Esta historia es ahora cosa del pasado. En aquella época vivía en la provincia de Heian-Lung Chian, en el noreste de la China, un conejito blanco, cuya madriguera estaba al lado del antro de un león. Ping-Pang era un conejillo encantador que adoraba retozar entre la hierba y el rocío; siempre estaba dispuesto a reír y a divertirse. Tenía esposa y siete hijos. Su vecino, Chong-Chang era todo lo contrario: un viejo león gruñón, arrogante y solitario.
¡Siete hijos -exclamaba precisamente aquella mañana el viejo león-, y es la tercera camada del año! ¡Decididamente, mi pobre Ping-Pang, eres un irresponsable!
-Pero, Señor -se defendía el conejito blanco-, nunca nos metemos en su territorio, y he advertido seriamente a mis hijos al respecto.
-Sin duda, pero vuestra misma existencia ya es una molestia, un absudo.
-Sin embargo ...
-Yo soy bello y noble, una orgullosa melena corona mi testa, mi piel brilla al sol; mi mirada imperiosa y mis rugidos inspiran respeto ... , mientras que tú eres un animal ridículo e inútil.