El Zen hace que nos desprendamos de nuestras maneras de pensar habituales. Más allá de los conceptos y de las palabras, nos transmite una verdad que apunta directamente al corazón del hombre.
Érase una vez ... dos monjes que iban de regreso hacia su convento, cerca de Edo". Se habían retrasado a causa de una pareja de campesinos que les habían pedido que bendijeran a su hijo recién nacido, y también su casa y su rebaño. Por cortesía, y por caridad, habían bebido uno o dos vasos de sake. Ahora se encontraban en el lindero del bosque y ya caía la noche.
Uno de los dos monjes era ciego y su compañero lo guiaba:
-No temas nada, Djiro --dijo el monje guía-, tenemos que atravesar el bosque, donde viven, según las leyendas, monstruos y brujas, pero yo abro bien los ojos y te protegeré contra todos los peligros.
Y añadió, con una voz a la que daba firmeza: