lunes, 27 de junio de 2016
domingo, 26 de junio de 2016
EL BAUTISMO
El agua más fría del cielo bombardeó Buenos Aires aquella tarde del invierno de 1906.
A las cinco en punto, en pleno diluvio, lluviazón, helazón, nació un niño en la calle Centro. El padre arrancó al niño de los brazos de la madre, se lo llevó a la azotea y lo alzó, desnudito, ante la lluvia feroz. Y a la luz de los relámpagos lo ofreció a la lluvia, gritando a pleno pulmón, voz de trueno entre los truenos:
—¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!
El recién nacido se pescó tremenda pulmonía. Pasó cuatro meses de mal en peor. Y cuando ya lo daban por muerto, se salvó.
También se salvó de llamarse Descanso Dominical. El padre, un anarquista pobre y poeta, siempre perseguido por la policía y por los acreedores, quiso llamarlo así en homenaje a esa reciente conquista obrera, pero el Registro Civil no le aceptó el nombre. Entonces se reunieron los amigos, anarquistas pobres y poetas, siempre perseguidos por la policía y por los acreedores, y discutieron el asunto. Y fueron ellos quienes decidieron que se llamaría Cátulo, Cátulo Castillo, el niño que unos cuantos años después fue capaz de inventar La última curda y otros tangos de esos que son para escuchar de pie, sombrero en mano.
sábado, 25 de junio de 2016
HÁGALO-USTED-MISMO
En sí misma, la vida es neutral. Nosotros la hacemos hermosa o fea; la vida es la energía que nosotros le aportemos.
Si vertes belleza en la vida, es bella. Si simplemente te sientas ahí y quieres que sea hermosa, no lo será... debes crear esa belleza. La belleza no está presente como un objeto, como una roca. Hay que crearla. Hay que entregar una visión a la realidad, hay que darle color a la realidad, hay que darle una canción... entonces es hermosa.
De modo que siempre que participes en crear belleza, está ahí; siempre que dejes de crear, desaparece. La belleza es una creación, igual que la fealdad. La felicidad es una creación, también la desdicha.
viernes, 24 de junio de 2016
jueves, 23 de junio de 2016
NO DISECCIONES LAS FLORES
Cuando algo se despliegue dentro de ti, no lo analices intelectualmente. De lo contrario, matarás la flor Le arrancarás los pétalos para ver qué hay en su interior qué es, pero en esa misma disección la flor desaparece.
Y la ironía es que si quieres saber qué es una flor y le arrancas los pétalos, jamás lo averiguarás. Lo que podrás llegar a conocer sobre ella de este modo tendrá que ver con otra cosa... quizá los componentes químicos de la flor, el color de esto o aquello, pero carecerá de referencia a la belleza. Esa belleza desapareció en cuanto le arrancaste los pétalos; en cuanto la diseccionaste la destruiste.
Ahora, sea lo que fuere lo que tengas, es solo un recuerdo de la flor, no es la flor real.
miércoles, 22 de junio de 2016
ARROGANCIA / SOBERBIA: LO SÉ TODO
La esencia del pensamiento dogmático
Haré referencia a tres aspectos claves que conforman la manera de pensar dogmática:egocentrismo (el mundo gira a mi alrededor), arrogancia / soberbia (lo sé todo) y ausencia de autocrítica e intolerancia a la crítica (nunca me equivoco).
2.- ARROGANCIA / SOBERBIA: LO SÉ TODO
Las personas sencillas y moderadas son conscientes de que no se las saben todas. No obstante, es bueno aclarar que la humildad nada tiene que ver con los sentimientos de minusvalía o la baja autoestima: el humilde se estima a sí mismo en su justa medida. No exagera sus dones ni se vanagloria de ellos, no los publica, no los exhibe: los vive y los goza sin que le importe demasiado la vox pópuli. «El sabio ama el anonimato», decía Heráclito.35
No sobrestimarse y reconocer las propias limitaciones implica aceptar la posibilidad del error. Modestia equilibrada, bien sustentada, lejos de la vanidad. Spinoza, en la Ética,36 afirmaba que la soberbia es supervalorarse a uno mismo más de lo justo:
«La sobrestimación hace soberbio con facilidad al hombre que es sobrestimado.» (Proposición 49.)
La persona dogmática sufre de una curiosa forma de infalibilidad aprendida: prefiere los axiomas a las opiniones. La palabra «opinión» fue utilizada por Platón para designar un tipo de saber «aproximado», que se encuentra entre el conocimiento propiamente dicho y la ignorancia.
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