El noventa por ciento de las actividades de la gente no sirve para nada; no solo son inútiles, sino dañinas también. Es lo que llamas hacer vida social, encontrarse con personas, relacionarse, charlar, conversar, y casi todo tonterías. Es bueno que desaparezca; cuando uno se vuelve un poco alerta, desaparece.
Es como alguien que ha sufrido una fiebre muy alta, en la que ha gritado y ha dado vueltas en la cama. Luego la fiebre remite y considera que la vida ha desaparecido porque ya no se agita ni dice que la cama vuela por el cielo, que está rodeado de fantasmas. Ya no se encuentra en un estado de delirio. Desde luego parecerá un poco pobre, porque lo rodeaban un montón de personas y volaba por el cielo y hablaba con los Dioses... ¡todo ha desaparecido y regresado la normalidad!
Eso es lo que sucede cuando desaparece la vida social: el delirio se desvanece... te conviertes en ser normal. En vez de hablar todo el día, de cotillear de manera innecesaria, hablaras de forma telegráfica. Quizá no hables mucho, tal vez te conviertas en persona de pocas palabras, pero esas pocas palabras serán importantes. Y en ese momento solo permanecerán las relaciones verdaderas, que son valiosas.