Somos injustos con los topos. Es cierto que ven poco, pero su visión está muy bien adaptada a su medio subterráneo.
Su pelo gris, lustroso, distinguido, es un modelo de elegancia. ¿ Y qué decir de sus patitas en forma de palas, que unen lo útil a lo agradable? En suma, en esta historia se hablará de una señorita topo: maravilla, delicia y milagro de la gente topina. Sus padres, justamente orgullosos de su progenitura, de situación acomodada -poseían en nuda propiedad varios dédalos de corredores muy buen situados-, soñaban con casar a su única hija con algún personaje de categoría.
¿A quién elegir? Por consejo de un anciano señor topo, que había viajado mucho en su juventud, pensaron primero en el sol. Éste, aunque poco conocido entre los topos, era apreciado por algunos primos de la superficie, que hablaban muy bien de él. Pero no podían comprometerse a la ligera, el futuro de su amada hija estaba en juego. Por eso los padres se dirigieron a un investigador competente a fin de obtener una información más amplia sobre el personaje. Tras varias semanas de investigaciones, el detective presentó su informe: