En Plum Village hay una hermana aún muy joven, sólo tiene veintidós años, que ayudó a su madre y a su hermana a reconciliarse después de que hubiesen prometido no verse nunca más. En tres horas fue capaz de ayudarlas a resolver el conflicto. Al final, ambas practicaron la meditación del abrazo. Se abrazaron con dulzura e inspiraron y espiraron conscientemente varias veces. Hicieron la práctica de: «Inspirando, soy consciente de que estoy viva; espirando, soy consciente de que mi ser amado sigue con vida, entre mis brazos». Practicaron ser conscientes del regalo que suponía para cada una la presencia de la otra y mantuvieron un profundo contacto con el momento presente, poniendo el cien por cien de sí mismas en el acto de abrazar a la otra persona. Fue muy curativo para ellas. A través de la práctica descubrieron que se querían muchísimo, pero que no lo sabían porque no habían sido hábiles en la relación que habían mantenido, en su forma de hablarse ni de escucharse.
Sólo porque la ira o el odio estén presentes, no significa que la capacidad de amar y de aceptar no esté ahí.