sábado, 10 de noviembre de 2018
viernes, 9 de noviembre de 2018
jueves, 8 de noviembre de 2018
miércoles, 7 de noviembre de 2018
martes, 6 de noviembre de 2018
PERMITIR QUE AFLORE EL MIEDO
El primer paso para poder mirar el miedo consiste,  precisamente, en permitir que aflore, sin enjuiciarlo, en nuestra  conciencia. Basta con reconocer amablemente que está aquí. Eso, por sí  solo, resulta ya muy liberador. Y cuando nuestro miedo se haya  calmado,  podremos  abrazarlo  con  ternura  y  contemplar  profundamente sus raíces, sus fuentes. Entender el origen de nuestras  ansiedades y miedos nos ayuda a liberarnos de ellos. ¿Se deriva nuestro  miedo de algo que sucede ahora mismo o se trata de un miedo antiguo,  de un miedo infantil que todavía llevamos dentro? Cuando dejamos  que nuestros miedos afloren, nos damos cuenta de que todavía siguen  vivos y aún tenemos muchas cosas que atesorar y disfrutar. Cuando  dejamos de reprimir y de tratar de controlar el miedo, podemos  disfrutar de la puesta del sol, de la niebla, del aire y del agua. Cuando  puedas mirar cara a cara al miedo y reconocerlo claramente, podrás  vivir una vida que realmente merezca la pena. 
Nuestro mayor miedo es que al morir nos convertiremos en  nada. Para liberarnos realmente del miedo, debemos mirar  profundamente en nuestro interior hasta descubrir nuestra verdadera  naturaleza más allá del nacimiento y de la muerte. Tenemos que  liberarnos de la idea de que no somos más que nuestro cuerpo, que  necesariamente está abocado a la disolución. Por ello, cuando  entendemos que somos más que nuestro cuerpo físico, que no  procedemos de la nada y que no nos desvanecemos en la nada, nos  liberamos del miedo. 
El Buda era un ser humano y, como tal, conocía el miedo. Pero  pasó tanto tiempo ejercitando la atención plena y contemplando  directamente el miedo que al final pudo enfrentarse tranquila y  pacíficamente a lo desconocido. Según cuenta la leyenda, el Buda  estaba paseando un día cuando tropezó con Angulimala, un conocido  asesino. Cuando Angulimala le echó el alto, el Buda siguió caminando  lenta y tranquilamente. Y cuando Angulimala le atrapó y le preguntó por qué no se había detenido, el Buda replicó: «Hace ya mucho que me  detuve, Angulimala. Eres tú quien todavía no se ha detenido». Y luego  añadió: «Y también hace mucho que dejé de incurrir en actos que  generan sufrimiento a otros seres vivos. Todo ser vivo quiere vivir. 
Todos temen la muerte. Debemos educar a nuestro corazón en la  compasión y proteger la vida de todos los seres». Sorprendido, 
Angulimala quiso saber más y, al finalizar la conversación, tomó la  decisión de no incurrir en más actos violentos y convertirse en monje. 
¿Cómo pudo el Buda permanecer tan tranquilo y relajado al  enfrentarse a un asesino como Angulimala? Es cierto que es un ejemplo  extremo, pero cada uno de nosotros se enfrenta a diario, en cierta  medida, a sus miedos. Por ello la práctica cotidiana de la atención plena  puede ser extraordinariamente útil. Partiendo de la conciencia de  nuestra respiración, podemos enfrentarnos a todo lo que obstaculice  nuestro camino. 
La ausencia de miedo no solo es posible, sino que es la alegría última. Cuando conectas con la ausencia de miedo, te liberas. Si  estuviera en un avión y el piloto advirtiese que estamos a punto de  estrellarnos, practicaría la atención plena a la respiración. Y espero que,  si recibes malas noticias, tú hagas lo mismo. Pero no esperes, para  emprender la práctica que puede ayudarte a superar el miedo y vivir  atentamente, que llegue el momento crítico. Nadie puede quitarte el  miedo. Ni aunque el mismo Buda estuviera sentado frente a ti, podría  quitártelo. Eso es algo que debes practicar y entender por ti mismo. Si  te ejercitas en la práctica de la plena conciencia hasta que se convierta  en hábito, ya sabrás, cuando aparezcan las dificultades, lo que tienes  que hacer.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
lunes, 5 de noviembre de 2018
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN
El discípulo llegó hasta el maestro y le dijo: 
--Guruji, por favor, te ruego que me impartas una instrucción para aproximarme a la verdad. Tal vez tú dispongas de alguna enseñanza secreta. 
Después de mirarle unos instantes, el maestro declaró: 
--El gran secreto está en la observación. Nada escapa a una mente observadora y perceptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza. 
--¿Qué me aconsejas hacer? 
--Observa -dijo el gurú-. Siéntate en la playa, a la orilla del mar, y observa cómo el sol se refleja en sus aguas. Permanece observando tanto tiempo como te sea necesario, tanto tiempo como te exija la apertura de tu comprensión. 
Durante días, el discípulo se mantuvo en completa observación, sentado a la orilla del mar. Observó el sol reflejándose sobre las aguas del océano, unas veces tranquilas, otras encrespadas. Observó las leves ondulaciones de sus aguas cuando la mar estaba en calma y las olas gigantescas cuando llegaba la tempestad. Observó y observó, atento y ecuánime, meditativo y alerta. Y así, paulatinamente, se fue desarrollando su comprensión. 
Su mente comenzó a modificarse y su consciencia a hallar otro modo mucho más rico de percibir. 
El discípulo, muy agradecido, regresó junto al maestro. 
--¿Has comprendido a través de la observación? -preguntó el maestro. 
--Sí -repuso satisfecho el discípulo-. Llevaba años efectuando los ritos, asistiendo a las ceremonias más sagradas, leyendo las escrituras, pero no había comprendido. Unos días de observación me han hecho comprender. 
El sol es nuestro ser interior, siempre brillante, autoluminoso, inafectado. Las aguas no le mojan y las olas no le alcanzan; es ajeno a la calma y la tempestad aparentes. 
Siempre permanece, inalterable, en sí mismo. 
–Ésa es una enseñanza sublime -declaró el gurú-, la enseñanza que se desprende del arte de la observación. 
***
El Maestro dice: Todos los grandes descubrimientos se han derivado de la observación diligente. No hay mayor descubrimiento que el del Ser. 
Observa y comprende.
Tomado del libro:
101 Cuentos clásicos de la India
Recopilación de Ramiro Calle
Fotografía de Internet
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