martes, 1 de enero de 2019

AFRONTA: EN LA SILLA CALIENTE


Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después.

Hacer un vínculo samaya formal y entrar en una relación incondicional con un profesor es como ponernos entre las mandíbulas de un cocodrilo. Necesitamos mucho tiempo para decidir que confiamos tanto en ese cocodrilo concreto que nos quedaremos con él pase lo que pase. 

Mi experiencia personal de este proceso fue muy progresiva. Cuando conocí a Trungpa Rinpoche, pensé: «Hay aquí alguien a quien no puedo embaucar.» Por eso me trasladé a Colorado, donde podía pasar más tiempo en su presencia. Me acerqué, pero evidentemente aún no estaba dispuesta a rendirme. 

En este movimiento hubo cierta inteligencia: Rinpoche a menudo me daba miedo y me indignaba. No estaba segura de poder confiar en él y, sobre todo, no estaba segura de que le amara. De hecho, recuerdo todo un retiro durante el cual miraba su fotografía y lloraba porque no podía sentir lo que a mi parecer era la devoción adecuada. 

Al mismo tiempo, continué acercándome más. Era la única persona con la que podía hablar de mis puntos de atasco y de mis puntos de apertura. Era la única persona que podía cortar todas mis fantasías. De vez en cuando me hablaba quizá en medio de una reunión grupal o durante una reunión de negocios— siempre cuando menos lo esperaba. Me preguntaba algo o hacía un comentario que detenía mi mente totalmente. 

Mucho después de haberme convertido en su estudiante y de haber empezado la práctica del vajrayana —mucho después de cuando los estudiantes suelen asumir formalmente el voto samaya con su profesor— finalmente supe sin ninguna duda que podía confiarle mi vida; hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera, él era mi vínculo con el mundo sagrado. Sin él, no tenía ni idea de lo que eso significaba. Y ocurrió que, a medida que seguía sus enseñanzas e iba despertando más, iba tomando conciencia de su ilimitada bondad y experimentaba la amplitud de su mente. En ese momento, el único lugar en el que deseaba estar era entre las mandíbulas del cocodrilo. 

Cuando digo que samaya es un truco, me refiero a que nos lleva a darnos cuenta de que nunca hemos tenido elección en nuestra relación con el mundo fenoménico. En realidad no tenemos elección. La elección que creemos tener se llama ego; la elección que creemos tener es lo que nos impide darnos cuenta de que ya estamos en el mundo sagrado; es como ponernos vendasen los ojos y tapones en la nariz y los oídos. Estamos totalmente condicionados, y en el momento en que sentimos que las cosas se ponen duras, aunque sólo sea en nuestro pensamiento, salimos corriendo. El truco consiste en quedarnos en la silla caliente y comprometernos con esa experiencia. Este es el punto principal, con o sin samaya formal.

¿Con qué estamos verdaderamente comprometidos?

¿Con ir a lo seguro y manipular nuestra vida y todo nuestro mundo para que nos ofrezca seguridad y certeza?

¿O estamos comprometidos con niveles de maitri cada vez más profundos? En cualquier caso, la pregunta sigue siendo: ¿En qué nos refugiamos? ¿Nos refugiamos en pequeñas acciones, palabras y pensamientos de autosatisfacción? ¿O nos refugiamos en la disciplina del guerrero, en dar el salto, en ir más allá de las zonas de seguridad habituales?


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

CORAJE DE VIVIR


MAN IN THE MIRROR

domingo, 30 de diciembre de 2018

EL HOMBRE QUE SE DISFRAZÓ DE BAILARINA


Una fastuosa fiesta se celebraba en la corte real. El monarca esperaba con ansiedad el momento de la danza, pues era muy amante de la misma. 

Quedaban unos minutos para que tuviera lugar la representación, cuando la bailarina enfermó de gravedad. No se podía desairar al rey, así que se buscó afanosamente otra bailarina para sustituir a la enferma, pero sucedió que no pudo ser hallada ninguna. El carácter del rey era terrible cuando se enfadaba. ¿Qué se podía hacer? 

Uno de los ministros resolvió elegir a uno de los sirvientes y se le ordenó que se disfrazara de bailarina y bailase ante el rey. El sirviente se disfrazó de bailarina, se maquilló minuciosamente y danzó con entusiasmo ante el monarca. El rey, satisfecho, dijo: 

--Aunque en algunas actitudes es un poco varonil, se trata de una gran bailarina. Me siento complacido. 

La pregunta es: Mientras el sirviente interpretaba a la bailarina, ¿dejó de saber que era un hombre? 

Nadie podría contestar, excepto él. 

****

El Maestro dice: El ser humano común se comporta como si el sirviente se hubiera identificado tanto con su papel que hubiera dejado de saber que era un hombre. Cuando se identifica con la personalidad y todo lo adquirido, se olvida de su Ser real.


Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet

UNA GRAN RAZÓN DE LA INFELICIDAD


sábado, 29 de diciembre de 2018

ABRIRSE A RECIBIR LA VERDAD


ABRIRSE A LA VERDAD de nuestro ser esencial es, simplemente, cuestión de recibir. Pero debido a nuestro condicionamiento, parece que éste no es un asunto simple. El simple hecho de recibir, de abrirse, suele estar rodeado de miedo y complicaciones. El condicionamiento nos hace temer nuestras profundidades desconocidas, pues sospechamos lo peor.

Pero llega el momento en que podemos y debemos afrontar este miedo primario. Cuando por fin estamos preparados para afrontar lo que sospechamos que es lo peor de nosotros, descubrimos una verdad sorprendente, increíble.

Al abrir la mente a lo que antes temíamos y evitábamos, se revela la capacidad de soportar, aceptar e incluso abrazar verdaderamente la incomodidad, y también el dolor. En definitiva, el verdadero descubrimiento es que, si abrazamos algo completamente, se revela la paz que buscábamos en nuestros intentos de evitar la incomodidad.

La capacidad de recibir es natural. Cuando éramos niños, aceptábamos lo que nos daban. El niño se forma y se desarrolla así de manera natural, a menos que haya algún problema añadido. Para crecer, los organismos deben ser nutridos. Después, a medida que crecemos y nuestras mentes se despliegan, nos damos cuenta de que recibir ciertas cosas nos hace daño: recibir alimento envenenado o en mal estado daña nuestro cuerpo; recibir la falta de amor de una pareja nos destruye emocionalmente; para la mente, recibir una instrucción que enseña a odiar supone un lavado de cerebro.

Gradualmente vamos aprendiendo que no es útil recibir todo lo que se nos ofrece. A partir de ahí, nace la sabiduría discriminadora.

En el mundo en que vivimos, buena parte de lo que se nos ofrece es inútil, y a menudo es potencialmente venenoso. Cuando reconocemos la posibilidad de que se nos haga daño, tendemos a cerrarnos a recibir. Junto con el reconocimiento eventual y esencial de que nuestros padres y nuestro mundo no son tan benevolentes como habíamos creído, sufrimos un gran desengaño que nos impide abrirnos inocentemente y confiar.

A medida que crecemos, experimentamos que incluso nuestros amigos pueden traicionarnos, pueden mentirnos. Experimentamos en nosotros mismos la capacidad de mentir a nuestros amigos, a nuestros maridos, a nuestras esposas, a nuestros profesores, a nuestros gobiernos.

Comprobamos que nuestros propios pensamientos pueden engañarnos y torturarnos; no son de fiar. Nuestras emociones pueden estar fuera de control y tampoco podemos confiar en nuestros cuerpos: se tropiezan y caen, enferman, envejecen y mueren. El mensaje se convierte en “no confíes”, “no te abras”, “abrirse es peligroso, podrías sentirte herido”. Y, junto con esa convicción, se desarrolla una especie de hipervigilancia mental para intentar reunir suficiente información, de modo que si se presenta un momento en el que abrirse resulta seguro, lo reconocemos. La mayor parte de nuestra actividad mental está al servicio de este miedo, y tiene que ver con acumular. Por más acopio que hagamos, siempre habrá más para acumular. Vamos a un profesor tras otro, a un curso tras otro, leemos un libro tras otro, escuchamos una cinta tras otra, en un frenético esfuerzo por acumular la información que creemos necesitar para sentirnos seguros. A lo largo de todo este proceso sentimos un profundo anhelo de seguridad o, como suele decirse, de “volver a casa”, de volver a la inocencia del niño, de entrar en el cielo. Pero a estas alturas nuestra mente ya no es una mente infantil. Nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestras emociones han vivido algunas experiencias muy duras.

Puede que en un momento de gracia te abras a tu esposa o esposo, a tu hijo, a tu amante o a tu profesor, pero inmediatamente aparece la inercia de cerrarse, porque la memoria, consciente o inconsciente, te recuerda que si te abres, puedes sentirte herido.

No pretendo sugerir que intentes abrirte, o que hagas por olvidar el pasado, o que trates de captar. Eso sólo dará lugar a más lucha. Lo que puedes hacer es limitarte a observar cuándo tienes la mente abierta y cuándo tienes una mente cerrada. Puedes observar esos momentos en los que estás abierto a recibir y aquellos en los que rechazas por inercia o hábito. Simplemente di la verdad, no como un modo de acumular más información, sino como una herramienta de autodescubrimiento.

Decir la verdad respecto a cualquier sentimiento, pensamiento o circunstancia establece una base donde puede asentarse el poder de la autoindagación. Indagar es como encender una linterna en un sótano oscuro, donde un viejo horno agrietado que ni siquiera sabías que existía está vomitando gases nocivos que se extienden a toda la casa. La indagación abre la puerta y dirige la luz hacia el sótano, para que puedes mirar y darte cuenta: “Oh, Señor, no me extraña que me sienta enfermo de cuerpo, mente y espíritu”. En ese reconocimiento, sin pensarlo siquiera, la reacción natural es apagar el horno. Es algo que surge de tu propia inteligencia innata. También ves que tienes dentro de ti una capacidad ilimitada de abrir la ventana de tu mente y recibir la frescura de lo verdaderamente puro. Y, entre tanto, reconoces que incluso en la experiencia hiriente y dañina la pureza del ser permanece. El núcleo de tu ser sigue estando entero, independientemente de la fragmentación que se haya producido en torno a él.

No es que la gente no vaya a traicionarte. No es que no vayan a romperte el corazón una y otra vez. Abrirse a lo que está presente puede ser desgarrador. Pero deja que se te rompa el corazón, porque cuando así ocurre, el corazón sólo revela un núcleo de amor irrompible.

Abrir tu mente al silencio que es la fuente de tu mente es abrirte a tu verdadero yo. El silencio consciente ya está abierto. Tú ya estás abierto.

Permite que tu mente deje de acumular información, que deje de imaginarse el futuro, y que deje de elaborar estrategias de supervivencia.

Simplemente permite que tu mente sea sostenida por su fuente. Reconoce que la capacidad de abrirte a la verdad de tu ser siempre está presente.

Cualquiera que sea la pregunta que surja en ti al leer este libro, la respuesta más inmediata es simplemente abrirse. No necesitas entender las palabras.

Limítate a abrir la mente hacia dónde apuntan las palabras. La mente abierta revela el corazón abierto. 

Si te cuesta hacerlo, puedes examinar cuál es la “historia” que hace que la sensación de vulnerabilidad te resulte tan inaccesible. Es posible que hayas creído una historia sobre por qué no puedes o no deberías abrirte. Lo cierto es que no hay nada tan fácil. Es posible que esto suene simplista o abstracto, pero puedes comprobarlo de manera concreta a cada momento de tu vida.

En el instante en que te abres, experimentas que cualquier cosa con la que estuvieras luchando ya no está allí. La verdadera apertura revela que la lucha-el problema, el hombre del coco, el demonio, la herida-en realidad no existe. La apertura no transforma la historia; lo que se revela es que en realidad no existe. La única cosa que mantiene una historia en su lugar es la resistencia a abrirse. Lo que queda, cuando desaparece aquello que temíamos o con lo que luchábamos, es la apertura de la existencia misma: la verdad en el centro de tu corazón.


Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

NO VUELVAS AL PASADO


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