miércoles, 12 de noviembre de 2014

CUALQUIERA PUEDE HACERLO ASÍ


Un clérigo tozudo y de mente estrecha estaba sermoneando a los parroquianos de la casa de té en la cual Nasrudín pasaba buena parte de su tiempo.

A medida que iban transcurriendo las horas, Nasrudín fue cayendo en cuenta de que las ideas de este hombre se ajustaban a un esquema rígido, de que estaba lleno de vanidad y de orgullo, y de que magnificaba todas las situaciones aun sin importancia, con un intelectualismo injustificado, por mero prurito de intelectualismo.

Se discutió un tema tras otro y a cada instante el clérigo hacía referencia a libros y citas, e introducía falsas analogías y supuestos insólitos, ajenos a toda realidad. Finalmente extrajo un libro del que era autor. Nasrudín alargó su mano para tomarlo, pues era el único de los presentes que sabía leer.

NASRUDÍN Y LOS CHILES PICANTES


El célebre y contradictorio personaje sufí Mulla Nasrudín visitó la India. Llegó a Calcuta y comenzó a pasear por una de sus abigarradas calles. De repente vio a un hombre que estaba en cuclillas vendiendo lo que Nasrudín creyó que eran dulces, aunque en realidad se trataba de chiles picantes. Nasrudín era muy goloso y compró una gran cantidad de los supuestos dulces, dispuesto a darse un gran atracón. Estaba muy contento, se sentó en un parque y comenzó a comer chiles a dos carrillos. Nada más morder el primero de los chiles sintió fuego en el paladar. Eran tan picantes aquellos "dulces" que se le puso roja la punta de la nariz y comenzó a soltar lágrimas hasta los pies. No obstante, Nasrudín continuaba llevándose sin parar los chiles a la boca.

Estornudaba, lloraba, hacía muecas de malestar, pero seguía devorando los chiles.

Asombrado, un paseante se aproximó a él y le dijo:

-Amigo, ¿no sabe que los chiles sólo se comen en pequeñas cantidades?

martes, 11 de noviembre de 2014

SUPER ENGORDAME

Compartimos otro documental más sobre la alimentación.
Es un documental de 2004 pero es interesante el experimento realizado.

CANCIÓN DE DIOS


Todos somos canciones diferentes del mismo cantor, gestos diferentes del mismo bailarín. 

Cada ser es una canción de Dios: único, individual, incomparable, irrepetible, pero que procede de la misma fuente. Cada canción posee su propio sabor, su propia belleza, su propia música, su propia melodía, pero el cantor es el mismo. Todos somos canciones diferentes del mismo cantor, gestos diferentes del mismo bailarín. 

Empezar a sentir es meditación. Entonces el conflicto desaparece, los celos se vuelven imposibles, la violencia impensable, porque en todo el mundo solo están nuestros propios reflejos.

lunes, 10 de noviembre de 2014

UNA CAÑA DE BAMBÚ PARA EL MÁS TONTO


Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:

-Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.

-Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte.

SEXO ES UNA COSA Y EL AMOR OTRA


El sexo es una cosa y el amor es otra.

Si bien es cierto que pueden venir juntos, a veces no es así.

No necesariamente la sexualidad viene con el amor.

No necesariamente el amor conlleva sexualidad.

Así como alguna vez dije que el amor tenía que ver con el sentimiento puro y no hacía falta incluir el deseo sexual, digo en esta oportunidad que el sexo no necesita incluir al amor para ser verdadero.

Uno puede elegir incluirlo.

Uno puede decidir que ésta es su manera de vivir el sexo y el amor, y es una decisión personal. Pero no es una decisión genérica, válida para todos.

domingo, 9 de noviembre de 2014

¿ESTÁS SEGURO DE ESTAR EN LO CIERTO?


En una ocasión, un hombre tuvo que pasar una larga temporada fuera de casa. Antes de irse su mujer quedó embarazada, pero él no lo supo entonces. Al regresar, su esposa había ya tenido un hijo. El marido sospechó que no era suyo y creyó que era el hijo de un vecino que solía ir a trabajar para la familia. Miraba receloso al niño y lo odiaba, incluso veía los rasgos del vecino en la cara del pequeñín, hasta que un día un hermano suyo que fue a visitarle por primera vez, al ver a aquel niño le dijo: «Es clavado a ti. Parecéis dos gotas de agua». La visita del hermano fue un acontecimiento feliz porque ayudó al padre de aquel niño a desprenderse de su percepción errónea, pero ésta había estado controlando su vida durante doce años.

Le hizo sufrir profundamente a él, a su mujer y, por supuesto, a su hijo, que padeció por culpa de esa clase de odio.

Todo el tiempo estamos actuando basándonos en percepciones erróneas.
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