El primer paso para aprender a vivir profundamente en el aquí y el ahora es hacer la práctica de detenerse. Hay una historia zen muy conocida acerca de un hombre que iba sobre un caballo galopando. Alguien, al verlo, le grita: “¿A dónde vas?”. Y el jinete le contesta dándose la vuelta: “¡No lo sé, pregúntaselo al caballo!”.
La historia resulta divertida, pero al mismo tiempo es cierta. Nosotros no sabemos exactamente a dónde vamos o por qué nos apresuramos tanto. Un caballo galopando nos está arrastrando y decidiéndolo todo por nosotros. Y nosotros le seguirnos. Este caballo se llama “la energía del hábito”. Posiblemente hayas recibido esta energía de tus padres o de tus antepasados. Esta energía es la que te está dictando tus palabras y acciones, tú no eres tu verdadero soberano, es el caballo y no tú el que te está haciendo avanzar. Es la energía del hábito la que te empuja a decir y hacer cosas a pesar de no ser ésa tu intención, algo que te perjudica tanto a ti como a los demás.
Por ejemplo, aun sabiendo que si decimos algo desagradable haremos sufrir tanto a quienes nos rodean como a nosotros mismos”, lo decimos igualmente. Más tarde lo lamentamos y exclamamos: “¡No pude evitarlo! el deseo fue más fuerte que yo”. Nos prometemos de todo corazón que la próxima vez no actuaremos así, pero cuando la situación vuelve a repetirse nos comportamos exactamente del mismo modo, haciendo y diciendo cosas que no sólo perjudican a los demás sino también a nosotros mismos. Esta clase de energía es la energía del hábito.
Nuestra tarea consiste en tomar consciencia de ella y en no dejar que nos arrastre nunca más. Le sonreímos y decirnos: “Hola, energía del hábito, sé que estás aquí”. El primer paso para cuidar de ti es aprender a detenerte y mirar en tu interior. Es una práctica maravillosa.