viernes, 8 de febrero de 2019

RELACIONARSE CONSIGO MISMO


¿No es verdad que se necesita tener una buena relación consigo mismo y amarse a sí mismo antes de tener una relación plena con otra persona? 

Eckhart Tolle:

Si usted no puede estar a gusto consigo mismo cuando está solo, buscará una relación para ocultar su desasosiego. Puede estar seguro de que este reaparecerá en cualquier otra forma en la relación y usted probablemente responsabilizará a su pareja por ello. 

Todo lo que usted necesita hacer es aceptar este momento plenamente. Entonces usted se sentirá tranquilo en el aquí y ahora y consigo mismo. 

¿Pero necesita tener una relación consigo mismo para algo? Por qué no puede sencillamente ser usted mismo? Cuando usted tiene una relación consigo mismo se ha partido en dos: "yo" y "mí mismo", sujeto y objeto. Esta dualidad creada por la mente es la causa radical de toda la complejidad innecesaria, de todos los problemas y conflictos de su vida. En el estado de iluminación usted es usted mismo, usted y usted mismo se hacen uno. Usted no se juzga, no siente pena por usted mismo, no está orgulloso de sí mismo, no se ama a si mismo, no se odia a sí mismo... La ruptura causada por la conciencia auto-­reflejada se cura, su maldición desaparece. No hay "uno mismo" que usted necesite proteger, defender o alimentar más. Cuando usted está iluminado, hay una relación que ya no tiene, la relación consigo mismo. Una vez que haya renunciado a eso, todas las demás serán relaciones de amor. 


Del libro:
El Poder del Ahora
Eckhart Tolle
Imagen tomada del internet

martes, 5 de febrero de 2019

LEALTAD


Un insurrecto había sido condenado a morir en la horca. El hombre tenía a su madre viviendo en una lejana localidad y no quería dejar de despedirse de ella por este motivo. Hizo al rey la petición de que le permitiese partir unos días para visitar a su madre. El monarca sólo puso una condición, que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado por él. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado. 

Pasaron los días. El sexto día se levantó el patíbulo y se anunció la ejecución del rehén para la mañana del día siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros, y éstos respondieron: 

--¡Oh, majestad! Está verdaderamente tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá. 

El rey sonrió con escepticismo. 

Llegó la noche del sexto día. La tranquilidad y la confianza del rehén resultaban asombrosas. De madrugada, el monarca indagó sobre el rehén y el jefe de la prisión dijo: 

--Ha cenado opíparamente, ha cantado y está extraordinariamente sereno. 

No duda de que su amigo volverá. 

—¡Pobre infeliz! -exclamó el monarca. 

Llegó la hora prevista para la ejecución. Había comenzado a amanecer. 

El rehén fue conducido hasta el patíbulo. Estaba relajado y sonriente. 

El monarca se extrañó al comprobar la firmeza anímica del rehén. El verdugo le colocó la cuerda al cuello, pero él seguía sonriente y sereno. Justo cuando el rey iba a dar la orden para la ejecución, se escucharon los cascos de un caballo. El insurrecto había regresado justo a tiempo. El rey, emocionado, concedió la libertad a ambos hombres. 

***

El Maestro dice: Deposita en tu capacidad de libertad interior la confianza del rehén y el camino te conducirá a la meta más alta.


Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet

LA BASE DEL SUFRIMIENTO


lunes, 4 de febrero de 2019

TODOS SOMOS ÁGUILAS


Un campesino fue al bosque con el objeto de atrapar un pájaro para tenerlo cautivo en su casa. Consiguió cazar un pichón de águila y lo puso en el gallinero, junto con las gallinas, donde recibía el mismo tratamiento que estas.

Después de cinco años, el campesino recibió la visita de un naturalista. Mientras paseaban por el jardín, este dijo:

-Ese pájaro no es una gallina; es un águila.

-Así es -contestó el campesino-. Pero yo la crié como gallina, y ya no es un águila. Se transformó en una gallina como las otras, a pesar de tener alas de casi tres metros.

--Se equivoca -replicó el naturalista-. Ella es y será siempre un águila, pues tiene corazón de águila. Ese corazón la hará volar a las alturas algún día.

-No, no -insistió el campesino-. Se convirtió en gallina, y jamás volará como águila.

Entonces decidieron hacer una prueba. El naturalista levantó el águila y la desafió:

- Ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela...!

El águila se posó sobre el brazo extendido del naturalista. Miró distraídamente alrededor y, al ver a las gallinas allá abajo, picoteando granos, saltó junto a ellas. El campesino comentó:

-Le dije que se convirtió en gallina...

-No -insistió el naturalista-, es un águila. Y un águila será siempre un águila. Haremos mañana un nuevo experimento.

Al día siguiente, el naturalista se subió al techo de la casa, con el águila, y le susurró:

-Ya que eres un águila, ¡abre tus alas y vuela!

De nuevo, el águila vio a las gallinas picoteando el suelo, y saltó junto a ellas. El campesino sonrió y volvió a la carga:

-Se lo dije: ¡se convirtió en gallina!

-No -respondió firmemente el naturalista-. Es un águila, y siempre tendrá corazón de águila. Vamos a experimentar por última vez. Mañana la haré volar.

Al día siguiente, el naturalista y el campesino se levantaron bien temprano. Llevaron al águila a las afueras de la ciudad, lejos de las casas de los hombres, en lo alto de una montaña. El sol naciente doraba los picos de la cordillera. El naturalista levantó el animal y le ordenó:

-Ya que eres un águila, ya que perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!

El ave miró alrededor. Temblaba, como si se enfrentara a una nueva vida. Pero no voló. Entonces, el naturalista la tomó firmemente, la puso en dirección al sol, para que sus ojos pudiesen llenarse de la vastedad del horizonte, y la arrojó al vacío. En ese momento, el águila abrió sus potentes alas, graznó el típico kau kau de estas aves y se levantó, soberana, sobre sí misma. Se alejó volando, cada vez más alto, hasta confundirse con el azul del firmamento.

Todos los hombres nacemos como águilas. Pero si alguien nos hace pensar como gallinas, es posible que creamos que eso somos. Pero somos águilas, debemos aprender a volar. No nos contentemos con los granos que nos arrojan a los pies para picotear.


Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet

EFECTOS DE LAS DROGAS SOCIALES


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