jueves, 3 de enero de 2019

EL AGUA


Le cayó muy simpático. Caetano no lo conocía. El muchacho, que andaba por la playa vendiendo cangrejos, lo invitó a dar una vuelta en su barca: 

—Me gustaría —dijo Caetano—, pero no puedo. Tengo cosas que hacer. Compras, trámites... 

Y en barca fueron. Recorriendo la ciudad por sus orillas, fueron al mercado y al banco y al correo y a todos los lugares donde Caetano debía ir. De cuando en cuando se detenían, por el puro gusto, a contemplar Bahía desde la bahía, y era una fiesta demorarse flotando. 

Así, Caetano Veloso fue descubriendo una ciudad nueva. El la conocía, y muy mucho, pero no sabía que la conocía de espaldas. Nunca la había andado así, desde lo mojado, desde lo callado. Una ciudad era la ciudad caminada por las calles donde la gente no puede estarse quieta, luces que bailan, colores que gritan, y otra ciudad, muy otra, era la ciudad navegada por las silenciosas aguas donde no hay más alboroto que el de la espuma. Vista desde la barca, Bahía también era una barca, una serena barca disfrazada de tierra loca por lo mucho que le gustan los disfraces. Las calles no morían en la mar: en la mar nacían. En la mar no estaban las afueras de Bahía de San Salvador, sino sus adentros. 

A la caída de la tarde, la barca devolvió a Caetano a la playa donde lo había recogido. Y entonces Caetano quiso saber cómo se llamaba aquel muchacho que le había revelado la otra ciudad. De pie sobre la barca, el cuerpo negro brillando a la luz del último sol, el muchacho dijo su nombre: 

—Yo me llamo Marco Polo. Marco Polo Mendes Pereira.


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

QUIEN NO QUIERE ESTAR CONTIGO


miércoles, 2 de enero de 2019

OCHO ELEFANTES BLANCOS


El discípulo quería elaborarlo todo a través del entendimiento intelectual. Sólo confiaba en la razón y estaba encerrado en la propia jaula de su lógica. Visitó al mentor espiritual y le preguntó:

--Señor, ¿quién sostiene el mundo?

El mentor repuso:

--Ocho elefantes blancos.
--¿Y quién sostiene a los ocho elefantes blancos? -preguntó intrigado el discípulo.
--Otros ocho elefantes blancos.

***

El Maestro dice: El pensamiento es limitado. Una nueva energía de conocimiento aparece cuando cesa el pensamiento. 


Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet

¡NO PUEDO VIVIR SIN ÉL!


martes, 1 de enero de 2019

AFRONTA: EN LA SILLA CALIENTE


Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después.

Hacer un vínculo samaya formal y entrar en una relación incondicional con un profesor es como ponernos entre las mandíbulas de un cocodrilo. Necesitamos mucho tiempo para decidir que confiamos tanto en ese cocodrilo concreto que nos quedaremos con él pase lo que pase. 

Mi experiencia personal de este proceso fue muy progresiva. Cuando conocí a Trungpa Rinpoche, pensé: «Hay aquí alguien a quien no puedo embaucar.» Por eso me trasladé a Colorado, donde podía pasar más tiempo en su presencia. Me acerqué, pero evidentemente aún no estaba dispuesta a rendirme. 

En este movimiento hubo cierta inteligencia: Rinpoche a menudo me daba miedo y me indignaba. No estaba segura de poder confiar en él y, sobre todo, no estaba segura de que le amara. De hecho, recuerdo todo un retiro durante el cual miraba su fotografía y lloraba porque no podía sentir lo que a mi parecer era la devoción adecuada. 

Al mismo tiempo, continué acercándome más. Era la única persona con la que podía hablar de mis puntos de atasco y de mis puntos de apertura. Era la única persona que podía cortar todas mis fantasías. De vez en cuando me hablaba quizá en medio de una reunión grupal o durante una reunión de negocios— siempre cuando menos lo esperaba. Me preguntaba algo o hacía un comentario que detenía mi mente totalmente. 

Mucho después de haberme convertido en su estudiante y de haber empezado la práctica del vajrayana —mucho después de cuando los estudiantes suelen asumir formalmente el voto samaya con su profesor— finalmente supe sin ninguna duda que podía confiarle mi vida; hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera, él era mi vínculo con el mundo sagrado. Sin él, no tenía ni idea de lo que eso significaba. Y ocurrió que, a medida que seguía sus enseñanzas e iba despertando más, iba tomando conciencia de su ilimitada bondad y experimentaba la amplitud de su mente. En ese momento, el único lugar en el que deseaba estar era entre las mandíbulas del cocodrilo. 

Cuando digo que samaya es un truco, me refiero a que nos lleva a darnos cuenta de que nunca hemos tenido elección en nuestra relación con el mundo fenoménico. En realidad no tenemos elección. La elección que creemos tener se llama ego; la elección que creemos tener es lo que nos impide darnos cuenta de que ya estamos en el mundo sagrado; es como ponernos vendasen los ojos y tapones en la nariz y los oídos. Estamos totalmente condicionados, y en el momento en que sentimos que las cosas se ponen duras, aunque sólo sea en nuestro pensamiento, salimos corriendo. El truco consiste en quedarnos en la silla caliente y comprometernos con esa experiencia. Este es el punto principal, con o sin samaya formal.

¿Con qué estamos verdaderamente comprometidos?

¿Con ir a lo seguro y manipular nuestra vida y todo nuestro mundo para que nos ofrezca seguridad y certeza?

¿O estamos comprometidos con niveles de maitri cada vez más profundos? En cualquier caso, la pregunta sigue siendo: ¿En qué nos refugiamos? ¿Nos refugiamos en pequeñas acciones, palabras y pensamientos de autosatisfacción? ¿O nos refugiamos en la disciplina del guerrero, en dar el salto, en ir más allá de las zonas de seguridad habituales?


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

CORAJE DE VIVIR


MAN IN THE MIRROR

domingo, 30 de diciembre de 2018

EL HOMBRE QUE SE DISFRAZÓ DE BAILARINA


Una fastuosa fiesta se celebraba en la corte real. El monarca esperaba con ansiedad el momento de la danza, pues era muy amante de la misma. 

Quedaban unos minutos para que tuviera lugar la representación, cuando la bailarina enfermó de gravedad. No se podía desairar al rey, así que se buscó afanosamente otra bailarina para sustituir a la enferma, pero sucedió que no pudo ser hallada ninguna. El carácter del rey era terrible cuando se enfadaba. ¿Qué se podía hacer? 

Uno de los ministros resolvió elegir a uno de los sirvientes y se le ordenó que se disfrazara de bailarina y bailase ante el rey. El sirviente se disfrazó de bailarina, se maquilló minuciosamente y danzó con entusiasmo ante el monarca. El rey, satisfecho, dijo: 

--Aunque en algunas actitudes es un poco varonil, se trata de una gran bailarina. Me siento complacido. 

La pregunta es: Mientras el sirviente interpretaba a la bailarina, ¿dejó de saber que era un hombre? 

Nadie podría contestar, excepto él. 

****

El Maestro dice: El ser humano común se comporta como si el sirviente se hubiera identificado tanto con su papel que hubiera dejado de saber que era un hombre. Cuando se identifica con la personalidad y todo lo adquirido, se olvida de su Ser real.


Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet
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