Creer en los sueños
Había una vez un humilde pescador que vivía con su esposa Lisa en una cabaña junto a la playa.
El matrimonio era feliz, aunque echaban en falta la risa de un niño o niña que alegrara sus vidas.
Una de tantas mañanas que Antón, ése era su nombre, salió a pescar tiró la red al mar y para sorpresa suya se llenó enseguida de peces plateados de gran tamaño. Tiraba y tiraba… y ésta se volvió muy pesada.
“Solo no lo conseguiré y volcaré mi pequeña barca”, en eso estaba cuando oyó una voz… “¡Ayudadme, ayudadme, buen hombre!, soy la hija del rey del mar, si me liberas y me devuelves a mis azules aguas, mi padre te premiará”.
Antón se sumergió con un cuchillo y de un tajo partió la red en dos, sin importarle perder tan preciada carga, pues éste era su único sustento.
Allí enredada estaba la criatura más extraordinaria que había visto jamás; sus largos cabellos eran del color del mar cuando el sol se oculta entre sus aguas.
¡Una sirena! Había oído siempre hablar de ellas en alguna que otra taberna, pero nunca creyó que existieran.