¿Ha oído hablar de un hombre que fue muy famoso en Alemania? Todavía se ven estatuas de él y algunas plazas y calles aún llevan su nombre. Se llama Daniel Gottlieb Schreber. Fue el verdadero fundador del fascismo. Murió en 1861 pero preparó el terreno para la llegada de Adolf Hitler, desde luego, sin saberlo.
Este hombre tenía ideas muy definidas sobre cómo educar a los niños. Escribió muchos libros sobre el tema, que fueron traducidos a muchos idiomas. Algunos de ellos han llegado a unas cincuenta reediciones. Sus libros son muy conocidos, apreciados y respetados porque sus puntos de vista no eran excepcionales; eran muy corrientes. Decía cosas que todo el mundo ha pensado a lo largo de los siglos. Era el vocero de la mente común y corriente, de la mente mediocre.
Se establecieron centenares de clubes y sociedades para perpetuar su filosofía, sus ideas, y cuando murió se construyeron muchas estatuas de él y a muchas calles se les dio su nombre. Creía en disciplinar a los niños desde que alcanzaban los seis meses, pues decía que si no se disciplina a un niño cuando tiene seis meses, se pierde la mejor oportunidad de hacerlo.
Cuando un niño es aún muy tierno y maleable, ignorante de lo que ocurre en el mundo, es posible crear una huella profunda que él siempre seguirá. Y nunca se dará cuenta de que ha sido manipulado. Pensará que está haciéndolo todo por su propia voluntad, pues cuando un niño tiene seis meses no tiene voluntad; ésta surgirá más tarde, y la disciplina vendrá antes que la voluntad. De esta manera, la voluntad pensará siempre: "Esta idea es mía, propia".
Schreber llamaba a esto disciplina, como lo hacen todos los padres. Escribió que en el momento mismo en que apareciera la voluntad propia había que detenerla, matarla de inmediato. Cuando se observa que el niño se está haciendo persona, se está convirtiendo en individuo, se debe destruir esa primera manifestación de individualidad inmediatamente, sin perder un solo instante.
Cuando aparece el primer indicio de voluntad propia, ...hay que intervenir de manera positiva... con palabras severas, ademanes amenazantes, golpeando su cama... con amonestaciones físicas repetidas insistentemente hasta que el niño se calme o se duerma.









