En los hechos concretos, la iniciación sexual de los jóvenes de hoy está muy lejos de ser la espantosa iniciación sexual que teníamos nosotros.
Un tío amigo nos llevaba para que “debutáramos” con una de las chicas “de vida ligera” como decían ellos.
Parecía algo importante, porque ahí uno se graduaba de hombre y el tío se quedaba tranquilo, y convencido de que uno no era puto, cosa que era fundamental demostrar. Entonces el tío iba a ver al viejo de uno y le decía: “Ya está”. Y el padre de uno entendía que se podía quedar tranquilo. Porque... “Dios no permita”.
En fin, el debut del hijo varón era un placer y un alivio para la familia, porque significaba la certeza de que el chico no iba a ser homosexual, pero para el, en general, era una porquería.