ANTES de que el cielo y la tierra se separaran, todo lo que existía era una esfera de vapor de agua, a la que se denominaba caos. En aquel tiempo se formaron los espíritus de los cinco componentes principales y de ellos surgieron cinco ancianos. El primero recibía el nombre del Anciano Amarillo y era el que reinaba sobre la tierra. El segundo era el Señor Rojo, el señor del fuego; el tercero, el Señor Oscuro, que reinaba sobre las aguas; el cuarto recibía el nombre de Príncipe de la Madera y era el señor de la madera. El quinto recibía el nombre de Madre de los Metales y era la señora de los metales. Los cinco ancianos pusieron sus espíritus en movimiento, de forma que el agua y la tierra descendieron. El cielo se quedó suspendido en las alturas y la tierra se quedó anclada en las profundidades. Las aguas se reunieron formando ríos y mares, de forma que las montañas y las llanuras quedaban sobre ellas. Luego se abrieron los cielos y la tierra se dividió. Aparecieron el sol, la luna y todas las estrellas; el viento, las nubes, la lluvia y el rocío. El Anciano Amarillo hizo que la fuerza en su estado más puro rodeara a la tierra y conjugó la acción del agua y del fuego.
Surgieron hierbas y árboles, pájaros, animales y la familia de las serpientes y escarabajos, de los peces y tortugas. El Príncipe de la Madera y la Madre de los Metales reunieron la luz y las tinieblas, y crearon a partir de ellos el género humano, dividiéndolo en hombres y mujeres. El mundo surgió así progresivamente.
En aquel tiempo existió una persona, al que se denominaba el verdadero Príncipe del Palacio de Jade. Había llegado a adquirir, gracias a sus cuidados, la fuerza de la magia. Los cinco ancianos le rogaron que reinara como la máxima divinidad. Vivía por encima del cielo trigésimo tercero, ocupando el palacio de jaspe de piedra nefrítica blanca con puertas de oro. Por delante de él se encontraban los administradores de las veintiocho moradas de la luna y los dioses del trueno y el gran oso, aparte de un tipo de dioses con malos influjos asesinos. Todos ellos ayudaron al verdadero Príncipe del Palacio de Jade a reinar sobre los mil géneros que existían bajo los cielos, y a repartir la vida y la muerte, la suerte y la desgracia. El señor del palacio de cristal es ahora el dios superior: el señor de la piedra nefrítica.
Los cinco ancianos se retiraron después de haber acabado su obra y vivieron desde entonces en una tranquila pureza. El Señor Rojo vive en el sur convertido en el dios del fuego, el Señor Oscuro vive en el norte y es el gran señor del oscuro cielo del Polo Norte. Vive en un palacio de agua cristalizada. Fue él quien envió en una época posterior a Confucio, hombre santo, a la tierra, por eso se le llama a este santo Hijo del cristal. En el este vive el Príncipe de la Madera. Es adorado como el señor verde y gobierna sobre la procreación y el nacimiento de todos los seres. Tiene la fuerza de la primavera y es el dios del amor. La Madre de los Metales vive al oeste del palacio de jade, también se la llama la Reina Madre del oeste.
Dirige las danzas de las hadas y domina los cambios y el crecimiento. El Anciano Amarillo vive en el centro, siempre está deambulando por el mundo, para ayudar y salvar en caso de cualquier necesidad. Cuando llegó por primera vez al mundo era el Señor Amarillo, el que enseñó todas las artes a los hombres. En una época posterior descubrió el sentido del mundo en la Montaña del Éter y se fue al sol. Bajo el reinado de la dinastía Dschou volvió a renacer como Li Oerl. Su madre estuvo veintiún años encinta antes de que le diera a luz. A su nacimiento tenía el cabello y la barba blancos, por lo que se le dio el nombre de Lao Tse (Viejo Niño). Escribió el libro del Pensamiento y la vida y extendió sus enseñanzas por el mundo. Es venerado como la más alta figura del taoísmo. Al comienzo de la dinastía Han volvió con figura de anciano al río (Ho Schan Gung). Extendió poderosamente la enseñanza del tao, de forma que en cada época el taoísmo produce importantes frutos. Su enseñanza se denomina hasta hoy en día con el nombre de la enseñanza del Anciano Amarillo, y también existe un dicho: «Primero fue Lao Tse; luego, después de él, el cielo». Esto hace justamente referencia a que Lao Tse era precisamente el Anciano Amarillo de los orígenes.
Extraído del libro:
Cuentos chinos
Relatos populares de la mitología china
Richard Wilhelm