquel que me golpeó, me está ahora cuidando y alimentando con leche.
***
El Maestro dice: Así es el carácter de unidad para un iluminado.
Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet
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