Ser flexible es un arte, una excelencia o una virtud compuesta de, al menos, tres principios: la excepción a la regla, el camino del medio y el pluralismo.
PRIMER PRINCIPIO: La excepción a la regla
Recuerdo que cierta vez, en pleno vuelo, mi compañera de asiento le pidió a la azafata utilizar el baño de primera clase porque el de turista estaba ocupado y había bastante gente esperando. La razón que esgrimió fue poderosa: estaba embarazada y no se sentía muy bien. Como si fuera un robot, la respuesta de la auxiliar de vuelo se ciñó estrictamente al manual de funciones: «Lo siento, señora, pero ese baño sólo lo pueden utilizar las personas de primera clase.» La mujer insistió con angustia: «¡Por favor, es que estoy muy mal!»
La azafata repitió su mensaje mecánicamente: «Usted no pertenece a esa clase.» Yo intervine, tratando de convencerla: «¿Por qué no hace una excepción? Además, ¡el baño de primera está libre!» Su respuesta, una vez más, fue tajante: «No estoy autorizada para hacer excepciones.» En fin, no hubo poder humano que la hiciera cambiar de opinión y considerar que el bienestar de una persona es más importante que la obediencia debida a un reglamento. En realidad, no procesó ninguna opinión distinta a la que estaba ya asentada en su pétrea mente.